17 de enero 2019
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Creed 2: Una película de otro tiempo
La nueva entrega de la saga nos remonta a la épocas de aquel cine que nacía en los sueños y se fabricaba lentamente con amor y dedicación
Por Magenta Staff
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Rocky es filosofía de vida disfrazada de entretenimiento… y Creed II no escapa de eso.
La nueva entrega de la saga nos remonta a la épocas de aquel cine que nacía en los sueños y se fabricaba lentamente con amor y dedicación.
Ese cine en que la falta de recursos técnicos y económicos fomentaba las ideas y soluciones creativas.
Ese, que nos invitaba a soñar en cuanto las luces de la sala se apagaban y, que cuando encendían nos descubríamos distintos.
Creed II rinde honor a ese estilo y se aleja del cine que maquilla el vacío, que le apuesta a los monstruos grotescos, a los gritos sin dolor y a la sangre gratuita.
Por eso parece pertenecer a otros tiempos.
Creed II nos remonta a esos lugares, donde cada golpe tiene su impacto, cada decisión sus consecuencia y cada gota de sangre y sudor, su dolor y satisfacción.
La película nos lleva a una época de “luces que no iluminan”, como la de afuera de casa de Rocky, nos recuerda mejores tiempos, donde se fabricaban mejores recuerdos.
Han pasado 43 años desde que un total desconocido sumido en la precariedad absoluta nos presentara por primera vez a Rocky, y la franquicia resiste perfectamente el paso del tiempo.
Pues mientras muchas han muerto o sucumbido ante los estándares de las nuevas generaciones, la saga ha sabido reinventarse, ha envejecido con dignidad, fiel a su esencia, justo como su creador, Sylvester Stallone.
La saga no se adapta a los tiempos, exige que los tiempos se adapten a ella, porque usa la misma fórmula una y otra vez. Porque no necesita más.
Vivimos una época carente de iconos perdurables, en donde la rapidez de los tiempos eleva a personajes hasta la cúspide en un día para al siguiente olvidarse de ellos.
Pero nadie se olvida de Rocky que regresa y demuestra que sigue siendo no solo un icono imbatible de la cultura cinematográfica, sino de la cultura en sí.
Sus vivencias son tan reales, que la conexión espiritual con el personaje es inevitable; todos logramos conectar con la humanidad que desprende.
En Creed II hay ecos y fantasma. Mientras que unos regresan por venganza, otros regresan por amor.
Porque el amor ha sido parte fundamental de la serie; lo pone en el centro del cuadrilátero, ya que todas las decisiones de Rocky giran alrededor del amor por Adrien, su hijo, sus amigos, su entrenador. El amor hacia el otro.
La paternidad también ha sido eje central en la saga, pero es hasta esta entrega que se ubica como prioridad en la trama; el padre que busca reivindicarse ante su hijo, el que busca hacer lo correcto.
Por un lado Adonis se enfrenta al mismo dilema al que su fallecido padre Apolo: orgullo o familia. Apolo se dejó llevar por el orgullo y terminó muerto a manos de Drago. Adonis debe cambiar eso y hacer lo correcto, pero sobre todo, él logra entender el por qué pelea. El de entender la razón de su existencia.
Por otro lado están Viktor y Drago. Una historia que aunque no es la protagonista brilla por sí sola.
Viktor fue criado por Drago para concretar una venganza contra Rocky, al cual proyectan sobre Adonis.
Pero realmente la pelea de ellos no está en el cuadrilátero, sino afuera, en el abandono de que sufren por parte de la esposa y madre a consecuencia de la derrota contra Rocky treinta años atrás.
Viktor y Drago deben elegir entre venganza o amor. Tirar la toalla del rencor, porque tirar la toalla no necesariamente es perder, sino aprender.
Creed II expone las mismas heridas a nuevas cicatrices porque uno siempre vuelve a los lugares en los que fue feliz, y aunque de los personajes originales solo sobreviven Mary Anne Creed, Drago y Rocky, Creed II mantiene la misma estrategia del eterno Rocky: resistir, resistir sin importar qué; humillación, oscuridad, decadencia, enfermedad, pobreza, traición, muerte, porque no se trata de qué tan duro golpees, sino de que tan duro puedes ser golpeado y seguir avanzando.