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20 de febrero 2023

Internacional

El discurso que no se dijo

El embajador de México en Washington, Esteban Moctezuma, reflexiona sobre la relación bilateral en un discurso que no pudo ser pronunciado durante una ceremonia organizada por Uni-Trade y LULAC Concilio 12

Por Redacción Magenta

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Esteban Moctezuma, embajador de México en Estados Unidos, y María Elena Ginger, Comisionada de Límites y Aguas de Estados Unidos, fueron reconocidos por la empresa Uni-Trade y la organización LULAC Concilio 12 con el distintivo de Señores Internacionales para las fiestas del natalicio de George Washington en Laredo, Texas.

El sábado 18 de febrero se llevó a cabo en dicha ciudad, una ceremonia de homenaje a la que acudieron importantes personalidades  públicas de México y de Estados Unidos, como el empresario Eduardo Garza Robles y el congresista Henry Cuéllar.

El embajador Moctezuma tenía preparado un mensaje para el evento. Sin embargo, por razones de tiempo, declinó pronunciar el discurso completo.

 A continuación, se reproduce de manera íntegra el texto que estaba preparado para la ceremonia:

Por: ESTEBAN MOCTEZUMA BARRAGÁN

El novelista y poeta estadounidense Robert Penn Warren escribió: “La historia no puede darnos un programa para el futuro, pero puede darnos una comprensión más completa de nosotros mismos y de nuestra humanidad compartida, para enfrentar mejor el futuro”.

Saber más de nuestra historia compartida, nos da la oportunidad de saber quiénes somos, pero quizá más importante, de definir también en quiénes podemos convertirnos.

La historia de la relación entre México-Estados Unidos es la historia de una de las transformaciones más radicales entre dos países vecinos.

Dos países que han transitado de la guerra, el resentimiento y la distancia, a la cooperación estratégica y la búsqueda de un futuro común, basado en valores compartidos.

Hemos logrado transformar un pasado que nos separa en un futuro que nos une.

Antes de que existieran México y Estados Unidos como los conocemos ahora, existía, aquí mismo, la villa de San Agustín de Laredo, fundada en 1755, que se extendía en ambas márgenes del río Bravo.

Cuando en febrero de 1848, el tratado de Guadalupe-Hidalgo establece al río Bravo como límite fronterizo, se divide Laredo y se funda Nuevo Laredo.

Escuché aquí mismo, en Laredo, la historia de algunos pobladores que al enterarse de que su territorio sería estadounidense, decidieron cruzar el río con sus pertenencias, e incluso los restos de sus familiares que habían perdido la vida en la guerra, para establecerse en el lado mexicano.

A partir de entonces, una vida de activismo y búsqueda de mejores condiciones para sus pobladores ha caracterizado a la región.

En 1911, se reúne en Laredo el primer Congreso Mexicanista para protestar por la segregación, explotación laboral y violencia en contra de la población mexicoamericana.  Ese mismo año, Jovita Idár funda la Liga Femenil Mexicana para luchar por la educación de las comunidades mexicoamericanas en Texas.

Ya en el siglo XX, la Segunda Guerra Mundial acercó a nuestros dos países contra las potencias del Eje y las ideologías totalitarias. Empezamos a ser aliados.

Más adelante, tras el final de la Guerra Fría, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, marcó un punto de inflexión. 

Empezamos a ser socios esenciales.

Hoy, el T-MEC o USMCA sentó las bases para la creación de uno de los bloques económicos más importantes del mundo. Con visión de protección laboral y ambiental, Laredo es actor y testigo de primera fila de ello.

Nuestros dos países comercian más de un millón de dólares por minuto y, junto con Canadá, el bloque económico norteamericano abarca a 500 millones de personas y comercia 1.3 trillones de dólares.

Para Laredo, significa prosperidad y mejores oportunidades para su gente. El 97% del comercio de Laredo se hace con México y es el puerto terrestre comercial más importante de la frontera y del mundo.

En 2022, el comercio de Laredo con México ascendió a 291 mil millones de dólares. 25 mil millones de dólares al mes y 833 millones de dólares al día.

Esta vitalidad comercial no era conocida y tampoco apreciada por las poblaciones de ambos países. Sin embargo, cada generación se encuentra con su parteaguas histórico.

Para nuestros dos países, la pandemia del COVID-19 y la crisis económica hicieron visible lo invisible, al revelar la profundidad de nuestros lazos y la magnitud de nuestra independencia.

Estados Unidos y México tuvimos que alinear nuestros sectores esenciales para seguir funcionando. Por ejemplo, literalmente, se declararon trabajadores esenciales a las y los mexicanos que trabajan en agricultura para que las familias americanas no dejaran de contar con sus alimentos en la mesa.

