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¡Que alguien me explique!

AMLO sin guardias

Andrés Manuel López Obrador ha reiterado que no será resguardado por el Estado Mayor Presidencial. No obstante, sería prudente reconsiderar esta medida

Por Ramón Alberto Garza

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El presidente electo Andrés Manuel López Obrador intenta borrar de un plumazo los guardias presidenciales y la flota de aviones del gobierno.

Tres medidas que sin duda buscan dar una clara muestra de que el nuevo gobierno morenista será sencillo, austero y no incurrirá en muestras de opulencia y de poder. Intenciones todas, sin duda, dignas de un gran aplauso.

Pero quizás haya que reflexionar un poco más sobre algunas de ellas, sus matices, sus riesgos y sus alternativas.

Porque al anunciar que no quiere ni guardias, ni Estado Mayor Presidencial, López Obrador está buscando eliminar esas escenas de decenas de escoltas que históricamente exhiben el poder de la custodia, pero que aíslan al mandatario del contacto con sus gobernados.

Acostumbrado a no tener guardias, el virtual presidente dice que será el pueblo el que lo cuide. Y solo pide a la prensa, en especial a sus fotógrafos y camarógrafos, que no se le vayan encima y lo lastimen.

Pero una cosa es la excelente intención de mostrarse afable y sencillo, y otra muy distinta es la de vigilar y custodiar la institución presidencial que representa.

Porque el tabasqueño debe entender que para ejercer el poder y acabar con tantas lacras, pisará callos de tigres que rugen en serio. Desde políticos hasta empresarios. Y no se digan cárteles o mafias, lo mismo de la droga que del huachicoleo.

Algunos de aquellos a los que el poder del Estado desafía siempre tendrán la tentación de dañar o eliminar a un Presidente que les trastoca sus intereses.

Y para muestra ahí están los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, hasta los más de 130 políticos que fueron victimados en la campaña electoral que acaba de concluir.

Sin duda que del tamaño del temor es el tamaño de la escolta. Y López Obrador quiere dejar en claro que él no teme a nadie, porque no tiene enemigos. Y a sus adversarios les tiende la mano.

Pero el tener pensamientos positivos no lo exime del peligro al que podrá estar expuesto,como presidente que será de todos los mexicanos.

Confiarse en la buena fe, cerrando los ojos a que existen intereses nacionales y extranjeros a los que no les van a gustar sus políticas ni sus modos, es no solo ingenuo, sino peligroso.

Un atentado físico en su contra se convierte en un acto de desestabilización que trastoca a la nación entera. En lo político y en lo económico.

Sin duda tendrá todo el derecho a reubicar o desaparecer los miles de elementos del Estado Mayor Presidencial. Pero un grupo muy compacto de agentes de seguridad que estén alertas ante la mínima posibilidad de hacerle daño, no está de mas. Razónelo bien, futuro señor presidente.

Y por lo que toca a los aviones, eso sí es diferente. Más allá de no emplear con eficiencia el valioso tiempo y pagar el precio de traslados y demoras de aviones comerciales, el mensaje que López Obrador pretende dar es de congruencia frente a la realidad.

No se puede vivir en una nación con 56 millones de pobres, 13 de ellos en pobreza extrema, viajando en un lujoso Boeing 787-8 con valor de 7 mil millones de pesos, digno de un Sultán o jeque petrolero, de los que no tienen que rendir cuentas de lo que malgastan.

Sobre todo viajando, dentro del país o en el extranjero, con séquitos de funcionarios, burócratas y periodistas a los que hay que alimentar y darles alojamiento, con cargo al Erario nacional.

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