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19 de abril 2025

19 de julio 2023

¡Que alguien me explique!

Estado de excepción

Frente a lo irascible y lo iracundo que está el presidente Andrés Manuel López Obrador, crece por días el temor de que desde el poder se intente crear un “Estado de Excepción”

Por Ramón Alberto Garza

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Frente a lo irascible y lo iracundo que está el presidente Andrés Manuel López Obrador, crece por días el temor de que desde el poder se intente crear un “Estado de Excepción”.

Se le llama así a la preconfiguración  de condiciones que, a juicio del Jefe de Estado, impidan que se ejerza el Estado de Derecho y que ante la amenaza de un “enemigo público” obligue a la autoridad -sea el Presidente, el Congreso o la Suprema Corte- a decretar suspensión parcial o total de las garantías y los derechos ciudadanas.

La justificación para decretar un “Estado de Excepción”, un concepto creado por el jurista alemán Carl Schmitt, es que existen situaciones o intereses ilegítimos que amenazan al poder legítimamente establecido y la decisión de suspender derechos y garantías individuales, incluyendo el estado de sitio, se decreta para salvaguardar la paz y no se afecte el interés nacional.

En las últimas semanas, el presidente López Obrador viene calentando su discurso de odio y resentimiento, de división social entre fifís y chairos, entre conservadores y liberales. Aquí estamos frente a un “enemigo público”, repite una y otra vez.

El inquilino de Palacio Nacional está cada día más iracundo porque la sucesión presidencial amenaza con escapársele de las manos, porque su relevo no está tomando la ruta que él dibujó, el de una candidata de Morena que -sin competencia alguna- se hiciera cómodamente de la victoria en la elección del 2024.

Peor aún, cuando el mandatario asumía que la Oposición carecía de un rostro que de verdad retara a la candidata de Morena, apareció de súbito -bajo su padrinazgo y promoción- la figura de Xóchitl Gálvez, una cuña del mismo palo que sí le está apretando. Tanto que la todavía precandidata del Frente Amplio Opositor ya se ganó su espacio diario en los ataques presidenciales de La Mañanera.

Y para descalificarla, el inquilino de Palacio Nacional defenestra a Xóchitl Gálvez e incurre en abiertos ilícitos como extraer su información fiscal para manipularla públicamente, violando la Ley, en un intento por convertirla en una delincuente que “jamás vendió gelatinas”.

De tal magnitud es la obsesión sobre la precandidata opositora, que el presidente López Obrador está ignorando olímpicamente el exhorto de su Instituto Nacional Electoral, que le exige que cesen las acusaciones mañaneras contra Xóchitl Gálvez.

Si en México existiera el Estado de Derecho, el mandatario ya estaría en la antesala de un desafuero y de la prisión. Pero hoy está estirando la liga, está buscando la pelea -limpia o sucia- para crear una disputa nacional que pueda justificar el decretar el Estado de Excepción que desemboque, incluso, en el aplazamiento o la suspensión de las elecciones presidenciales del 2024.

No es difícil. Con que los amigos del régimen que militan en el crimen organizado desestabilicen una docena de estados -como ya lo están haciendo en Chiapas, Guerrero y Jalisco- se puede justificar que no existen las condiciones para celebrar unas elecciones en paz y que los ciudadanos puedan votar libremente. Con eso es suficiente. Dependerá de cuán amenazada se sienta la candidata de Morena frente a quien sea él o la candidata de la Oposición.

No estamos dibujando teorías conspiratorias. En la mente del presidente López Obrador existe la convicción de que toda la perversidad de los conservadores, de la mafia del poder, de los intelectuales y los medios de comunicación y de los Estados Unidos, están conspirando contra él y contra su partido, “fabricando” con el poder de sus medios, fenómenos políticos como el de Xóchitl Gálvez. Y en la psique del inquilino de Palacio Nacional cualquier cosa justifica frenar ese “atentado” contra el proyecto de la Cuarta Transformación.

El presidente López Obrador no sería el primero en intentar manipular a las masas buscando la perpetuidad en el poder. Lo hizo Donald Trump cuando era presidente de Estados Unidos y vio el avance de sus rivales demócratas e intentó manipular a las masas ignorantes norteamericanas que acabaron asaltando el Capitolio el 6 de enero de 2021, poniendo en peligro la democracia de aquella nación.

También lo hizo Jair Bolsonaro en Brasil, cuando el presidente derechista se dio cuenta que Luiz Inácio Lula da Silva lo había rebasado por la izquierda para arrebatarle la presidencia. El poder judicial y los militares lo frenaron.

Ambos, Trump y Bolsonaro, fallaron en su intento por crear el Estado de Excepción. Pero estuvieron a casi nada de lograrlo.

Si en el presidente López Obrador continúa creciendo la angustia de que el poder se le diluirá entre las manos y que sus “poderosos enemigos” -reales o ficticios- están amenazando su proyecto de Nación, crecerá la tentación de decretar ese Estado de Excepción, que no sería otra cosa que un auto golpe de Estado. Y hoy lo ponemos sobre la mesa de gran debate nacional, para que en su momento nadie se dé por sorprendido.

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