10 de enero 2022
¡Que alguien me explique!
Arranca de malas el 2022
Quisiéramos iniciar el nuevo año 2022 con buenas noticias, pero entre el desastre viral del Ómicron y la economía que apenas repunta y ya vuelve a dar tumbos de bajada, está difícil
Por Ramón Alberto Garza
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Quisiéramos iniciar el nuevo año 2022 con buenas noticias, pero entre el desastre viral del Ómicron y la economía que apenas repunta y ya vuelve a dar tumbos de bajada, está difícil.
Una de las primeras grandes malas nuevas podría ser el anuncio de que México ya no está entre las 15 economías más fuertes del planeta.
Lejos quedaron aquellos días en que vivíamos como la creciente potencia en el lugar undécimo, para luego caer al décimo tercero, el año pasado al décimo quinto y ahora al 16.
Y aquí sí, ni modo de agarrar de pretexto la pandemia, porque el Covid y su más contagiosa, aunque menos letal cepa del Ómicron, pegó parejo en todo el mundo.
Caemos en ese ranking mundial de producción por incompetentes, porque después de tres años de despachar en Palacio Nacional, el gobierno de la Cuarta Transformación no acierta a alinear las condiciones que nos mantengan en el Top 15 de las economías del mundo.
Cerramos el 2021 con un Producto Interno Bruto de 1.04 billones de dólares, que es muy inferior a los 1.17 billones de dólares que registramos en el 2015.
Con un mejor manejo de su petróleo y también de su turismo, aprovechando el boom asiático, Indonesia ya nos brincó y se apoderó del lugar 15 que nos pertenecía. Su Producto Interno Bruto es de 1.09 billones de dólares, cuando en 2015 estaba 150 mil millones por debajo de lo que producíamos en México.
Y no se diga lo que viene sucediendo con Corea del Sur, Australia y España, que en los últimos años ya nos rebasaron todos por la derecha. Y aquí, todavía haciendo experimentos desde la izquierda, buscando ser los líderes del gran fracaso latinoamericano.
No hay que hacer análisis profundos para entender que en México estamos -otra vez- dejando ir la oportunidad de la gran vecindad con Estados Unidos, la economía más consumista del planeta.
Y que lejos de sacarle ventaja a su confrontación económica con China para atraer esas inversiones a nuestro país, el presidente Andrés Manuel López Obrador parece empecinado en cabecear para el lado del golpe.
Ya se cumplieron tres años de enarbolar la bandera del conflicto, de la confrontación, de la lucha de clases entre fifís y chairos, de repetir como disco rayado todas las mañanas que hoy las cosas ya no son como antes. Tiene razón, ya dan signos de ser peores.
Y ahí los datos de la caída de México en el ranking de la producción mundial no deja lugar a dudas. No hay manera de presentar “otros datos”.
La inversión -la nacional y la extranjera- ya le piensa dos veces para invertir un dólar en un país que no respeta el Estado de Derecho y que pasa por encima de acuerdos que generaron miles de millones en inversiones, como la reforma energética, por ejemplo, a la que ya le merodea el espíritu nacionalista y confiscatorio.
Hay poco que arriesgar cuando los dos personajes del mundo energético en México son dos tabasqueños -un político como Manuel Bartlett y un agrónomo con Octavio Romero- que poco o nada pueden hacer por emproblemadas empresas como CFE y PEMEX, que dado su nivel de crisis exigirían del talento de directivos de clase mundial, con visión de futuro, sin cargas ideológicas ni vocación de floreros.
Y si a eso se le suma la fama internacional que alcanzamos con la estúpida política de “Abrazos, no balazos” que tiene hoy al crimen organizado como amo y señor de por lo menos el 60 por ciento del territorio nacional, ya vamos entendiendo por qué ahuyentamos los capitales.
Ni volviendo a sacar en La Mañanera la famosa estampita del “Detente”, el Espíritu Santo nos devuelve la confianza de los miles de millones de dólares que emigrando de China deberían estar aterrizando en México.
Cierren el círculo para cualquier analista internacional de negocios que ve que México sí logra primeros lugares, pero en el pésimo manejo de la pandemia, ubicándose como el líder mundial de muertos por Covid por cada 100 mil habitantes, y el riesgo de poner un peso en suelo azteca se eleva exponencialmente.
Y con solo asomarse a la enorme crisis de las líneas aéreas, el caos operacional y sanitario de los aeropuertos, no hay que tener una bola de cristal para confirmar que, a cómo vamos, pronto nos bajarán del lugar 16.
En su más reciente número, la prestigiada revista inglesa The Economist hace un análisis sobre el sistema energético mexicano y lo titula “Back to the disco era”, en franca referencia a que regresamos el reloj energético cuarenta años atrás, a los años 70 de aquella Fiebre del Sábado por la Noche.
Y el desenlace no puede ser otro más que continuar en caída libre, cuando se tiene a la empresa petrolera más endeudada del planeta, con 115 mil millones de dólares en préstamos, a la que se le dedican entre el uno y el dos por ciento del Producto Interno Bruto solo para mantenerla a flote.
Unido ese desastre al retroceso en los sistemas de generación de energía eléctrica y sin una oposición que enfrente el desafío de la renacionalización, México se colocará este año entre las naciones poco competitivas energéticamente para producir a bajo costo, no se diga la descalificación a las energías renovables.
¿Algún signo positivo para esperar que se recuperen pronto los escaños perdidos en el índice mundial de competitividad? Ninguno. De hecho, todo lo contario.
The Economist lo advierte con toda claridad en el cierre de su análisis: “Si López Obrador gana, el mexicano común y corriente perderá”.
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