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Honrar los contratos

La frase más socorrida que escuchó el presidente Andrés Manuel López Obrador en su visita de julio pasado a Washington fue la de “Honrar los contratos”. A pesar de ello, las decisiones de Rocío Nahle y Manuel Bartlett están llevando a la 4T a un conflicto internacional.

Por Ramón Alberto Garza

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La frase más socorrida que escuchó el presidente Andrés Manuel López Obrador en su visita de julio pasado a Washington fue la de “Honrar los contratos”.
 
Con ese comentario, el mensaje que políticos, legisladores y empresarios norteamericanos le daban al mandatario mexicano es que cuidara mucho el cumplimiento de la palabra y de los compromisos firmados.
 
No pasaron tres meses y al parecer el inquilino de Palacio Nacional ya olvidó aquella promesa y se apresta a velar armas para lanzarse en una lucha abierta contra los inversionistas norteamericanos que invirtieron decenas de miles de millones de dólares para el desarrollo energético de México.
 
La carta enviada por decenas de senadores y congresistas de los Estados Unidos al presidente Donald Trump ya escaló el reclamo del incumplimiento de esos contratos al nivel de una violación al Tratado México-Estados Unidos- Canadá. Y eso es muy peligroso.
 
El presidente López Obrador está secuestrado por la visión cerrada de Rocío Nahle y Manuel Bartlett, quienes insisten en darle prioridad a Pemex y a la CFE, aunque los precios sean más caros y aunque sus tecnologías sean más contaminantes.
 
Por supuesto que es entendible la indignación de que la Reforma Energética del sexenio de Enrique Peña Nieto privilegiara la inversión externa por encima del rescate del aparato energético nacional.
 
Y también es condenable que el ex presidente Felipe Calderón y la ex secretaria de Energía, Georgina Kessel, acabaran como consejeros de las españolas Iberdrola y de Repsol. Abierto conflicto de interés.
 
Pero si se insiste en que la Reforma Energética es injusta, solo se tienen dos caminos legales. O se revierte en los tribunales por una ruta acordada entre todas las partes que la firmaron, o el gobierno mexicano acaba por liquidar todas las inversiones hechas al amparo de esa reforma y recompra sus activos. Así de sencillo.
 
Lo que no se puede hacer -y el presidente López Obrador no es un ignorante para desconocerlo- es cambiar unilateralmente las reglas del juego solo porque no le gustan ni a Rocío Nahle o a Manuel Bartlett.
 
Y si lo hace, si no honra los contratos, está muy claro que entraremos en una guerra comercial con los Estados Unidos y en un litigio legal internacional con España. Así de simple.
 
Para entenderlo mejor, ¿se imaginan que la banca norteamericana, con la que México tiene firmados préstamos públicos y privados por decenas de miles de millones de dólares, amaneciera un día diciendo que se desconocen los contratos de esos préstamos y que se exige el pago inmediato de todos los adeudos, so pena de un embargo? Es absurdo, verdad.
 
Pues tan absurdo como decir que todas las condiciones –correctas o incorrectas- bajo las cuales se atrajeron los capitales de los inversionistas en energías, serán desconocidas ahora porque las reglas del juego las cambió el gobierno de la Cuarta Transformación sin consultar o negociar con nadie.
 
La miopía de los allegados al presidente López Obrador es tal, que no ven el drama que significa que el gobierno no tenga en este momento los recursos para invertir en Pemex o en la CFE.
 
¿De dónde saldrían los cientos de miles de millones de dólares que se necesitarían para indemnizar y al mismo tiempo para cubrir el costo del crecimiento en el futuro inmediato de la demanda de energía en México? Imposible.
 
Y si todo lo anterior fuera poca cosa, ¿de dónde sale el empeño de Manuel Bartlett para volver a relanzar las obsoletas y contaminantes plantas generadoras de energía operadas con carbón?
 
¿Saben que una planta generadora de energía -de las que se operan en Coahuila- devora nada menos que 9 mil toneladas de carbón al día? Sí, estamos hablando de 9 millones de kilogramos de carbón cada 24 horas.
 
¿Cual es la necesidad de invocar el nacionalismo absurdo al reactivar tecnologías obsoletas y costosas, cuando el mundo de la energía se mueve hoy con el gas, que es infinitamente más limpio y más barato, o con las energías limpias que se generan con la luz del Sol o con el viento?
 
El presidente López Obrador está jugando con fuego al asumir decisiones que no honran los contratos, por afanarse en comprarle las ideas de un personaje de muy dudosa reputación.
 
Manuel Bartlett es dilecto personaje de la historia oscura del México de los setentas. Fue quien “calló” el sistema electoral en la presidencial del 88 y quien ostenta toda una red corrupta de negocios familiares -con su esposa no-esposa y sus hijos- para prolongar su ordeña al Erario Nacional.
 
Sus caprichos son un corto circuito que podría dejarnos a oscuras.

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