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¡Que alguien me explique!

Ebrard, la experiencia

Funcionó muy bien la entrada en escena de Ebrard. Para darle con su experiencia la certeza y confiabilidad que le urge en esta crisis el gobierno de la 4T.

Por Ramón Alberto Garza

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Un soplo de aire fresco en medio de la crisis por el Coronavirus fue la entrada en escena de Marcelo Ebrard Casaubón.

El canciller debutó el lunes por la tarde para declarar oficialmente la esperada emergencia sanitaria nacional.

Los mexicanos esperaban que fuera el presidente Andrés Manuel López Obrador quien hiciera el decisivo anuncio, pero como en el juego de beisbol que tanto le gusta, designó al Canciller al bat. No como bateador emergente, sino como cuarto bat. Pero, ¿por qué el Canciller?

La habilitación de Ebrard como el nuevo rostro de la emergencia no es una casualidad. Sus méritos se remontan a la última crisis sanitaria, a la ola de influenza que azotó a México en el 2009.

Corría la mitad del sexenio de Felipe Calderón y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México era precisamente Marcelo Ebrard.

La relación entre el presidente panista y el jefe de gobierno perredista era muy ríspida. El ahora canciller no aceptaba el forcejeo político con el presidente panista que para entonces ya tenía al país en una crisis de seguridad.

Por eso cuando la Ciudad de México fue la más azotada entonces por la influenza, Ebrard no vaciló en ser el jefe de gobierno que en solitario, a contracorriente, decretó antes que nadie para la capital no solo la emergencia sanitaria, sino también la económica.

Para entonces, se nos olvida, la influenza del 2009 obligó como hoy a cerrar miles de restaurantes y negocios en la Ciudad de México.

La caída del 40 por ciento del mercado inmobiliario y una parálisis social desplomó el crecimiento a menos 7 por ciento en la ciudad de México. Dos puntos abajo del menos 5 por ciento que registraba el país.

Por eso a contracorriente de la federación, Ebrard declaró entonces, en solitario, la emergencia sanitaria. Y creó un fondo económico para apoyar a los negocios afectados, urgiendo la reactivación de la Ciudad de México.

No lo hizo a lo rebelde. Un día antes de decretar el cierre de la Ciudad de México, Ebrard envió a su Secretario de Salud, Armando Ahued, a correr cortesías a José Angel Córdova, el Secretario de Salud calderonista.

Ante el impacto de la decisión del jefe de Gobierno, el presidente Calderón se vio obligado a hacer lo propio. Y el 4 de mayo del 2009 convocó a los gobernadores de todo México a una reunión de emergencia para evaluar el impacto de la influenza.

Habían pasado dos años y medio del sexenio calderonista y hasta ese momento Ebrard, como jefe de gobierno, no había pisado Los Pinos. De esa dimensión era la confrontación.

Pero la crisis sanitaria y económica obligaba a hacer a un lado las diferencias políticas. Ebrard acudió, como todos los gobernadores a la cita. Y el presidente Calderón acabó instrumentando para el país las mismas medidas que días antes había anunciado el ahora canciller.

Eran los días en que Enrique Peña Nieto era gobernador del Estado de México y Miguel Ángel Osorio Chong el gobernador de Hidalgo.

En una imagen publicada en la portada de Milenio Diario del 5 de mayo del 2009, se ven saliendo de Los Pinos a Ebrard, Peña Nieto y al entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira. El único con tapabocas era el jefe de gobierno de la Ciudad de México.

El plan de Ebrard para sacar adelante la Ciudad de México prosperó y un año después de la crisis volvían la normalidad y el crecimiento.

Por eso decimos que la decisión del presidente López Obrador de hacer del canciller un nuevo rostro de la emergencia tiene su historia. Hay antecedente.

Frente al desgaste en la imagen del epidemiólogo Hugo López-Gatell, funcionó muy bien la entrada en escena de Ebrard. Para darle con su experiencia la certeza y confiabilidad que le urge en esta crisis el gobierno de la Cuarta Transformación.

Su inclusión ayer, de la mano de Olga Sánchez Cordero, en las reuniones de la Secretaría de Gobernación con los gobernadores y los jefes de las Iglesias refrendan ese rol. Porque Ebrard ya lo vivió antes, lo operó… y lo resolvió.

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