El tamaño de nuestra integración económica y proximidad nos permitió crear una cadena de suministro altamente integrada, como la de la industria automotriz.

Por eso es que las partes de vehículos y motores son las principales exportaciones e importaciones de Laredo a México.

México y Estados Unidos, como parte de una región integrada, tienen un papel clave que desempeñar en la geopolítica actual, no sólo en la reconfiguración de las cadenas de suministro, sino también en temas como el avance exponencial de la biotecnología y la lucha contra el cambio climático.

Esto lo hemos podido entender ambos gobiernos y ambas sociedades. No es un discurso. Muchas decisiones empiezan a alinear políticas domésticas, bajo el paraguas de una visión global de Norteamérica.

La ley de Reducción de la Inflación recientemente adoptada en Estados Unidos, es un ejemplo de cómo la región de América del Norte se está configurando para influir en un futuro sostenible. Brindar incentivos fiscales para vehículos eléctricos y componentes de baterías fabricados no sólo en Estados Unidos, sino también en la región de América del Norte, es un paso valiente del presidente Biden.

De manera similar, la Ley de Chips y Ciencia, que proporciona $52,700 millones para la investigación, el desarrollo, la fabricación y el desarrollo de la fuerza laboral de semiconductores, creará oportunidades significativas para México, como lo enfatizaron la Secretaría de Comercio, Gina Raimondo, y el Secretario de Estado, Antony Blinken, durante el último Diálogo Económico de Alto Nivel (DEAN).

Se trata de dos esfuerzos para alinear las políticas internas con una visión regional más amplia, que posiciona a México como un socio confiable y un destino competitivo para inversiones productivas.

Una América del Norte más fuerte e integrada se traducirá en crecimiento económico, innovación, creación de empleo, desarrollo tecnológico, más comercio y flujos de inversión.

Nos permitirá ser autosuficientes, no depender de regiones lejanas y promover un modelo de desarrollo humanista, basado en el respeto a los derechos humanos, la libertad, y la democracia.

Así se acordó hace unas semanas entre los jefes de Estado de México, Canadá y Estados Unidos en la Cumbre de Líderes de América del Norte, realizada en Ciudad de México.

Todo esto abre oportunidades inéditas para los dos Laredos, ya que 40% del comercio bilateral hoy pasa por aquí.

El New York Times no se equivoca al afirmar que Laredo está “dando forma al futuro del comercio global”. Más de 4 millones de camiones de transporte pasan  por Laredo cada año.

Por eso, tenemos que seguir enfocados en mejorar la infraestructura, seguridad e innovación en la frontera.

Estamos convencidos de que los cruces y puentes fronterizos son una herramienta fundamental para aumentar la competitividad de la región de América del Norte.

Seguir invirtiendo en más y mejores puertos de entrada; en más y mejor tecnología y en más y mejor coordinación de nuestras autoridades, hará que la frontera sea más ágil eficiente y segura, además de que reducirá los tiempos de espera y los costos de transporte.

Ningún proyecto por sí solo es suficiente para atender el volumen de cruces y comercio proyectado para el futuro. De acuerdo con diversas estimaciones, el comercio en Laredo podría aumentar 60 mil millones de dólares y 100 mil millones en toda la frontera, para 2030.

Hagamos el esfuerzo de ver a Nuevo Laredo-Laredo como una región integrada que requiere de una planeación urbana y social integral constante.

Nuestros valores compartidos y la fuerza de nuestra geografía nos hicieron elegir la cooperación sobre el conflicto y la colaboración sobre la desconfianza.

La elección de cooperar como principio básico de la convivencia entre nuestros países, a lo largo de estos doscientos años, no se dio por casualidad ni es producto natural de las circunstancias o garantía de continuidad automática.

Es el resultado de una convicción bilateral, un entramado institucional y una convicción que hemos construido con esfuerzo a lo largo de los años.

Nuestra integración comercial y humana ha servido de catalizador para la paz y la estabilidad. Laredo es la prueba fehaciente de ello y supera las visiones más fatalistas.

En 1984, el entonces corresponsal del New York Times en México, Alan Riding, escribió un libro sobre la relación bilateral entre México y Estados Unidos.

Lo tituló “Vecinos distantes” porque pensó que capturaba la esencia de las interacciones de nuestros gobiernos y sociedades en esa época.

En el libro, Riding afirma que “probablemente en ninguna parte del mundo dos vecinos se entiendan tan poco”.

¡Qué transformación tan radical hemos logrado juntos! Hoy somos parte de una misma historia y estamos comprometidos en construir un futuro común.

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