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2 de mayo 2024

9 de abril 2024

Política

El aval de la verdad

Está claro que, el formato del debate de las candidatas y el candidato presidenciales, dejó mucho qué desear. Rígido, sin posibilidad de lucimiento, propicio para la superficialidad y no para profundizar

Por Ramón Alberto Garza

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Está claro que, el formato del debate de las candidatas y el candidato presidenciales, dejó mucho qué desear. Rígido, sin posibilidad de lucimiento, propicio para la superficialidad y no para profundizar.

Y hay confianza en que después del alud de cuestionamientos sobre ese formato, el Instituto Nacional Electoral proponga un nuevo esquema que se acerque más al debate y menos al interrogatorio.

Pero, al margen de esas cuestiones de forma, hay una de fondo que preocupa: el reparto de acusaciones de corrupción y de mal gobierno entre los candidatos, que son acallados por un simple “eso es falso” de la parte acusada. Y ahí se queda el cuestionamiento.

Sucedió innumerables ocasiones en el debate del domingo. Xóchitl acusaba a Claudia, Álvarez Máynez acusaba a Xóchitl y Claudia denunciaba presuntos ilícitos de Xóchitl.

En todos los casos, la candidata o el candidato que era acusada o acusado se limitaba a decir “no es cierto” o daba sus “otros datos”. Y ni para atrás, ni para adelante. El ciudadano que veía el debate se quedaba con más dudas que respuestas.

Por eso es urgente que el Instituto Nacional Electoral someta a un análisis las denuncias de quienes acusan y las respuestas quien es acusado. Para que el electorado, para que el ciudadano, no se quede con la duda. Quién miente, el acusador o el acusado. A quién se le cree.

Y para ello sería prudente contar con una figura equivalente a lo que en los medios de comunicación se da en llamar el “Defensor del Lector” o a quien en Estados Unidos se le conoce como “Ombudsman”.

En el debate bien podría ser llamado “El Aval de la Verdad”, un ciudadano o ciudadana de corte académico, analista, que fuera el responsable de recoger las denuncias de corrupción o cualquier otro dato dudoso para ser investigado y, en su momento, desmentido o confirmado.

Después de investigar el fondo de las acusaciones, ese “aval de la verdad” daría un día después del debate su conclusión para saber quién dice la verdad y quién miente. Para que las denuncias no se queden en un simple “no es cierto” o en un decir “eso es falso”.

Que si Claudia dijo que durante su gobierno se redujeron 40 por ciento los feminicidios y Xóchitl denuncia, por el contrario, que la Ciudad de México tiene el récord nacional de feminicidios y desapariciones de mujeres, además de que modificaron el sistema de contabilidad, pues que el Aval de la Verdad lo investigue y que un día después confirme a una y desmienta a la otra.

De nada sirve repartir acusaciones, echar culpas o exhibir denuncias, si todas se quedan en el aire. Y que la candidata o el candidato que mienta y utilice información falsa, para acusar o para desmentir, pague con el descrédito sus mentiras. En pocas palabras, que se sepa quién habla con la verdad y quién miente.

Que decir la verdad tenga su recompensa y que decir mentiras pague cara su factura de vergüenza social. Así de sencillo. Continuar, como fuimos testigos el pasado domingo, lejos de darle al electorado herramientas para tomar su décimo de voto, acaba por hartarlo de un juego de dimes y diretes que sólo favorece al Partido en el Poder.

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