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13 de octubre 2020

Internacional

EU 2020: La campaña del odio y el miedo

9 de cada 10 estadounidenses ya saben por quién votarán este próximo 3 de noviembre y las campañas de ambos Donald Trump y Joe Biden lo saben.

Por Bernhard Buntru

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Ya lo vimos. En Estados Unidos, el primer y quizá último debate presidencial de esta campaña no fue ni debate, ni presidencial.

En cambio, fue un reflejo de la realidad política que se vive en ese país. Una realidad dominada por el tribalismo de partidos y sí, por el odio también. 

Los expertos lo llaman: partidismo negativo.

Así es. Si algo puede explicar la polarización política que se vive en Estados Unidos es el partidismo negativo.


De acuerdo con los politólogos Alan Abramowitz y Steven Webster de la Universidad de Emory, el concepto es bastante sencillo:


En las últimas décadas, la política en Estados Unidos se ha convertido en una suerte de rivalidad deportiva en la cual los partidos se sostienen principalmente por el simple odio hacia el otro equipo y no tanto por sus propuestas políticas.


Eso se traduce en que los conservadores -alineados ahora con el Partido Republicano- y los liberales -representados por los Demócratas- no solo no puedan ponerse de acuerdo, sino que, en realidad, les gusta odiarse mutuamente.


Sin embargo esto no siempre fue así.


Hace apenas una generación, un ciudadano común podía votar por un partido en las elecciones locales y estatales y por otro en las federales. Todo dependiendo de qué tan conveniente le resultaran las políticas de uno o del otro.


Pero ahora la cosa es muy diferente.


Las encuestas demuestran que hoy, los electores en Estados Unidos están casados con su partido y con su ideología.


Eso significa que los políticos -y los partidos- ya no tienen que convencer a los electores de que ellos son la mejor opción, sino que los otros son la peor alternativa posible.

Los científicos le atribuyen este cambio a tres factores principales.

Uno, que la política estadounidense se ha vuelto cada vez más enfocada en lo nacional y menos en lo local.

Dos, que los partidos se han ido clasificando como el partido urbano y el partido rural. El liberal y el conservador.

Y tres, que los márgenes en las elecciones se han vuelto cada vez más estrechos, y por consecuencia, estas se han vuelto mucho más reñidas.



Donald Trump lo entendió muy bien en 2016 y ahora el Partido Demócrata está jugando el mismo juego.

Por un lado, la campaña del republicano asegura que los demócratas significan la traición a ciertos valores tradicionales de Estados Unidos; el fin de un país que alguna vez fue grande.


Por el otro, la campaña de Joe Biden advierte que una segunda victoria del errático Donald Trump representa un riesgo existencial para Estados Unidos.

Por eso tuvimos un espectáculo como el primer debate presidencial de este 2020. Porque antes de que se realizara, el 95% de los electores estadounidenses ya sabía por quién va a votar: votarán por su identidad y por las ganas de ver al otro perder. Esto, aunque sepan que su propio candidato no sea el ideal.


Porque hoy, en la política, parece que no existe nada mejor que ver al otro perder.

Sí, aunque por eso perdamos todos.

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