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19 de septiembre 2022

¡Que alguien me explique!

Arregle México, luego el mundo

El problema del presidente López Obrador es que su política exterior es errática, por decir lo menos. O a contrapelo de los intereses que mejor benefician a México, por decir lo más

Por Ramón Alberto Garza

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En su estrategia de política exterior que él mismo definió como “Uy, qué miedo, mira cómo estoy temblando”, el presidente Andrés Manuel López Obrador acabó renegando de Chico Che, su cantante tabasqueño favorito.

Y aunque había amenazado con fijar en su discurso del 16 de septiembre su postura sobre defensa de la soberanía de México frente a los Estados Unidos, el inquilino de Palacio Nacional se vio obligado a cancelar su muy anunciada bravuconada.

La visita del Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, obligó al mandatario mexicano a dar marcha atrás a su amenaza y a dejar para mejores días la rola de Chico Che.

Pero, en su lugar, el presidente López Obrador estrenó un discurso en el que propone al mundo crear un comité global de pacificación integrado por el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, el Papa Francisco y el secretario general de la ONU, António Guterres.

Su intención es alcanzar un acuerdo para que los conflictos bélicos, como el de Rusia con Ucrania, pacten una moratoria de cese de hostilidades de al menos cinco años.

Muy loable la propuesta, si fuera acompañada primero por una moratoria en el cese de hostilidades de todos los cárteles en México, que ya le arrebataron al gobierno de la Cuarta Transformación la mitad del territorio. Si López Obrador no puede pacificar a México, con qué cara sale a proponer un plan de paz al mundo.

Pero lo que fue todavía peor, aquello que intentaba ser una propuesta positiva, acabó por revertirse cuando fue interpretada por la comunidad global como “un favor para Rusia”.

Mykhailo Podoliak, asesor del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, fue al grano y censuró con severidad la propuesta del mandatario mexicano. La calificó de pro-rusa.

Podoliak advirtió: “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra para sus propias relaciones públicas, solo causan sorpresa. Presidente López Obrador, ¿su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar sus reservas antes de la próxima ofensiva? Entonces, su plan es un plan ruso”.

En pocas palabras, si lo que propone el mandatario mexicano se implementara, Rusia y Putin serían “los ganones”.

El problema del presidente López Obrador es que su política exterior es errática, por decir lo menos. O a contrapelo de los intereses que mejor benefician a México, por decir lo más.

Por ejemplo, una y otra vez en su Mañanera, el inquilino de Palacio Nacional repite que las relaciones entre su gobierno y los Estados Unidos están de lo mejor. ¿De verdad lo cree?

Dice repetidamente que su colega Joe Biden tiene los mejores sentimientos hacia él, que no existen conflictos insalvables entre ambos países y que el ruido de las malas relaciones lo generan sus adversarios, los conservadores.

De dientes para afuera, eso se escucha muy bien, pero la realidad es diametralmente opuesta. Y los hechos -como su propuesta “pacificadora” sacada de una chistera- hablan por sí solos.

No se recuerda, en los tiempos modernos de la política exterior mexicana, un desfile tan incesante de funcionarios del más alto nivel de los Estados Unidos viajando desde Washington para visitar Palacio Nacional.

John Kerry, quien fuera secretario de Estado en el gobierno de Barack Obama, ya vino en tres ocasiones a México para sostener encuentros, tanto con el presidente, como con personajes clave del gabinete en las áreas de seguridad, economía y energía. Viene como negociador plenipotenciario de Biden.

A eso hay que sumar que cada vez son más frecuentes los viajes a nuestro país de los directores y directoras de los tres organismos clave de la inteligencia norteamericana – CIA, FBI y DEA- para exigir una solución a los temas cruciales de los cárteles, el fentanilo y las negativas o los procesos lentos en la extradición de los capos del narcotráfico.

Ni qué decir de los altos mandos de las secretarías de Comercio – Gina Raimondo-, y Energía – Jennifer Granholm-, quienes ya se convirtieron en viajeros frecuentes a México buscando frenar el manotazo del gobierno de la Cuarta Transformación sobre las inversiones norteamericanas en energía y la reversa al uso de energías limpias.

Y, ahora, la visita personalísima del actual Secretario de Estado, Antony Bilken -el segundo en el comando de la administración Biden- quien sin duda tiene conflictos más cruciales con Ucrania, el Medio Oriente, China y Rusia, que venir a visitar a su vecino con quien -de acuerdo al presidente López Obrador- las cosas están “de maravilla”.

Lo que se trasluce detrás de tantas visitas de los altos mandos norteamericanos es la creciente preocupación en Washington por lo que sucede en México. Por más que se diga, no hay acuerdos y los conflictos y desacuerdos crecen.

Nadie va a movilizar con afanes turístico-diplomáticos o de mera buena voluntad, vuelos privados de aviones Boeing desde el Potomac para transportar vehículos blindados y agentes de seguridad con el fin de proteger a los distinguidos visitantes.

Mucho menos van a dejar esos hombres y mujeres con agendas globales todas sus estratégicas responsabilidades, para acudir tres, dos o incluso un día -como Bilken- para “celebrar” con el presidente López Obrador y con su gabinete “la excelente relación que tenemos”.

Si el inquilino de Palacio Nacional cree en su ingenuidad -o en sus devaneos ideológicos- que puede jugar a darle atole con el dedo a los Estados Unidos, mientras por la puerta de atrás le enmienda a Rusia la plana con su “moratoria por la paz”, está muy equivocado y el precio a pagar será muy alto.

Más temprano que tarde, la factura se le pasará -con enormes daños para México- a quien carece de una política exterior congruente y que tiene como Canciller a un subalterno que está más preocupado por complacerlo, en su intento por ganar la carrera presidencial 2024, que por darle rumbo y sensatez al rol de México en el delicado momento por el que transitamos.

Vamos invitando primero al Primer Ministro de la India, al Papa y al secretario general de las Naciones Unidas a México para ver si acuerdan un plan de paz con los “Jefes de Jefes”.

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