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¡Que alguien me explique!

En la Cumbre de la “hipocresía”

Los encuentros entre Jefes de Estado, las llamadas “Cumbres” como la que celebran en estos días los presidente de México, Estados Unidos y Canadá, destilan eso: hipocresía

Por Ramón Alberto Garza

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Hipocresía.- Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan (Definición del Diccionario de la Real Academia Española).

Quien sea que haya inventado la diplomacia, sin duda que edificó sus cimientos en la palabra “hipocresía”.

En fingir con una sonrisa, con un abrazo, con un protocolo, con una cena, con un brindis o hasta con un comunicado sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan.

Los encuentros entre Jefes de Estado, las llamadas “Cumbres” como la que celebran en estos días los presidentes de México, Estados Unidos y Canadá, destilan eso: hipocresía.

Las formas anacrónicas que rodean la parafernalia diplomática terminan hoy por resultar contraproducentes. En la era de las redes sociales, de la información abundante e inmediata, pocos creen lo que ven, porque algunos saben más de lo que salta a simple vista.

Esos protocolos fueron creados en el Siglo XIX y se fortalecieron en el Siglo XX, cuando el mayor impacto de un encuentro se daba con una fotografía, un video limitado y un comunicado que suscribían los mandatarios y que suele ser redactado días antes del encuentro.

Pero la nueva realidad obligó al mundo de la política y de la diplomacia a evolucionar. Lo que antes solo era manejado entre un puñado de cercanos, se volvió filtrado por decenas de personajes que participan en los acuerdos y en los desacuerdos.

Se entiende -y qué bueno- que lo que se intente proyectar sean imágenes sonrientes de “The Three Amigos” que buscar crear un mundo mejor para los tres países. Eso está bien para contar el cuento. Pero ese no es el cuento.

Joe Biden y Justin Trudeau están muy alarmados y molestos por la falta de respeto a los acuerdos energéticos y por el desprecio a inversiones hechas conforme a Derecho en los últimos 10 años, y por el desdén de México hacia las políticas del cambio climático.

El presidente norteamericano demanda una solución al envenenamiento de 110 mil norteamericanos cada año con fentanilo “Made in México” y una respuesta a la inseguridad desbordada en el vecindario sur dominado por dos cárteles.

Pero eso no se reflejará en ningún boletín de la Cumbre de Líderes de América del Norte. Decirlo tal como es no es “diplomático”. Hay que revestirlo de un poco de la pátina de la “hipocresía”.

A Andrés Manuel López Obrador no le gustan “los moditos” de Joe Biden -ya lo dijo en una mañanera- ni la frescura jovial y desparpajada de Justin Trudeau.

El mexicano los acorrala -y no sin algo de razón- con sus cuestionamientos sobre el saqueo energético a México, sobre la falta de control en el contrabando de armas que empodera ejércitos clandestinos o sobre la ausencia de una política migratoria conjunta, cuyo peso hoy parece descansar solo en México, convertido en el patio a donde deben ser enviados los indeseables.

Pero eso no se verá reflejado en ningún comunicado de ninguna de las Cancillerías. No va bien con la política exterior, hay que vestir hipócritamente el diferendo como una “oportunidad para ensanchar acuerdos”.

Pero los acuerdos que tendrán valor no son los que se leerán en las páginas de hoy o de mañana, sino los que se harán detrás del protocolo, despojados de la “hipocresía” diplomática.

Tendremos tres días de “luna de miel”, pero para el jueves o viernes -cuando muy tarde- comenzarán a asomarse los auténticos acuerdos y, sobre todo, los desacuerdos.

Alguien debe jubilar ese juego de la política exterior “hipócrita”, porque lo único que en estos tiempos dejan es la evidencia de que la realidad lo está rebasando. Ya lo veremos.

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