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¡Que alguien me explique!

La Revolución decrépita

¿Cuál es hoy la herencia de aquella Revolución Mexicana? Una nación que, a diferencia de aquellos días de abundancia y fiesta porfiriana, ya no es dueña de su riqueza nacional

Por Ramón Alberto Garza

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Hoy celebramos el aniversario 107 de la Revolución Mexicana. Una épica armada iniciada en 1910, que en una feroz disputa de caciques regionales dejó en sus campos de batalla mas de un millón de muertes.

Una revuelta que obligó en 1917 a un pacto político que se materializaría en 1929 con la fundación del Partido Nacional Revolucionario, hoy PRI.

El epicentro de aquella lucha armada fue destronar al dictador Porfirio Díaz, cuyo régimen alentó un admirable desarrollo de infraestructura, pero con un muy pobre aparato político y social que propiciara una equilibrada distribución de la nueva riqueza.

Abundante en emboscadas, los caciques y héroes de aquella revolución –Madero, Villa, Zapata, Carranza, Obregón- no vivieron para ver consumada la causa por la que dejaron su sangre en aquel valle de traiciones.

Y el sistema que nació de aquella revolución, aunque de sana intención en sus orígenes, acabó dislocado por un sistema político social gestado para perpetuarse desde la ignorancia, manipulada como mecanismo de control político y social.

Un sistema concebido para repartir la riqueza entre unos cuantos y perpetuar a una élite dominante cuyos privilegios perduran.

Nada distinto a lo que hoy vivimos. El deleznable Porfirio Díaz fue reemplazado por una partidocracia igualmente repudiable, sin identificable rostro humano, que reparte cuotas de poder, controla instituciones y dispone a discreción de la renta nacional.

Por supuesto que no podemos regatear al desarrollo estabilizador post-revolucionario que gestó entre los años 50 y los 90 una enorme y pujante clase media.

Pero esa esperanzadora clase media se colapsó una y otra vez, desoyendo las alarmas del sistema caduco, con las crisis de 1976, 1982, 1987, 1994 y 2008.

¿Cuál es hoy la herencia de aquella Revolución? Una nación que intenta ser gobernada ya no desde Los Pinos, sino desde las visiones muy particulares de los neo- caciques políticos y económicos, nada distintos a los que se buscó destronar en 1910.

Una nación que, a diferencia de aquellos días de jauja y fiesta porfiriana, ya no es dueña de su riqueza nacional.

El petróleo, la banca, la minería, las acerías, las constructoras, están en manos extranjeras.

Y si con Porfirio Díaz las visiones de futuro eran dictadas desde los escritorios de Los Científicos, hoy los grandes planes nacionales emergen desde las aulas de Los Itamitas.

Si con Profirio Díaz las primeras concesiones petroleras se escrituraron a la Standard Oil y a la Royal Dutch Shell, hoy bajo la nueva Reforma Energética las ponemos en manos privadas, mayoritariamente extranjeras.

Si con Porfirio Díaz la libertad de expresión fue sofocada con el asesinando de los Flores Magón, hoy esa disidencia es acallada desde las cúpulas mediáticas o silenciada bajo la rúbrica siempre útil del crimen organizado.

Vivimos un país cuya democrática alternancia se volvió inocua, estéril, porque los padrinos de unos y otros partidos son las mismas élites que los patrocinan.

Por eso la nueva Revolución Mexicana es urgente.

Porque aunque se viene anunciando desde el sexenio de José López Portillo, hoy sí estamos frente a la última llamada.

Una alerta final que se asoma cuando las únicas nuevas élites que México puede presumir hoy son las del crimen organizado que secuestra la paz social, desde el narcotráfico, los secuestros, el pago de piso o el huachicol. Ese negocio sí está en auge.

Ni que decir de una alta y corrupta burocracia, sin vergüenza alguna para dar resultados, ostentándose como líderes mundiales… en saquear con impunidad los restos de la patria.

¿Alguien tiene a la mano redactado ya un nuevo Plan de San Luis?

Mañana: La Revolución que urge

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