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AMLO y la buena fe

Andrés Manuel López Obrador urgió a los líderes de la CNTE, que tienen bloqueos Michoacán, a que tengan conciencia y que liberen las vías. Su respuesta deja la misma sensación de impotencia que dejó frente a la tragedia de Tlahualilpan. Qué bueno que el presidente sea un hombre de buenos sentimientos, pero en sí mismos no son suficientes para gobernar a una nación con una severa ausencia de Estado de Derecho

Por Ramón Alberto Garza

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Cuestionado sobre los bloqueos de la CNTE a los ferrocarriles en el sur de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador urgió a los líderes magisteriales a que tengan conciencia y que liberen las vías.

A pregunta expresa en su conferencia mañanera de ayer lunes, el mandatario dijo: “Espero que tengan conciencia de que ya se les atendió y tomen la decisión de liberar las vías. No lo descarto, porque ya no habría motivo, sería un capricho y entonces no quedaría bien, serían mal vistos”.

El presidente López Obrador se refería a que si el bloqueo era por el incumplimiento salarial del gobierno michoacano, el caso debía estar cerrado y los bloqueos levantados.

Sobre todo porque Hacienda ya le había enviado mil millones de pesos al gobernador Silvano Aureoles para enfrentar la contingencia. Por tanto se acababa el pretexto con el que justificaban los bloqueos.

Pero cubiertas las exigencias salariales, se sumaron nuevas peticiones. Y lo cierto es que las vías de ferrocarril continúan obstruidas, lesionando las operaciones de cientos de empresas que mueven su carga por ferrocarril.

Para colmo, el jefe de la Cuarta Transformación advirtió que por principio no dará la orden de reprimir al pueblo, si lo que se espera es que los bloqueadores de vías sean retirados con el uso de la fuerza.

Por donde se le vea, la respuesta presidencial es pobre y muy triste.

Porque el hombre responsable de hacer valer en México el Estado de Derecho parece rehuir a su obligación, amparado en su bondadosa percepción de que los que infringen la ley serán iluminados para convertirse al bien y que por ende el mal desaparecerá. Así, por generación espontánea.

Qué bueno que el presidente López Obrador sea un hombre de buenos sentimientos. Pero en sí mismos no son suficientes para gobernar a una nación con una severa ausencia de Estado de Derecho.

Lo más lamentable es que no es la primera vez que esto sucede en los ya casi dos meses de iniciado el nuevo gobierno.

La misma sensación de impotencia se vio en la respuesta presidencial frente a la tragedia de Tlahuelilpan en donde murieron 115 personas que saqueaban combustible de un ducto.

Lejos de ser vistos como delincuentes, por apoderarse de los bienes de la nación, aquellos que perecieron calcinados dentro o junto a la alberca de huachicol, fueron exculpados por la bondad del inquilino de Palacio Nacional.

Se justificó el saqueo bajo el argumento de que las víctimas no tenían lo más elemental para vivir y de esa actividad ilegal buscaban el sustento diario.

De hecho se les tendió la mano presidencial para invitarlos a que se incorporaran a un trabajo decente, para que dejaran de robar las gasolinas de Pemex.

Lo que se transpira en el ambiente de la justicia lopezobradorista no huele bien.

El olor es de un inexplicable perdón frente a la violación fragrante de la ley. Y el fin a la impunidad que tanto se prometió en campaña, se desvanece en un rio de bondad infinita, que no reconoce el crimen y que le rehúye al castigo.

Desde hace semanas esperamos que se den las primeras detenciones, ya no de los huachicoleros del pueblo, sino de los grandes funcionarios o empresarios de cuello blanco que fueron los grandes saqueadores. Solo indagatorias, ninguna consignación.

También esperamos una muestra de autoridad para rescatar vías de comunicación cuya obstrucción daña a los  compatriotas empresarios que invierten o a los trabajadores de las empresas afectadas, pero nada.

Y en vano esperamos las investigaciones de Odebrecht, de la Estafa Maestra o del saqueo a las finanzas de media docena de Estados. Todavía nada de nada.

Qué bueno que el presidente López Obrador haga de la bondad y del auto arrepentimiento sus banderas.

Pero en la realidad no es su pueblo bueno y sabio el que saquea, sino criminales, malos y astutos, los que ya le están tomando la medida y que hoy tienen en la inacción del gobierno a su mejor cómplice.

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