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¡Que alguien me explique!

El Gabinete 4T se hace chiquito

Los serios, los que de verdad podían haber transformado, ya están fuera. Los radicales y los incondicionales engrosan ese cada vez más devaluado círculo del llamado Gabinete chiquito

Por Ramón Alberto Garza

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Después de años de silencio, la voz de Elba Esther Gordillo volvió a resonar y a escucharse fuerte.

La decana de los líderes magisteriales en México salió a cuestionar la designación de Leticia Ramírez como la nueva Secretaria de Educación, en el gobierno de la Cuarta Transformación.

Y en el noticiero matutino de Ciro Gómez Leyva, la Maestra censuró que el presidente Andrés Manuel López Obrador le dé prioridad a la política por encima de la educación, en la designación de la nueva titular de esa Secretaría.

Pero el de Leticia Ramírez, una leal y muy cercana colaboradora de la casa presidencial y ex activista de la CNTE, es la última designación que viene a confirmar la devaluación del gabinete del Gobierno de la Cuarta Transformación.

No se puede calificar de otra forma que como un crimen de Estado, el ver cómo el círculo lopezobradorista se achica, se opaca, se somete.

Como candidato, López Obrador se comprometió a llamar a colaborar  a los mejores hombres y mujeres para -juntos- conducir los destinos de la transformación que le proponía  a la Nación.

Buscando el voto de las mayorías, el tabasqueño dijo una y otra vez que desterraría el amiguismo, los compadrazgos y el favoritismo que dominaron los gobiernos “prianistas”, para seleccionar a aquellos que ocuparían las posiciones clave en su gabinete.

Como presidente, sin embargo, incumplió su promesa. Fuera de un puñado de personajes bien calificados -la mayoría de los cuales dejaron de despachar en Palacio Nacional antes de cumplir la mitad del sexenio- AMLO está faltando a su palabra.

El gabinete de la Cuarta Transformación pasó, en tres años, de una promesa integradora de distintas corrientes y visiones a ser un puñado de “floreros” que apenas decoran, y muchos de ellos convertidos hoy en “corchos” solo alcanzan a flotar en el limbo político de su incondicionalidad, sin tono propio ni destino.

¿No es acaso lamentable, el usar como efigie silenciosa en las Mañaneras a un hombre como Jorge Alcocer, cuando la batuta de la Secretaría de Salud le fue entregada, desde hace años, al inefable Hugo López-Gatell?

Sí, el mismo epidemiólogo que dijo en el clímax de la pandemia del COVID-19 que la fuerza del presidente era moral, no de contagio. Y el inquilino de Palacio Nacional ya vivió sacudidas del virus.

O solo escuchen al General Luis Cresencio Sandoval, “jugarle a las segundas” al presidente, para decir que los actos terroristas en Jalisco, Guanajuato, Chihuahua y Baja California, eran actos de propaganda, impulsados por los opositores neoliberales.

Las posiciones clave del llamado gobierno transformador están ocupadas hoy por compadres tabasqueños del presidente López Obrador.

Adán Augusto López despacha en Gobernación; Octavio Romero en Pemex; Javier May, antes en la Secretaría del Bienestar y ahora en la dirección del Fonatur; así como Audomaro Martínez en el Centro Nacional de Inteligencia, entre otros.

Curiosamente, todos ellos son los dueños y señores de los grandes presupuestos de la energía, de la alimentación, de las obras insignia de la Cuarta Transformación, como el Tren Maya.

También les fueron entregados puestos clave, estratégicos, a muy cuestionados operadores como Manuel Bartlett en la CFE; Rocío Nahle en la Secretaría de Energía; el depuesto acusado por corrupción, Ignacio Ovalle en Segalmex y el inefable Hugo López-Gatell, de facto, el zar del fallido y rezagado sector Salud.

Y existe otro apartado, el de “las y los incondicionales”, algunos de ellos excelentes personas, pero a los que se les asignaron los cargos sin mayores credenciales que las de la confianza y la lealtad a su jefe, el presidente, con quien vienen trabajando desde hace años.

En esta clasificación caen Rosa Icela Rodríguez de Seguridad Publica; Ariadna Montiel de Medio Ambiente y por supuesto, ahora, Leticia Ramírez, la muy cuestionada elección presidencial para dirigir los destinos educativos de la Nación.

Y no es que Lety -como se le conoce con afecto-, sea una mala persona, por el contrario. Pero la pregunta es la misma que en su momento se hizo cuando se designó a Delfina Gómez como titular de la misma dependencia.

¿Es acaso la antropóloga, responsable de la atención ciudadana del Palacio Nacional, la mejor opción para trazar la ruta del futuro educativo de un país como México? Sin duda no está calificada. Sus méritos son la cercanía, la amistad y la lealtad de quien la designó.

En el fondo, lo que sucederá es lo que -desde el arranque del sexenio, por debajo de la mesa-, se está fraguando. El nuevo modelo educativo de izquierda -comunista- que como estratega en jefe lo encabeza Luciano Concheiro, el subsecretario de Educación Superior y Secretario de Educación de Facto. Escuchémoslo.

El subsecretario Concheiro ya se confrontó, en su momento, con Esteban Moctezuma, el primer Secretario de Educación de la 4T; sometió a Delfina Gómez y ahora será Leticia Ramírez su tercera fachada. Es el único activo constante en la Secretaría de Educación, en lo que va del sexenio.

Pero ése es el derrotero que el presidente López Obrador le impuso a su gabinete. Los serios, los que de verdad podían haber transformado, ya están fuera. Los radicales y los incondicionales engrosan ese cada vez más devaluado círculo del llamado Gabinete chiquito.

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