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5 de diciembre 2019

Política

La Reconquista de América

Lo vemos en toda América Latina. De la mano de políticos poco convencionales, un nuevo fundamentalismo religioso está tomando al continente por sorpresa.

Por Bernhard Buntru

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Gandhi decía que aquellos que creen que la religión y la política no se mezclan, no entienden ni una ni la otra. Porque no solo es Jeanine Áñez de Bolivia entrando al Palacio cargando con la Biblia por delante, es Trump, es Bolsonaro, es Bukele y sí, también es Andrés Manuel.

Y es que, comparado con otras regiones, el Nuevo Mundo es -y ha sido- tierra fértil de creyentes. Las creencias de los pueblos indígenas, las religiones de las grandes civilizaciones, la cristiandad de los europeos, y una mezcla de todas ellas.

Pero en las últimas décadas, una vertiente del cristianismo se ha consolidado sobre todas las demás: Los evangélicos. Y sobre todo, los neopentecostales.

El historiador Enrique Dussel explica que su crecimiento responde a los cambios económicos y culturales que han vivido los países latinoamericanos en las últimas décadas, donde, a pesar de haber tenido gobiernos socialistas, la cultura individualista de la economía de mercado ha permeado en todas las clases sociales.

“Es un cristianismo fundamentalista, fanático, pero que educa la subjetividad para entrar al mundo moderno donde ahora hay que trabajar para lograr una cierta riqueza. Y la riqueza es considerada una gracia de Dios. Entonces, es un fenómeno ideológico novedoso que está prendiendo en muchas partes”, comentó el también teólogo en entrevista con Aristegui Noticias.

Descritas por Miguel Ángel Bastenier en el diario El País como “una variedad de iglesias tan populares como populistas”, las congregaciones evangélicas con líderes carismáticos han golpeado la hegemonía histórica de la Iglesia Católica en América Latina.

En 1970, 90% ciento de los latinoamericanos eran católicos. Para 1996 era el 80% y para 2018 apenas el 60%. Mientras tanto, los latinoamericanos que se definen como evangélicos han pasado de un 3% en la década de los 70s, a un 19% hoy en día.

En algunos países centroamericanos, como Honduras o Guatemala, el fenómeno se acentúa y los evangélicos prácticamente igualan o incluso superan en porcentaje a los católicos.

Y este cambio demográfico, para nada desaprovechado por algunos actores políticos -sobretodo de conservadores-, ha dado oportunidad para que estos grupos religiosos influyan directamente en la política.

Y nuestro país no esta exento de esa tendencia.

Por ejemplo, el presidente Andrés Manuel López Obrador forjó una alianza con los envagélicos y los puso de su lado. Quizá eso explica por qué evita hablar del aborto o del matrimonio igualitario.

Hace quince años, 88% de los mexicanos se identificada como católico. Pero en el último censo de población del INEGI ese porcentaje disminuyó a 82.9%.Mientras tanto, el porcentaje de cristianos no católicos en el país ronda el 8 por ciento, según datos oficiales. Y va en crecimiento.

Y, si bien la ley en México prohíbe la existencia de grupos políticos de naturaleza religiosa, existe uno al que le identifica como el partido de los evangelistas: el Partido Encuentro Social, aliado del presidente López Obrador e impulsor de una agenda socialmente conservadora.

La investigadora de la UNAM, Cecilia A. Delgado-Molina, describe este fenómeno como un ejemplo del pragmatismo político y religioso que abre caminos hasta ahora prohibidos en México, y que tendrán consecuencias a futuro.

Pese el dicho: “‘Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios’, en gran parte del continente la Iglesia Católica reinó por siglos de la mano de los gobernantes.

¿Estamos ahora acaso ante una reconquista evangélica de América?

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