¿Cuánto falta para la elección?

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20 de septiembre 2021

¡Que alguien me explique!

El Gran Fracaso

Lo sucedido en la cumbre de la CELAC fue un perfecto catálogo de lo que no se debe hacer cuando se busca un liderazgo continental. Y ese sonado fracaso tiene nombre y apellido: Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores

Por Ramón Alberto Garza

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La política exterior no acepta improvisaciones. Un paso en falso puede ser crucial para echar por tierra los grandes acuerdos que definan una relación bilateral o multilateral.

Lo que sucedió este fin de semana, en México, con la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños -el llamado CELAC- fue un perfecto catálogo de lo que no se debe hacer cuando se está buscando un liderazgo continental.

Y ese sonado fracaso tiene nombre y apellido: Marcelo Ebrard Casaubon, secretario de Relaciones Exteriores.

Repasemos el catálogo de los serios resbalones que involucraron una mala planeación, una pobre ejecución y un pésimo desenlace que se instala, quizás, como el más serio descalabro en lo que va del gobierno de la Cuarta Transformación.

I.- UNA MEDIOCRE CONVOCATORIA

Cuando buscas medirte con los grandes, y más aún, ser el líder de chicos, medianos y grandes, es necesario que estén presentes los grandes.

Y por la razón que sea -justificada o no- los tres grandes sudamericanos no se hicieron presentes. Ni el mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, ni el de Argentina, Alberto Fernández, ni el de Chile, Sebastián Piñera, acudieron a la convocatoria mexicana. Es decir, aquello acabó como una cumbre de medio pelo.

Está claro que, ninguno de los mandatarios ausentes, dejaron de deslizar que no comulgaban del todo, no solo con la iniciativa de sepultar a la OEA, sino también con la presencia de la Santísima Trinidad de la Izquierda, que incluye a sus colegas de Cuba, Miguel Díaz-Canel; de Venezuela, Nicolás Maduro y de Nicaragua, Daniel Ortega. Y ni que decir de las posturas del presidente mexicano.

II.- VENEZUELA SE ADUEÑA DEL SHOW

Nicolás Maduro es, sin duda, el más controvertido de los mandatarios que asistieron a la cumbre. Incluso por encima del llamado invitado especial a los festejos del 16 de septiembre, el cubano Díaz-Canel.

El presidente venezolano se les coló de última hora. No se le tenía como asistente en la lista original. 

Pero se tiene que ser muy ingenuo para pensar que un megalómano que adora los reflectores, y es un provocador profesional, iba a desaprovechar una oportunidad de hacerse notar.

Maduro estaba urgido de sacar a pasear los fantasmas políticos de su mentor y antecesor, Hugo Chávez, y por supuesto, de Fidel Castro y de su pupilo y sucesor, Díaz-Canel. Buscaba, por supuesto, competirle uno a uno el liderazgo al presidente López Obrador.

III.- EL “FANTASMA” DE CALDERÓN

Maduro no iba a dejar la cumbre libre para que el presidente Andrés Manuel López Obrador se instalara, sin problemas, como el nuevo líder de América Latina con su propuesta anti-OEA.

Sin duda, por eso fue que Maduro, “sin querer queriendo”, no dejó pasar la oportunidad para ofender al mandatario mexicano, recordando que la propuesta original de reestructurar a las naciones de América Latina, de crear en CELAC para buscar una nueva relación Estados Unidos, fue iniciativa del presidente Felipe Calderón en 2010.

Fue mencionar la soga en casa del ahorcado. ¿De verdad no sabía el presidente Maduro que Calderón era el “enemigo público número uno” para el anfitrión López Obrador? Nadie se la cree.

Por supuesto que fue un intento de recordarle a quien le quiere arrebatar el liderazgo de las izquierdas, que fue su antagónico -a quien acusa de “robarle la elección”-, el que se le anticipó en algo que nada tiene de novedad. Que lo que se discutió en la cumbre no es primicia del gobierno de la Cuarta Transformación. Lo menos diplomático posible.

IV.- EL TODOS CONTRA TODOS

Por supuesto que lo vestirán como un auténtico ejercicio de libertad de expresión, de tolerancia entre los mandatarios que asistieron, pero nada de eso.

Los presidentes de Paraguay, Mario Abdo Benítez, y de Uruguay, Luis Lacalle Pou, no escondieron su animadversión hacia los mandatarios de Venezuela y Cuba.

El presidente Lacalle fue claro al exponer la represión de las libertades y la ausencia de democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Y el cubano Díaz-Canel no dejó pasar la oportunidad para acusar a su colega, Lacalle, de ser un neoliberal que no escucha al pueblo. El uruguayo respondió que, al menos en su país, la oposición se podía manifestar.

Nicolás Maduro se acomodó entre tantas acusaciones, retando a los presidentes de Uruguay y Paraguay, a celebrar un debate sobre democracia.  

Las conclusiones del encuentro de los 33 mandatarios asistentes se maquillaron con 44 acuerdos que, en el fondo, no dejaron ningún buen sabor de boca.

Al final del día falló la convocatoria, hizo falta “planchar” los acuerdos previos entre los mandatarios, se colapsó la diplomacia entre media docena de presidentes y lo más lamentable, se frustró la propuesta del presidente López Obrador de crear un organismo alternativo a la OEA.

Bien haría Marcelo Ebrard en vacunarse, pero no contra el COVID, sino contra las reacciones de su jefe, el inquilino de Palacio Nacional.

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