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Fox lo deja ir, pero AMLO no

Lo que el gobierno de la 4T está haciendo con Romero Deschamps es un silencioso “Quinazo”. Si es sensato, su salida será tan tersa como lo fue en su momento la del líder magisterial Carlos Jongitud Barrios, cuando vio en “El Quinazo” lo que no quería que le pasara.

Por Ramón Alberto Garza

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Cuando Vicente Fox y su gobierno del Cambio se instalaron en Los Pinos, una de las prioridades era exorcizar a Pemex de los demonios de la corrupción, la ineficiencia, los privilegios de su casta sindical y el saqueo de cuello blanco.

El vaquero de Guanajuato sabía que eso pasaba inevitablemente por el ajuste de cuentas con el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, quien en el despertar del primer gobierno no priista se vio peligrosamente desafiante, amenazando incluso con paralizar a la industria energética nacional.

Hasta que Romero Deschamps entendió que ese exorcismo iba en serio y transitó con el foxismo de la dura confrontación a la suave negociación.

El líder petrolero se sentó a la mesa y pactó casi todo lo que se le pedía. Reducción de miles de plazas sindicales, recortes de privilegios en salarios y prestaciones, fiscalización de los gastos sindicales y la medición de productividad contra estándares internacionales, entre otras cosas.

Pero quizás la más significativa oferta que Romero Deschamps le pudo hacer a Fox fue la de ir pavimentando durante su sexenio el camino para su relevo al frente del sindicato más poderoso de México.

Era el sindicato que aceitaba con carretadas de efectivo las campañas políticas priistas, desde aquel quiebre de La Quina con el candidato Carlos Salinas para irse a apoyar al rebelde Cuauhtémoc Cárdenas, hasta el vergonzoso Pemexgate que financió la campaña presidencial de Francisco Labastida.

El pacto culminó en una apoteósica recepción de Fox en una plataforma petrolera en el Golfo de México, repleta de petroleros que celebraban el reencuentro entre su líder Romero Deschamps y el Presidente del Cambio.

Al final del sexenio, poco o nada cambió. La influencia de Marta Sahagún de Fox suplicándole cada noche a su marido que no se enfrentara con el viejo PRI, que mejor pactara, diluyó cualquier transformación.

Lejos de desmantelar el viejo sistema de privilegios de aquellas élites -que no son distintas a las de hoy-, Marta y Vicente -en ese orden- acabaron en la mesa negociando contratos, repartiendo el negocio de los camiones pipa y los barcos para mover crudo y combustibles.

Y ratificaron las perversas políticas de darle el filete de los negocios energéticos a cuestionables brokers. Desde la exploración y explotación, pasando por la venta del crudo a través del nebuloso PMI, hasta la producción de las gasolinas a refinerías extranjeras. Y esas complicidades perpetuaron por tres sexenios más el hoyo negro de Pemex.

Con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto todo fue más sencillo para Romero Deschamps. Baste ver dónde están ahora algunos de quienes fueron en sus sexenios los directores de Pemex, para entender que los multimillonarios negocios personales solo sirvieron para acelerar el naufragio energético.

Por eso el mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador invitando a Romero Deschamps para que se vaya, por la buena, antes de que afloren las investigaciones por enriquecimiento muy explicable y su destino sea el mismo de su abogado Juan Collado, con quien por coincidencia comía en el Morton’s el día de su detención.

Dicen los que tienen la investigación en sus manos que hoy existe un ingrediente extra para elevar la presión. Y ese es la presunción de que algún monto sustantivo de los fondos que se manejan en la Caja Libertad podrían ser del inversionista Romero Deschamps, su sindicato o ambos.

Por eso el líder de los trabajadores petroleros se habría visto dócil desde su visita a Bucareli para conversar con Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernación que con mucha mano izquierda lo invitó a adelantar su retiro, que oficialmente se cumpliría en cinco años más.

Lo que el gobierno de la Cuarta Transformación está haciendo con Romero Deschamps es un silencioso Quinazo. Sin los aspavientos de la detención, con las investigaciones de Santiago Nieto, el implacable fiscal que tiene en sus auditorías los mejores instrumentos de persuasión.

El líder petrolero no es suicida. Si es sensato, su salida será tan tersa como lo fue en su momento la del líder magisterial Carlos Jongitud Barrios, cuando vio en “El Quinazo” lo que no quería que le pasara. Por eso se fue pactado, por su propio pie.

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