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¡Que alguien me explique!

El “No Me Amenaces” a Romero Deschamps

Siempre aliado del PRI, Romero Deschamps fue tres veces diputado y dos veces Senador. Siempre plurinominal. Veintiún años saltando de una cámara a otra

Por Ramón Alberto Garza

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“No me amenaces, no me amenaces.
Cuando estés decidida, a buscar otra vida,
pues agarra tu rumbo y vete…
Porque estás que te vas, que te vas,
Y te vas, y te vas, y no te has ido”.
No Me Amenaces, de José Alfredo Jiménez

Carlos Romero Deschamps escuchó finalmente la fatal tonada del compositor guanajuatense José Alfredo Jiménez.

Se cansó de esperar que le llegara el amor de la Cuarta Transformación y ahora -con el anuncio de su jubilación- lo sentencian al olvido.

El presidente Andrés Manuel López Obrador lo dio a conocer oficialmente en su mañanera de ayer martes, en las vísperas de los festejos de la expropiación petrolera del 18 de marzo.

Y cerró el círculo que alguna vez intentaron, pero nunca lo lograron, ni Ernesto Zedillo, ni Vicente Fox o Felipe Calderón, mucho menos Enrique Peña Nieto.

“Quiero informarle al pueblo de México, que a partir del día de hoy, el señor Romero Deschamps ya presenta su renuncia, es decir, deja de ser trabajador activo de Pemex”.

Para unos es la crónica de una muerte sindical sobradamente anunciada, pero jamás consumada.

Para otros podría tratarse de un pacto para evitar que al líder sindical se le exijan cuentas de presuntos depósitos que lo relacionarían a él, o a algunos de sus allegados, con la Banca Privada de Andorra, el escondite español de los dineros oscuros de un selecto clan de políticos priistas. 

Con el formal retiro de quien fuera el supremo líder petrolero se cierra uno de los capítulos más oscuros del sindicalismo en México.

Encumbrado en el sexenio de Carlos Salinas tras la detención de Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”, el reinado de Romero Deschamps se prolongó por casi 28 años.

Se inició en junio de 1993 y se dio por concluido -en principio- en octubre del 2019, cuando anunció su salida pacífica como dirigente sindical, aunque se mantuvo como trabajador cobrando en nómina. Eso finalmente se terminó ayer con el anuncio presidencial.

Casi tres décadas como amo y señor de las voluntades y los presupuestos petroleros, Romero Deschamps operaba casi como el director de facto de Pemex.

No en balde su hijo José Carlos, orgulloso dueño de un auto Ferrari Enzo con valor de dos millones de dólares, paseaba lo mismo en Miami que en Los Ángeles, donde los empleados de los valet parking lo identificaban como “el hijo del dueño de Pemex”. De ese tamaño eran los desplantes de abundancia.

Nada diferentes a los de su hija Paulina, quien sin pudor exhibía en Facebook y en otras redes sociales su elitista vida en innumerables viajes con sus mascotas, a bordo de aeronaves privadas y a destinos del jet set internacional.

Romero Deschamps no había cumplido dos años al frente del sindicato, cuando el entonces presidente Ernesto Zedillo amenazó con la destitución. Lo consideraba un empleado al servicio de su antecesor.

Pero el líder petrolero fue arropado por la nomenklatura priista, encabezada por Emilio Gamboa, con quien acabaría por pactar la transferencia oscura de fondos del sindicato a la campaña presidencial del priista Francisco Labastida Ochoa, quien fue derrotado por el panista Vicente Fox. Aquel episodio fue bautizado en 2002 como el “Pemexgate”.

El llamado Presidente del Cambio lo confrontó y aquella guerra amenazó con paralizar a Pemex. Horas antes del estallido de las hostilidades, Romero Deschamps cedió y acepto ajustar a 17 mil sindicalizados y reducir algunas de las privilegiadas prestaciones de los que sobrevivieron. Sobrevivió el pacto.

Con Felipe Calderón, los acuerdos fueron más sencillos. Con el petróleo superando los 100 dólares por barril, la manga ancha era “generosa” con todos. Desde los jóvenes calderonistas que hacían y deshacían en la paraestatal -Juan Camilo Mouriño dixit- hasta los niveles intermedios del personal sindicalizado que reforzaron en Pemex su jugoso negocio.

Enrique Peña Nieto usó a Romero Deschamps para tener el apoyo incondicional para su Reforma Energética, a pesar de que para ese sexenio ya pesaban sobre el líder petrolero acusaciones de delincuencia organizada, fraude, extorsión, enriquecimiento ilícito, corrupción y tráfico de influencias

Siempre aliado del PRI, Romero Deschamps fue tres veces diputado y dos veces Senador. Siempre plurinominal. Veintiún años saltando de una cámara a otra.

Su compadrazgo con Juan Collado se fortaleció en los últimos años. Romero Deschamps solía pasar largos fines de semana en Acapulco, en la residencia de José Ramón Collado, padre del abogado. Un tercero en esas largas reuniones era Alfredo del Mazo, padre del actual gobernador del Estado de México.

La cercanía con Juan Collado -ligado hoy al descubrimiento de cuentas secretas en la Banca Privada de Andorra- se confirmó cuando Romero Deschamps fue sentado en la mesa principal, en la boda de la hija del abogado.

Y pasó la prueba del ácido cuando Juan Collado fue detenido en julio del 2019, cuando comía en el restaurante Morton’s, precisamente con su amigo Carlos Romero Deschamps, quien por un momento pensó que él sería el detenido.

Tres meses después, el líder petrolero anunciaba que renunciaba a su posición como Secretario General y que su lugar sería ocupado por Manuel Limón Hernández.

En días recientes, el periódico “El País”, publicó una amplia investigación titulada: Banca Privada de Andorra: El agujero negro del PRI.

En lo documentado por el diario español se reportan las cuentas que desde 2012 -al arranque del sexenio de Enrique Peña Nieto- abrieron allá 174 misteriosos clientes mexicanos. Sus depósitos totalizaban 243 millones de dólares.

Algunos analistas presumen que, entre esos 174 nombres, figurarían Romero Deschamps, algunos de sus operadores cercanos e incluso familiares.

¿Sería ese hilo el que jalarían el presidente López Obrador y el gobierno de la Cuarta Transformación para consumar la jubilación obligada a Romero Deschamps? El curso de las investigaciones lo revelarán. Por ahora solo se escucha en los pasillos de Palacio Nacional aquella tonada de José Alfredo Jiménez:

“Si ya fue tu destino, olvidar mi cariño,
pues agarra tu rumbo y vete.
Pero no me amenaces, no me amenaces.
Ya juega tu suerte, ahí traes la baraja,
yo tengo los ases”.

¿Quién la estará cantando?

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