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¡Que alguien me explique!

El “fracaso” de Meade

La campaña de José Antonio Meade no ha despegado, en gran medida, por el lastre de corrupción e impunidad que caracterizó a este sexenio

Por Ramón Alberto Garza

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Si alguien está a la caza del culpable del fracaso de la campaña priista a la presidencia 2018, no tiene más que asomarse a las cifras que recopiló ese excepcional intelectual llamado Gabriel Zaid en su último artículo titulado “Triste Sexenio”.

El balance es demoledor. Se incumplieron las dos promesas centrales del candidato Enrique Peña Nieto en su campaña presidencial del 2012: fin a la corrupción y a la impunidad.

Se falló en el intento de crear la prometida Comisión Nacional Anticorrupción, y entre 2012 y 2017 caímos del lugar 105 al 135 en el índice de percepción de la corrupción que publica Transparencia Internacional. El robo al Erario es abierto y descarado.

La inseguridad es la otra gran materia reprobada. En ese sexenio los homicidios dolosos aumentaron 18 por ciento, el promedio de secuestros subió 20 por cientoy el Índice Global de Impunidad nos ubica en el cuarto lugar mundial con mayor impunidad en el mundo. Nadie paga culpas.

El crecimiento que se prometía al 5 por ciento no superó el 3.5. La inflación se elevódel 3.57 por ciento al 6.77 por ciento en el 2017 y el dólar se encareció un 51 por ciento.

La deuda pública subió del 37 al 46 por ciento del PIB, la producción de gasolinacayó un 40 por ciento y el robo de combustibles se duplicó. Las gasolinas hoycuestan 70 por ciento más que al arrancar el sexenio.

Ese oscuro panorama, envuelto en cuestionables resultados de unas reformas estructurales que prometían mucho, acabaron atrapando a José Antonio Meadequien, aún desde su no-priismo, muy poco podía hacer para deslindarse del fracaso y al rechazo a todo lo que oliera a PRI.

Las visiones personales de Luis Videgaray y Aurelio Nuño secuestraron una campaña que convirtieron en un depósito incestuoso de una sola generación de neófitos políticos, aprendices de brujo enfundados en trajes Armani.

Renegaron de todo pasado tricolor y repitieron con Meade el secuestro y el aislamiento que durante todo el sexenio le aplicaron al presidente Enrique Peña Nieto.

De súbito, por obra y gracia de Videgaray y Nuño, todo el talento nacional se concentró en la Ciudad de México, con un puñado de cuarentones egresados del ITAM, sin la más mínima representatividad nacional. Quisieron sepultar al PRIAN, para dar a luz al PRITAM. Fallaron.

Para colmo hoy pretender hacer de Enrique Ochoa el “chivo expiatorio” de su fracaso, cuando el presidente del PRI fue el único que en el último año dio resultados constantes y sonantes a los tricolores.

Ingratos y malagradecidos son quienes hoy quieren crucificar a Ochoa Reza, cuando –haiga sido como haiga sido- sacó adelante el Estado de México, Coahuila y la asamblea nacional tricolor, que aceptó sin protestas la postulación de un no-priista.

Hoy la estrategia anti-López Obrador se renueva a la luz de la nueva encuesta deReforma, muy a tono con el cabildeo empresarial de la unificación a favor de Ricardo Anaya.

Si Anaya y Meade se alían (47 por ciento), y logran subir con ellos a Margarita y a El Bronco (5 por ciento más), crecen las posibilidades de frenar la llegada del tabasqueño (48 por ciento) a Los Pinos.

¿Veremos un segundo debate con solo dos candidatos en escena? ¿O aguantarán hasta el tercero?

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