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¡Que alguien me explique!

Heil, Donald…!!!

La política de separación de familias de Donald Trump se enfrentó a la condena unánime de adversarios y aliados. De las tantas estupideces que este presidente ha hecho desde que se instaló en la Casa Blanca, esta es sin duda la más estúpida de todas.

Por Ramón Alberto Garza

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De las tantas estupideces que Donald Trump ha hecho desde que se instaló en la Cas Blanca, esta es sin duda la más estúpida de todas: separar a menores de edad de sus padres inmigrantes, que ilegalmente intentaban ingresar a los Estados Unidos.

La condena es unánime, sin espacio para a defensa. Lo mismo de sus rivales demócratas que de sus aliados republicanos. No es un asunto partidista, es de humanidad. De respetar los mas elementales derechos del individuo.

Y aunque las presiones de casa y del mundo ya lo obligaron muy a su pesar a dar reversa, el hecho en sí mismo es un acto inhumano, criminal, que ya dejó una profunda huella sicológica, de por vida, en esos pequeños que fueron arrancados de los brazos de sus  madres o de sus padres.

Cualquier líder debe tener como valor esencial la sensibilidad hacia el dolor de sus semejantes. Pero con esta infame acción, está visto que Trump es una perfecta maquinaria de egolatría, megalomanía, autosuficiencia y crueldad, solo equiparable al perfil psicópata ejercido por personajes tan siniestros como Hitler o Stalin.

Porque no puede juzgarse de otra manera a quien desde su cúspide de poder instala una política migratoria de “tolerancia cero”, construyendo jaulas para encarcelar ahí, privándolos de su libertad, a miles de indefensos niños que fueron sometidos a una orfandad forzada.

¿Existe alguna diferencia entre la crueldad hitleriana de los campos de concentración creados para el exterminio de los judíos y las jaulas de deportación para aislar a los menores de inmigrantes mexicanos? Ninguna.

Al igual que Hitler con el pueblo judío, Trump se instala en el supremacismo de su raza para condenar a todos los mexicanos, a los que nos homogeniza como criminales y violadores.

Solo desde esa calumnia puede justiciar una acción tan miserable, con pequeños que lloran día y noche la ausencia forzada de sus padres.

Es una acto tan deleznable, que ni sus afines republicanos como Laura Bush o John McCain aceptan, condenando el Guantánamo fronterizo y exigiendo que su correligionario recapacite. Lo lograron, aunque a regañadientes.

Y cuando el mundo, a través de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, se atreve a lanzar la condena unánime por esta evocación del Holocausto, la reacción es abandonar el organismo que vigila el equilibrio global.

Trump demuestra desde su primitivismo político y sus desviaciones de personalidad, que cuando la realidad no se le acomoda –sea con el FBI, con el TLC, con su guerra comercial o con la política migratoria- desafía al sistema imponiendo sus visiones, sin consensos. Sean justas o no.

¿Y si hoy desafía a las Naciones Unidas en un asunto de derechos humanos, que le impide mañana hacer caso omiso a los tratados nucleares? Ya lo hizo excluyendo a Estados Unidos de los acuerdos sobre el calentamiento global o decretando arancelesque violentan acuerdos comerciales.

La diferencia entre aquellos desacuerdos es que eran medidas económicas, de diplomacia internacional, que sin conflicto alguno pueden corregirse. Lo de los pequeños migrantes enjaulados, no.

Los liderazgos norteamericanos tienen que exigirle a su presidente mayor seriedad y sensibilidad frente a lo que ya se asoma como la gran crisis humanitaria en el gobierno de Trump.

Y aunque México apenas asomó su rostro diplomático con una modesta condena, tendría que asumir posiciones mas contundentes frente al drama que se refleja en los gritos de pequeños mexicanos, que lloran a sus padres desde esa diplomática pero muy cruel orfandad.

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