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Cinco días de vida

Es triste presumir ser una potencia petrolera cuando estamos atrapados en un juego de dependencia con un solo país...Estados Unidos

Por Ramón Alberto Garza

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Mientras México se distrae con la próxima elección presidencial, una soberanía estratégica se perdió, se la regalamos a los Estados Unidos: la de los energéticos.

El reporte de la producción de gasolinas en las refinerías mexicanas volvió a caer en abril un 15 por ciento respecto al mismo mes del 2017. Apenas se generaron 276 mil barriles diarios contra los 325 mil del año pasado.

Y en la producción del diesel el desastre es todavía peor. Se desplomó su refinación 23 por ciento, al caer de 194 mil barriles diarios en 2017 a 149 mil barriles diarios en 2018.

Lo más alarmante es que ya somos absolutamente dependientes de los Estados Unidos en la importación de combustibles, con el dudoso mérito de ser el principal cliente de las refinerías norteamericanas.

En el 2007, al comenzar el sexenio de Felipe Calderón, apenas importábamos unos 87 mil barriles diarios de combustibles. Pero hoy, diez años después, las cifras se multiplicaron cinco veces.

De los 747 mil barriles diarios de gasolinas que exportaron los Estados Unidos, 421 mil los importó México. Es decir, el 56 por ciento de los combustibles que venden al  extranjero los norteamericanos son comprados por nuestro país.

Y en el diesel no existe diferencia. De los 635 mil barriles de diesel diarios que exportan los Estados Unidos, 332 mil son para México. Les compramos el 50 por ciento.

Para entender la pesadilla, tres de cada cuatro litros de gasolina que México importa, vienen de la nación manejada por el caprichoso, intolerante e irascible Donald Trump.

¿Imaginan lo que podría hacer el tuitero y antimexicano presidente norteamericano, si un día amanece de malas, o le cae mal su desayuno de McDonald´s, y decide que si no le pagamos el muro nos deja de enviar combustibles a México?

Y lo que es todavía peor. Nuestra capacidad de almacenaje de combustibles no alcanza ni para una semana de inventarios. Con cinco días que dejen de surtirnos las refinerías norteamericanas, el país se paraliza. Demasiado frágil.

Esa vulnerabilidad se la debemos a las políticas absurdas de seis sexenios consecutivos en los que no construimos refinerías nuevas, pero en los que tampoco le invertimos lo suficientes a mejorar o siquiera dar mantenimiento a las existentes.

Algún genio político compró la idea de que refinar no era negocio, que lo mejor era importar las gasolinas. ¿De quién el negocio?

Y ahora estamos atrapados en un juego perverso de costos de gasolinas en dólares y dependencia de las importaciones de un solo país, que son los Estados Unidos.

El escenario es todavía más que alarmante, si consideramos que la caída en la capacidad de refinación, ligada al crecimiento de las importaciones, nos está llevando a un colapso energético que nos exhibe en extremo vulnerables.

Quienquiera que sea el próximo presidente de México, está obligado a revisar este apartado energético que para cualquier nación es la sangre que moviliza al aparato productivo nacional.

Triste presumir ser potencia petrolera, en declive pero todavía potencia, y que nuestros combustibles sean producidos no por mexicanos, ni en refinerías mexicanas, ni con costos en pesos mexicanos.

Si algún día Estados Unidos viviera una guerra, que exigiera destinar sus combustibles a la batalla y cerrar sus importaciones, ya pueden imaginar quien va a pagar esos platos rotos: la parálisis de todo México.

Y el huachicoleo o robo de combustibles. Bien, gracias. Ese sí, a la alza y prosperando.

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