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¡Que alguien me explique!

La boda de César Yañez

Un enemigo de la causa morenista, no habría podido hacer mas daño que publicar el enlace de César Yañez y Dulce Silva en la revista ¡Hola!

Por Ramón Alberto Garza

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La portada de la revista Hola! fue el huachicol social que avivó el incendio mediático y el linchamiento de la boda de César Yañez, el inseparable escudero de Andrés Manuel López Obrador.

Diecinueve páginas de fotografías de personajes políticos, empresariales, mediáticos, con vestidos de fiesta y smokings, que coexistían con otras páginas dedicadas al jet set con nombres como los de Alejandra de Hanover, Rania de Jordania, Ivanka Trump y Pippa Midelton y Ana Obregón.

Un enemigo de la causa morenista, político o empresario, no habría podido hacer mas daño que enviando a publicar el enlace de César Yañez y Dulce Silva en la revista mas “fifí” de habla hispana.

Pero para no alimentar ni la especulación ni el debate estéril, valdría la pena analizar la noticia mas compartida ayer en redes sociales desde su fondo y desde su forma.

Por supuesto que César y Dulce tenían todo el derecho de tener la boda que quisieran. Ese es un asunto de su vida privada.

Yañez no es todavía un funcionario público, ni devenga un salario como servidor público. Bajo ningún parámetro económico se puede medir si el evento fue o no excesivo para sus posibilidades.

Pero aún así, la novia viene de una familia con patrimonio suficiente como para pagar las rosas, la langosta, los escamoles, el champagne, a los Angeles Azules y  Matute.

Sin duda que ella deseaba, como cualquier novia, un boda de cuento de hadas. Y Dulce hizo lo necesario para cristalizarla. Nada material lo impedía.

Hasta aquí el debate sobre el fondo de un evento privado, de una pareja que se ama, de un hombre que aún no es funcionario, con una dama que buscó hacer realidad su muy legítima ilusión.

Pero está la otra cara. La del debate de forma, el de los asuntos que colocan un evento privado, sin fondos públicos de por medio, en el patíbulo del linchamiento social.

A nadie escapa que César Yáñez es un político de bajo perfil. Fiel escudero de López Obrador a lo largo de tres lustros, jamás buscó ni el protagonismo, ni los reflectores, mucho menos los micrófonos.

Pero el ser un colaborador del ahora presidente electo, quien predica y profesa la “justa medianía” de Benito Juárez, quien se refiere a la prensa y a los personajes de oropel como “fifís”, quien vive modestamente y sin lujos, obliga a imitar la congruencia.

Quizás, conociendo a César, poco participó en los preparativos de su propia boda. La transición lo trae ocupado las 24 hora. Y sin duda él le confió a ella todo.

Y al final del día, sin buscar “culpar” a la novia, el hermoso cuento de hadas que merecían acabó atrapado en una pesadilla de cuestionamientos a un morenista a quien lo menos que se le inculpa es que se le salió de control la situación.

Sobre todo con efectos políticos como codear en el evento a López Obrador con el gobernador Tony Gali Fayad, el panista acusado de robarle a Morena la elección de Puebla, para hacer gobernadora a la esposa de su antecesor, Rafael Moreno Valle.

Sin duda ni César ni Dulce deben estar disfrutando su luna de miel después de saberse treding topic en las redes sociales, que buscan crucificarlos por “fifís”.

Pero las secuelas de lo que son calificados como excesos, tendrán todavía otros efectos en lo que es sin duda el primero llamado de alerta para los morenistas de que cualquier movimiento en falso, se les va a cobrar. Ahora son gobierno.

Por lo pronto el presidente electo ya se desmarcó declarando: “Pues no me casé yo. Yo fui invitado, asistí. Cada quien es responsable de sus actos”.

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