¿Cuánto falta para la elección?

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24 de octubre 2022

¡Que alguien me explique!

¿Fantasía o realidad?

Preocupa, ante todo, el acelerado proceso de radicalización del presidente Andrés Manuel López Obrador y el destino post 2024 de Morena y del llamado proyecto de la Cuarta Transformación

Por Ramón Alberto Garza

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En círculos de algunos de los más respetados servicios de inteligencia internacional se debate con intensidad extrema lo que está sucediendo en México. Preocupa, ante todo, el acelerado proceso de radicalización del presidente Andrés Manuel López Obrador y el destino post 2024 de Morena y del llamado proyecto de la Cuarta Transformación.

Alarma la excesiva militarización de la vida pública y civil de México, el marcado deterioro de las instituciones y la ausencia de una oposición con capacidades suficientes paran gestar opciones que, si no pueden disputar abiertamente el poder, al menos propicien los necesarios equilibrios políticos para impedir que una autocracia militar sea el nuevo signo de la normalidad ya nada republicana.

En semanas recientes un panel de expertos de alto nivel -de los llamados “think tanks”- se dio a la tarea de evaluar al presidente mexicano, sobre todo, frente a los potenciales retos y amenazas que significan sus cada vez más controvertidas decisiones, no solo para nuestro país, sino para la región de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, y el nuevo concierto geopolítico internacional en gestación.

La evaluación corrió en dos ejes. Uno, el del perfil psicológico que exhibe el inquilino de Palacio Nacional y dos, los entretelones que explican, desde el punto de vista ideológico, la excesiva radicalización del gobierno y sus implicaciones inmediatas en la democracia de la región.

Para los evaluadores, no hay duda de que el presidente López Obrador exhibe un claro perfil de “narcisismo extremo”. O como lo reetiquetaría en 1964 el filósofo alemán Erich Fromm, muestra rasgos claros de “narcisismo maligno”.

Bajo este cuadro psicológico, López Obrador exhibe una personalidad con aires de grandeza, falto de empatía, obsesionado en tener la lealtad absoluta de quienes le rodean y que disfruta engañando a todos -incluyendo su círculo más íntimo- sin compartir con nadie sus verdaderos planes.

Es un perfil antisocial e impulsivo, sin remordimientos y que carece de los mínimos sentimientos de culpa o vergüenza. Exhibe una gran falta de empatía en las relaciones con los demás y tiende a ignorar las normas éticas más esenciales. Es capaz de cometer cualquier ilegalidad sin el menor  arrepentimiento.

La psicopatía del “narciso extremo” o del “narciso maligno” lo instala en la arrogancia de creerse superior a todos, dueño de la verdad absoluta -su verdad-, incapaz de rectificar sus fallas y con la mesiánica actitud de sentirse que tiene tatuado un destino manifiesto a cumplir, un designio divino. Y eso lo tiene que consumar a cualquier precio, aun pasando por encima de todo y de todos, incluida la Ley.

Pero esa psicopatía se exalta – refiere el reporte de inteligencia- cuando acaba por cruzarse con la línea ideológica de extrema izquierda y que el presidente López Obrador trata de impulsar desde las tesis estructuralistas de filósofos marxistas, como el francés Louis Althusser y el italiano Antonio Gramsci.

La posición es la de destruir todo lo existente, desaparecer las instituciones y corromper o aniquilar todo lo que propicie los equilibrios políticos, económicos y sociales. Para los estructuralistas de la extrema izquierda, la democracia es un instrumento de dominación que es utilizada por el capitalismo con el fin de preservar el status quo y continuar así con la opresión de las mayorías.

De dientes para afuera -sobre todo en campaña y ahora frecuentemente en sus Mañaneras- López Obrador defiende la democracia. Pero en el fondo, y congruente con esa ideología hegemónica, su consigna es la de desarticular el aparato de vigilancia electoral – el INE- e inhabilitar cualquier instancia que defienda la democracia y la observancia de la Ley.

De ahí, sus constantes lamentos de… “Y no me salgan con que la Ley es la Ley”.  Lo único cierto es que López Obrador no cree en la legalidad, si esta le estorba a su visión muy personal, autócrata, irrebatible y sin consensos.

Bajo ese cruce de la psicopatía del “narciso extremo” o del “narciso maligno” con su posición del extremista althussiano o gramsciano que busca destruirlo todo para crear una hegemonía a su medida, puede entenderse -aunque jamás justificarse- las reiteradas y desafiantes provocaciones y actitudes autócratas del presidente López Obrador. Contra empresarios, contra intelectuales, contra organizaciones civiles, contra la Oposición, contra medios de comunicación y periodistas, contra instituciones, contra cualquiera que le da la contra.

En el fondo, la obsesión del presidente López Obrador es perpetuarse en el poder. De ser posible, justificando una ampliación  de su periodo, bajo el pretexto de que las instituciones y los poderes están en crisis -la que él mismo está creando- y que hace falta más tiempo para darle continuidad a que se concrete la Cuarta Transformación.

El documento de los servicios de inteligencia advierte que dos son los mayores puntos de apoyo de esta narrativa “narcisista althuseriana”. Una, la compra de las voluntades de una amplia base de más de 30 millones de mexicanos que se benefician con los programas asistenciales -del Bienestar- y la segunda, la garantía de que gracias a las complicidades creadas en los últimos cuatro años, la Fuerzas Armadas estarán su lado para respaldar sus arbitrariedades en el momento de la verdad.

De ahí, el proceso de corrupción al Ejército, convertido hoy en la institución con el mayor poder económico y que bajo la bendición presidencial está presente en decenas de tareas estrictamente civiles. Aunque en el reporte se advierte que ya existe una fractura muy seria hacia el interior de la Secretaría de la Defensa, entre los intereses que personifica el General Luis Cresencio Sandoval y los históricos que detentan el general Salvador Cienfuegos junto con dos ex secretarios de la Defensa.  Ahí se inscriben los Guacamaya Leaks que fueron hackeados desde la inconformidad de mandos castrenses mexicanos.

El reporte de inteligencia advierte que 2023 será un año definitorio para el futuro democrático de México y que el gobierno Estados Unidos deberá replantear el modelo de “diplomacia amigable” por una estrategia más confrontativa. Y eso ocurriría tan pronto pasen las elecciones del próximo 8 de noviembre en la Unión Americana.

¿Fantasía o realidad? ¿Estamos ante un presidente que se muestra como Aprendiz de Brujo, en un intento por someter todo a su innegociable e irreductible voluntad? ¿O estamos en la antesala de un golpe de timón que desde México le imponga una lección al resto de América Latina?

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