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El suicidio imperfecto

La relación de Donald Trump con Jeffrey Epstein no era superficial. La cercanía del presidente norteamericano con el oscuro financiero está ampliamente documentada.

Por Ramón Alberto Garza

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Como si la Casa Blanca no viviera suficientes crisis con la tuitomanía del presidente Donald Trump, una nueva tormenta, más peligrosa, amenaza al mandatario norteamericano: su relación con el multimillonario Jeffrey Epstein.

 

Es el financiero que el sábado apareció colgado en su celda de la cárcel de Manhattan, donde aguardaba un juicio por tráfico sexual de mujeres menores de edad a su servicio y al de algunos de sus clientes y amigos.

 

Epstein apareció muerto once días después de un fallido primer intento de suicidio, en medio de una serie de inexplicables irregularidades en su custodia, que dejan volar la imaginación a todo tipo de teorías de conspiración.

 

Entre esas irregularidades están el que, a pesar de su primer intento de quitarse la vida, no estuviera bajo extrema vigilancia.

 

Fallaron cámaras y custodios, así como el protocolo de tener un compañero de celda, como lo exigen las regulaciones para quien tenía ya confirmada su intención de suicidio.

 

Curiosamente la oportuna muerte de Epstein se da a horas de que se revelaran algunos de los presuntos clientes o amigos a quienes el financiero entretenía con citas o encuentros sexuales con sus chicas colegialas menores de 18 años.

 

En la lista de los poderosos amigos que presuntamente recibían los favores de Epstein, y cuya lista figura en el expediente, incluye “presidentes extranjeros”, un “muy conocido primer ministro”, “el dueño de una gran cadena hotelera” e incluso el Príncipe Andrés de Inglaterra, Duque de York.

 

La coincidencia de que esa lista de poderosos personajes se sumara al hallazgo del suicidio de Epstein bajo extrañas condiciones, levantó miles de cejas en suspicacia.

 

Sobre todo cuando existe un ingrediente que cada día aparece con mayor insistencia en los análisis y las investigaciones del Caso Epstein: su estrecha y larga relación personal con el presidente Donald Trump.

 

Decenas de fotografías en las que aparecen no solo Epstein y Trump, sino también Ghislane Maxwell, una socialité británica y por largo tiempo integrante del círculo íntimo del multimillonario. 

 

Es a ella a quien pretenden acusar de reclutar a las menores de edad para convertirlas en “esclavas sexuales” de su amigo y jefe Epstein.

 

Las imágenes del financiero y Trump departiendo durante muchos años en fiestas, con guapas modelos y atractivas jóvenes, abrieron en distintos medios y en Twitter teorías conspiratorias que buscan vincular el sospechoso suicidio con la intención de terminar abruptamente con la investigación.

 

Existe, de hecho, una controvertida declaración en The New York Magazine en la que Trump explica algunos detalles de su relación con Epstein, a quien califica de “gran tipo”  y que “es muy divertido estar con él”. 

 

Un hombre “que disfruta mucho su vida social” –dice el presidente norteamericano- “a quien le gustan mujeres hermosas tanto como a mí, muchas de ellas en el lado juvenil”.

 

De hecho, los expedientes asoman relaciones más que cercanas entre el multimillonario suicidado y Trump.

 

Existe un expediente de 1999 en el que Virginia Roberts, una chica de 16 años que trabajaba en el club Mar-A-Lago, propiedad del presidente norteamericano, fue reclutada especialmente para darle masajes a Epstein en su residencia.  

 

Y en el 2016 otra mujer, Kathie Johnson, interpuso un juicio contra Trump acusando que fue violada en una orgía organizada por Epstein y a la que asistió el ahora presidente. Ella tenía entonces 13 años.

 

El hecho es que la mezcla del misterioso suicidio, la lista de ricos y poderosos, así como la cercanía entre Epstein y Trump, abrieron espacio a la especulación bajo el supuesto de que “muerto el perro, se acabó la rabia”.

 

Pero quienes pensaron eso podrían estar equivocados. El actual procurador de los Estados Unidos, William Barr, salió ayer a denunciar las serias irregularidades en la cárcel donde se suicidó Epstein.

 

Y fue tajante cuando advirtió: “Vamos a llegar al fondo de lo que sucedió. Habrá consecuencias”.

 

Sea como fuere, el hecho es que la forense que examinó el cadáver del multimillonario suicidado aún no puede dar los resultados de la autopsia, en un claro indicativo de que esta saga de dinero, sexo y poder apenas empieza. 

 

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