¿Cuánto falta para la elección?

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27 de diciembre 2022

¡Que alguien me explique!

Herencia 2022

Cuando en la historia se recuerde el paso del 2022 por México, será el de un triste recuerdo con peores resultados

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando en la historia se recuerde el paso del 2022 por México, será el de un triste recuerdo con peores resultados.

Poco, muy poco es lo que hay que presumir en los últimos 12 meses en los que dejamos ir la oportunidad de realinear los astros para construir una mejor Patria.

Desesperado tras los efectos de la pandemia, pero también de su mal gobierno, Andrés Manuel López Obrador decidió cambiar su banda presidencial por la presidencia de facto de Morena.

La mitad de Palacio Nacional fue transformada en cuartel electoral del partido en el poder, con el solo propósito de garantizar la victoria en las elecciones presidenciales de 2024. El único propósito que hoy existe.

La política morenista vio aparecer el proceso de “corcholatización”, que no es otra cosa que la versión cuatroteísta del “dedazo presidencial” que durante 70 años practicó el PRI. La variante morenista es que el presidente elige a quienes le acomodan, en un duelo de piso disparejo, para acabar fingiendo que el pueblo juegue a la democracia y decide quién será el candidato.

La otra mitad del Palacio Nacional se transformó en el ala dedicada a atacar a los opositores, a todos aquellos que no piensan como el mandatario en turno. Y las conferencias mañaneras acabaron como el escenario desde donde todos los días se repite el sermón contra el adversario.

La obsesión presidencial por conservar el poder más allá del 2024 desdibujó los tres niveles de gobierno. El equilibrio se perdió, si es que alguna vez existió.

En el poder Ejecutivo, transformado el gobierno por entero en la gran casa de campaña, el gobierno de la Ciudad de México, la Cancillería y la Secretaría de Gobernación solo operan bajo el mantra de la sucesión presidencial.

¿Alguien reclama el que todavía no reparen la Línea 12 del Metro? Y el resto del Metro acusa serias fallas de mantenimiento.  ¿Hay algo qué presumir en la Política Exterior con un presidente que se la vive en el Interior? Asómense al caso Perú. ¿Es la Secretaría de Gobernación la dependencia a donde se cita a los adversarios -públicos y privados- para convencerlos de las bondades de la 4T? Pregúntenle al gobernador Samuel García.

El poder Legislativo también resintió en 2022 los embates del Ejecutivo. Y aun sin mayoría, la Oposición mostró su capacidad de resistencia. Como muestra, ahí están el rechazo a la Ley Eléctrica y la Reforma Electoral que obligó a engendrar un debatido Plan B, que está por discutirse en la Corte.

Y del poder Judicial ni hablar. La Fiscalía General de la República se exhibió en reiterados casos como el coto personal y de vendettas de su titular, Alejandro Gertz Manero, con todo el apoyo de la casa presidencial, que un día sí y otro también se dedicó a atacar -en forma generalizada- a jueces y magistrados a quienes acusó de corruptos.

En 2022 arreciaron los intentos de mandar al diablo a las instituciones. Y a los casos de la Comisión Federal de Competencia Económica o al asalto sobre la Comisión Reguladora de Energía se sumó una todavía más dramática y crucial: la del Instituto Nacional Electoral.

La lucha presidencial contra el árbitro electoral es despiadada y sin cuartel, reduciendo en su Plan B al mínimo sus operaciones, limitando recursos y poniendo en riesgo la calidad en la medición de los resultados electorales.

Y ni qué decir de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en donde el relevo en la presidencia del ministro Arturo Zaldívar desató una guerra intestina entre los llamados “candidatos de Palacio Nacional” y el resto.

Por eso insistimos en que 2022 es un año triste y de pobres resultados. Porque se consumió en politiquería barata con la sola intención de garantizar la continuidad morenista en el quehacer nacional.

Pocos cuestionan la inauguración de un disfuncional y hasta ahora inútil Aeropuerto Felipe Ángeles. O de una Refinería de Dos Bocas que con el doble del presupuesto programado no logra despegar y aplazó dos años su anunciada operación. Ni qué decir del Tren Maya, que viene elevando seriamente sus costos y tiene rezagos que pronostican que no estará terminado al finalizar el sexenio.

El 2022 debió ser el año de revertir los efectos de la pandemia, alineando los factores de la producción para catapultar el “nearshoring” que nos traerá el desmantelamiento de plantas estadounidenses que operan hoy en China.

Pero no tenemos electricidad en donde la urgencia lo exige y Manuel Bartlett no muestra la mínima estrategia alternativa para atajar el problema. Está aferrado en sus tesis ideológicas.

Triste y pobre es la herencia del 2022. Un año en el que los dimes y diretes de la Mañanera marcaron el rumbo errático en el que hoy se mueve México, tanto dentro como fuera del territorio nacional.

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