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21 de noviembre 2024

17 de mayo 2022

¡Que alguien me explique!

La lección de Lula

Quizás lo que deba tener en mente el presidente López Obrador es la Filosofía Konzevik. Sí, aquella de pulsar el violín con la izquierda y tocarlo con la derecha… pero nunca con las extremidades inferiores. Aprendamos la Lección de Lula

Por Ramón Alberto Garza

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En su última visita a México, el pasado 28 de febrero, Luiz Inácio Lula da Silva le dejó sobre la mesa al presidente Andrés Manuel López Obrador un consejo invaluable.

Palabras más, palabras menos, el que fuera el popularísimo presidente de Brasil le dijo a su colega mexicano que cuidara mucho el destino de su campaña contra la corrupción.

Lula le recordó a López Obrador que, durante su gobierno, implementó leyes implacables para contener el cáncer de la corrupción, inoculando en los gobiernos brasileños anteriores al suyo.

Lo que nunca imaginó Lula fue que, con esas mismas leyes, con esa definición de que todo era o blanco o negro, sus adversarios acabaron por llevarlo a él y a su sucesora, Dilma Rousseff, a la cárcel. Se les acusó de corrupción pasiva, al tolerar maniobras financieras en la petrolera brasileña. Eso destapó la famosa operación “Lava Jato” que fue la antesala del escándalo internacional de la constructora brasileña Odebrecht.

Y solo porque Lula acabó purgando 580 días en prisión, los líderes de la extrema derecha, con Jair Bolsonaro al frente, le arrebataron al Partido del Trabajo la presidencia.

La maniobra fue tan burda, que el mismísimo juez que condenó a Lula -Sergio Moro- fue designado ministro del gabinete de Bolsonaro.

Y eso fue lo que imposibilitó que el más popular ex presidente brasileño volviera a contender por la silla del Palacio de Planalto.

El mensaje de Lula a su amigo López Obrador fue, en términos prácticos, que le bajara tres rayitas a la persecución del pasado. Nada de abandonarla, pero tampoco nada de querer pasar la guadaña para que rueden todas las cabezas opositoras, las que el inquilino de Palacio Nacional llama conservadores y neoliberales.

Lula y López Obrador tienen historias muy similares, aunque con resultados muy distintos.

Ambos perdieron múltiples elecciones -Lula cuatro y López Obrador tres- antes de que se les reconociera su victoria.

Los dos llegaron a gobernar planteando cambios muy radicales, sobre todo, en el combate a la pobreza y el destierro de la corrupción.

Pero Lula entendió que su izquierdismo no podía ser a ultranza y sus reformas se hicieron de la mano de quienes podían ayudarle a acelerarlas, algunos de ellos líderes y empresarios “de la derecha”.

Como en alguna ocasión se lo recordó a Lula, el consultor e intelectual argentino David Konzevik, la política es como un violín. Se pulsa con la izquierda, pero se toca con la derecha.

Por eso Lula logró contagiar al mundo con sus reformas y alcanzó un sitio admirable entre los liderazgos que le reconocían el pragmatismo y la sensatez de aquel minero metalúrgico convertido en dignatario.

Contra todo lo que se diga, sacó a 30 millones de indigentes brasileños de la pobreza.

Y su visión ortodoxa de los negocios y las finanzas públicas, no solo relanzaron a la petrolera brasileña, sino que le dieron un vigor de potencia auténtica económica a su país.

El Banco Mundial reconoce que, durante su periodo como presidente, Lula triplicó el Producto Interno Bruto de Brasil y dejó la presidencia con una popularidad del 80 por ciento, gracias a sus programas Hambre Cero y Bolsa Familia. ¿Suena familiar?

Con visiones y diagnósticos similares, las obsesiones personales del presidente López Obrador le están impidiendo alcanzar los logros de su colega ideológico de  Brasil.

Por eso, hizo bien Lula, en recordarle al inquilino de Palacio Nacional que debe darse un equilibrio entre el ajuste de cuentas con el pasado y la construcción de un futuro.

Y advertirle, cómo ya le sucedió a él, que los carniceros de hoy serán las reses del mañana.

Pero quizás lo que deba tener en mente el presidente López Obrador es la Filosofía Konzevik.

Sí, aquella de pulsar el violín con la izquierda y tocarlo con la derecha… pero nunca con las extremidades inferiores. Aprendamos la Lección de Lula.

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