15 de julio 2016
¡Que alguien me explique!
Futurismo perverso
Una de las mayores perversiones que tiene la política en México –y vaya que son muchas- es la de los rituales de la sucesión presidencial
Por Ramón Alberto Garza
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Una de las mayores perversiones que tiene la política en México –y vaya que son muchas- es la de los rituales de la sucesión presidencial.
Sobre todo cuando el partido en el gobierno –sea PRI o sea PAN- tiene a sus mejores jugadores operando como secretarios de Estado y al mismo tiempo buscando su boleto para la carrera presidencial.
Quienes de los que sobreviven no recuerda aquellos años de Adolfo López Mateos, cuando la disputa sucesoria entre Gustavo Díaz Ordaz y Raúl Salinas Lozano, se entrampó en el descontento nacional de maestros, ferrocarrileros, médicos y trabajadores al servicio del Estado que le dio el pase al secretario de Gobernación.
O qué decir del 68, en donde la sucesión de Díaz Ordaz ya se debatía entre Luis Echeverría y Antonio Ortiz Mena, y la masacre de Tlaltelolco terminó inclinando la balanza a favor del político y no del tecnócrata.
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