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La mudanza del fentanilo

Después de la sorpresiva extradición de Ovidio Guzmán López, el hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, la estrategia para la producción de opioides -mayormente de fentanilo- se modificó de raíz en Sinaloa

Por Ramón Alberto Garza

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Los “Chapitos” están buscando desesperadamente que el gobierno de los Estados Unidos detenga la cacería contra los apellidos Guzmán y Loera.

Después de la sorpresiva extradición de Ovidio Guzmán López, el hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, la estrategia para la producción de opioides se modificó de raíz en Sinaloa.

Y sea una estrategia regla o una mera acción mediática para frenar su persecución, lo otros hijos de “El Chapo” anunciaron el veto para producir fentanilo en Sinaloa, catalogado como el estado epicentro en la fabricación de la droga que está matando a más de 100 mil norteamericanos anualmente.

En su edición de pasado 16 de octubre, The Wall Street Journal publicó una información firmada por el periodista José de Córdova en la que daba cuenta de la prohibición  de “Los Chapitos” para producir fentanilo en su estado.

Los descendientes de “El Chapo” tapizaron aquella entidad con mensajes anunciando la muerte para quienes desobedecieran la orden. Y, desde entonces, ya se contabilizan más de una docena de asesinatos ligados a quienes no quisieron desmantelar sus laboratorios.

Pero “Los Chapitos” no van a dejar ese jugoso mercado que ya superó al tráfico de cocaína en utilidades. Mucho menos cuando sus rivales, el Cártel Jalisco Nueva Generación se están ya frotando las manos para suplir lo que, en apariencia, se dejó de producir en Sinaloa.

Decimos en apariencia, porque reportes de los servicios de inteligencia norteamericanos revelan qué, si bien por un lado se habrían destruido esos laboratorios en Sinaloa, de lo que se trató fue de una simple mudanza. Los equipos de producción están siendo trasladados  la mayoría a Nuevo León y algunos a Tamaulipas.

A ese fenómeno se atribuye que el estado que gobierna el emecista Samuel García haya entrado en una espiral de violencia extrema, que incluyó la aparición en un día de 18 cuerpos completamente mutilados en distintas zonas del área metropolitana de Monterrey.

Alguien en Sinaloa habría decidido que la metrópoli regia era el lugar más seguro para instalar los nuevos laboratorios a donde llegarán los precursores chinos y hasta allá se habrían ido a radicar algunos de los jefes que supervisarían esa producción. Lo que se está viviendo es la “limpieza” de la plaza, producto de una “mudanza”.

Esa mudanza incluiría otra mudanza, aunque parcial: la de la introducción de los precursores chinos para fabricar el opioide.

La entrada tradicional es por Manzanillo, pero ya comenzaron los envíos por las costas de Guatemala.

Desde aquel vecino país estaría utilizando a los miles de migrantes que cruzan el Suchiate para transportar esa “mercancía” hasta Nuevo León y Tamaulipas, pasos obligados en su peregrinar hacia los Estados Unidos.

Y a su paso por Nuevo León y Tamaulipas, esos mismos migrantes que fueron usados como “burreros” para transportar los precursores serían utilizados para introducir las pastillas azules de fentanilo, ahora desde México hacia Texas.

El foco rojo en las alertas de los servicios de inteligencia norteamericanos también incluye otra entidad, el Estado de México.

De acuerdo a esos reportes, el estado más poblado de México está atravesando por una mudanza de cárteles desde que debutó el nuevo gobierno de la Cuarta Transformación.

Los nuevos dominios de la gobernadora Delfina Gómez estarían siendo reclamados por agresivos bloques del Cártel Jalisco Nueva Generación, que ya le dieron la bienvenida a la ex secretaria de Educación, con decenas de ejecuciones -la mayoría guardadas en silencio- que podrían ya estar alcanzando las 200 en las pocas semanas que van del nuevo gobierno.

Quizás algunas de esas piezas de información fueron las que vinieron a compartir el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y sus colegas de los servicios de inteligencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Fueron reuniones nada tersas que incluso alcanzaron el extremo de que, frente a los reclamos de los norteamericanos, el inquilino de Palacio Nacional pidió  a algunos de los convocados mexicanos que se retiraran. No quería que fueran testigos de lo que se evidenció como un ultimátum.

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