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De Colosio a Lozoya

Hoy estamos en la antesala de un nuevo quiebre en el sistema político de México. El epicentro de esta sacudida es el escándalo Pemex-Agronitrogenados-Fertinal. O si se prefiere, Lozoya-Ancira. De lo que somos testigos es de un caso emblemático que amenaza con convertirse en la bala que intenta acabar con el sistema que instaló en el poder a la élite política, empresarial y mediática que domina a México desde 1990

Por Ramón Alberto Garza

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En los tiempos de las naciones existen ciclos que terminan con lo que se llama un “quiebre sistémico”.

Es el momento en el que el pasado insostenible es sacudido con violencia, buscando el parto de un nuevo presente que abra el camino a un futuro prometedor.

El último “quiebre sistémico” de México se dio con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. La bala que segó la vida del candidato del PRI modificó de raíz el estatus quo político.

La intención de aquella Nomenklatura del viejo PRI que desde las sombras propició ese quiebre, era darle un claro mensaje al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.

Y ese mensaje era que a quienes desde finales del sexenio de Luis Echeverría se les arrebató el poder, no estaban dispuestos a vivir seis años más en un neoliberalismo que los marginaba. Veían en Colosio una reelección de fachada.

Pero a pesar del asesinato del Cardenal Posadas, la emergencia del Ejército Zapatista y los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, ese neoliberalismo se reagrupó años más tarde desde los colores del PAN. Y sobrevivió hasta el 2018 con el nombre de PRIAN.

Hoy estamos en la antesala de un nuevo “quiebre sistémico”. El primero desde aquella tragedia en Lomas Taurinas.

El de ahora no es un sacudimiento que pase por el magnicidio físico. Se trata del intento de desmantelamiento de un modus operandi que se perpetuó por cinco sexenios, en los que la clase política y clase empresarial se fundieron en un solo rostro, en un negocio común.

El epicentro de ese “quiebre sistémico” de hoy es el caso Pemex-Agronitrogenados-Fertinal. O si se prefiere, Lozoya-Ancira-Covarrubias.

Estamos ante la detención de un emblemático empresario que fue beneficiario insignia de la privatización de Altos Hornos de México primero y de Fertimex después, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Para el nuevo sistema, Ancira es el prototípico empresario al servicio del PRI, que convirtió a su conglomerado en una “caja chica” de favores que luego eran recompensados con contratos públicos de privilegio.

Por eso su estrella se apagó en el sexenio del panista Vicente Fox. Se buscaba cerrar una de las llaves de las que se alimentaba el PRI en sus días de emergencia, cuando ya no despachaba en Los Pinos.

Por el otro lado está Emilio Lozoya Austin, un refinado cachorro del neoliberalismo, hijo de Emilio Lozoya Thalman, el eficiente y respetado Secretario de Energía en el sexenio de Salinas de Gortari.

Al instalarse en los albores del sexenio peñista como director de Pemex, Lozoya Austin presumía con orgullo su cepa salinista.

Pero acabó traicionando a su estirpe política bajo el espejismo de que creía que podía volar solo. Y con el combustible de los sobornos de Odebrecht logró entrar al nido círculo cercano peñista, convirtiéndose en operador del todopoderoso Luis Videgaray, artífice de la brecha que distanció a Peña Nieto de Salinas

Quizás por ello el abogado Javier Coello Trejo, el que fuera procurador de la República en el sexenio salinista y es ahora defensor del acorralado Lozoya Austin, amenaza con entregar las cabezas de Videgaray y de Peña Nieto.

Sería una demostración de que el cachorro solo respondió al aullido de la manada.

Por eso decimos que no estamos frente a una simple denuncia de corrupción que involucra el desvío de 475 millones de dólares del erario para consumar la estatización de una empresa que dos décadas y media antes fue privatizada.

De lo que somos testigos es de un caso emblemático que amenaza con ser la bala que intenta acabar con el sistema que instaló en el poder a la élite política, empresarial y mediática que domina a México desde 1990. Y eso es un “quiebre sistémico”.

¿Dónde estará hoy Lomas Taurinas?

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