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¡Que alguien me explique!

La censura de Poniatowska

Elena Poniatowska no es ni la primera ni la última mujer de fama pública que, habiendo apoyado incondicionalmente la causa lopezobradorista, termina decepcionada e incluso marginada del círculo íntimo presidencial

Por Ramón Alberto Garza

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Elena Poniatowska es un ícono literario de México. Mujer de letras, activista que empuña su pluma para denunciar la injusticia, es reconocida por su obra que le valió, entre otros galardones internacionales, El Premio Cervantes y el Rómulo Gallegos.

Nacida en Francia, de padre polaco y madre mexicana, sus afinidades ideológicas hacia la izquierda le valieron el mote de La Princesa Roja. Su padre era descendiente de la nobleza de Polonia.

Su libro insignia, La Noche de Tlatelolco, sacudió en su tiempo millones de conciencias de la generación del 68, sobre todo porque venía de una periodista percibida como de clase social alta, que exhibía los excesos del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

Desde siempre fue simpatizante del proyecto político de Andrés Manuel López Obrador, quien presumía a Poniatowska como un símbolo de que “la gente pensante” y los “intelectuales no orgánicos” apoyaban su causa.

Pues Elenita Poniatowska – como se le refiere con cariño y admiración- con sus 90 años a cuestas, fue a la Feria del Libro en Monterrey –que preside Consuelo Sáizar– y sostuvo un diálogo público con Denise Dresser.

Ahí, ante un auditorio abierto, la politóloga le preguntó a la escritora qué mensaje le enviaría al presidente López Obrador, a cuatro años de que ella le dio su apoyo y bendición en su gobierno de la Cuarta Transformación.

La respuesta de Poniatowska no debió caer nada en gracia al inquilino de Palacio Nacional y mucho menos a los morenistas que le profesan al presidente una fe ciega a todas sus decisiones, aún las más absurdas e irracionales.

Pero Poniatowska no es ni la primera ni la última mujer de fama pública que, habiendo apoyado incondicionalmente la causa lopezobradorista, termina decepcionada e incluso marginada del círculo íntimo presidencial.

Lo acabamos de vivir con la renuncia de Tatiana Clouthier a la Secretaría de Economía, que culminó con un acto de enfado mañanero de un mandatario que le regateó el abrazo a quien fuera un pilar de su campaña presidencial en el 2018.

La censura de la hija de El Maquío denunciando que “una jauría rodea al presidente, no deja avanzar los proyectos y le llevan mentiras. Además, todos están metidos en la sucesión presidencial” no fue bien recibida por el inquilino de Palacio Nacional, quien desde hacía tres meses se resistía a aceptarle la renuncia a Tatiana.

Y por más que se quiera vestir la salida de Clouthier como “natural”, está claro que se dio un desencuentro de visiones sobre las negociaciones del T-MEC y el pacto anti-inflación que permitiría ceder en revisiones sanitarias las importaciones de alimentos.

Este es un hecho muy delicado que, de aprobarse, pone en peligro los miles de millones de dólares de exportaciones de alimentos mexicanos a los Estados Unidos.

Pero como dijo Elenita, el presidente no escucha otras opiniones que no sean las de él, y Tatiana sin duda no quiso ser partícipe de un suicidio, tanto con el tema de la energía como el alimentario en el marco del T-MEC.

Un tercer ejemplo del desprecio que el inquilino de Palacio Nacional tiene por aquellas mujeres que se la jugaron con él es el de Lilly Téllez.

El mandatario convenció a la sonorense de afiliarse a Morena para buscar una senaduría y se hizo de la curul, solo para toparse con la indiferencia e incluso el abierto rechazo a sus opiniones dentro de Morena, lo que la llevó a renunciar al partido y a buscar calor en el PAN. Hoy, Lilly Téllez es una de las más severas y abiertas críticas del presidente López Obrador.

Por eso, el llamado de atención que dio Elena Poniatowska el jueves pasado, en la Feria del Libro de Monterrey debe ser dimensionado como una censura abierta al estilo personal de gobernar.

Por supuesto que existen millones de mexicanos que igualmente no están de acuerdo con el dueño de Las Mañaneras, pero la postura asumida por Poniatowska, aunada a las de Tatiana Clouthier y Lilly Téllez solo confirman que el presidente no escucha ni a los suyos, a los más cercanos, a los que son “pensantes”, no incondicionales.  Cada día está más solo, fatigado, en su laberinto de autoridad y mitomanías.

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