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16 de mayo 2022

Seguridad

La gran simulación de la Guardia Nacional

Según la ley, para 2024 los militares deberán dejar de realizar labores de seguridad pública para regresar a sus cuarteles. Sin embargo, el gobierno de AMLO está haciendo todo lo contrario para que lo estipulado no se pueda cumplir

Por Bernhard Buntru

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Sí, el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca tuvo la intención de crear una Guardia Nacional de carácter civil.

Y es que, lo que el mandatario dijo entre líneas en su discurso de toma de protesta el primero de diciembre de 2018, es que las Fuerzas Armadas sí tienen lo que se requiere para combatir a la delincuencia.

Entonces, si siempre consideró que los militares son los indicados para preservar la seguridad pública, ¿por qué propuso -en la ley- una Guardia Nacional con estructura y liderazgos civiles? La explicación más plausible, es que el presidente lo hizo por cuestiones políticas. Y sobre todo, cuestiones de tiempo.

La necesidad urgente de darle inicio a un nuevo discurso securitario, con nuevas instituciones, así como la exigencia pública de contener el alza en la incidencia delictiva, habría orillado al titular del Ejecutivo federal a enviar una propuesta que no provocara demasiada resistencia.

Y no solo de la oposición política, que en su momento inició y continuó el proceso militarizador de la seguridad pública, sino principalmente de activistas de derechos humanos e investigadores académicos, quienes han señalado por años las limitaciones y peligros de este proceso militarizador.

Recordemos que para crear la Guardia Nacional se requirió una reforma al artículo 21 constitucional, mismo artículo que hoy está siendo desacatado a todas luces por el gobierno de la 4T.

Y es que, contrario a lo que se prometió en un inicio, este cuerpo de seguridad no tiene nada de policial, y sí tiene todo de militar.

Primero que nada, el grueso de sus elementos, pero no solo eso, también su entrenamiento Y sus instalaciones que provienen de la Sedena.

El desacato a la ley de parte del gobierno federal es tan evidente, que el presidente López Obrador mejor prefirió acabar con la simulación y -ahora sí, una vez aprobada por el Congreso como corporación civil- propuso que la Guardia Nacional pase a pertenecer a la Secretaría de la Defensa Nacional.

Es decir, el presidente busca enterrar el compromiso el cual estipulaba que, para 2024, la Guardia Nacional dejaría de apoyarse en las Fuerzas Armadas, para constituirse en su totalidad como una corporación policial civil.

¿El gran detalle? La prisa por alimentar las filas de la Guardia Nacional e incrementar la presencia de las fuerzas federales a lo largo y ancho del territorio, se ha traducido ya en sucesos como estos.

Y mientras el presidente López Obrador asegura que la confianza de la cual gozan las Fuerzas Armadas entre la ciudadanía es clave para enfrentar al crimen organizado.
las limitaciones del Ejército mexicano, de la Marina Armada y de la Guardia Nacional, puestas en evidencia una y otra vez, amenazan con restarles esa confianza, que, en los ojos del presidente, las convierten en la única solución viable en materia de seguridad pública.

Aunque no estén preparados para tratar con ciudadanos, ni para investigar, ni siquiera -en algunos casos, como lo hemos visto recientemente-, para responder a agresiones.

De esta manera, la apuesta militarizada del presidente López Obrador para pacificar al país no se distingue mucho de la empleada por sus dos predecesores; una apuesta que la evidencia histórica ha demostrado resulta contraproducente para disminuir los niveles de violencia, una apuesta que viola la Constitución y que no goza del gran apoyo del público; una apuesta que dota de aún más poder a las Fuerzas Armadas y que la Suprema Corte debería corregir, pero por alguna razón, no lo hace.

Una apuesta que, simple y sencillamente, no ha funcionado.

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