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Morena en crisis

Los choques frontales que testificamos hoy deben servir como una advertencia: cuidado con ganar el gobierno y perder el partido

Por Ramón Alberto Garza

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Cuidado con ganar el gobierno a costa de perder el partido. Ese fue el dilema que planteó Carlos Castillo Peraza el día en que el PAN y Vicente Fox triunfaron en la elección presidencial del 2000.

Y fue profética la predicción del último ideólogo albiazul, quien a su sorpresiva muerte en Alemania en septiembre del 2000 no alcanzó a ver instalado ni a su partido ni a su primer presidente en el poder. Pero su máxima se consumó: el PAN ganó la presidencia, pero se perdió como partido.

Ahora toca el turno a Morena, el partido que con el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador logró la hazaña de ganar en solo cinco años la presidencia de México y el control legislativo de la nación.

Pero a solo ocho meses de ganar el gobierno, Morena está perdiendo el partido.

Dos conflictos exhiben las choques dentro del ahora Partido en el Poder.

Uno, la disputa por el control político del Senado exhibido en la confrontación entre Ricardo Monreal y Martí Batres.

Dos, los abiertos jaloneos por la dirigencia de Morena, hoy en manos de Yeidckol Polevnsky, pero cuya silla ya buscan abiertamente Mario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas Díaz Durán.

El más reciente desencuentro es la pugna abierta entre morenistas que se dio entre Monreal y Batres por la presidencia de la Mesa Directiva en el Senado.

Monreal, en su calidad de jefe parlamentario de Morena en la Cámara Alta, buscó el consenso de los legisladores morenistas para instalar a la senadora tabasqueña Mónica Fernández, desplazando a Batres de esa posición.

La acción apoyada por los senadores morenistas fue respaldada también por los senadores del PT y por los del Partido Encuentro Social, quienes apoyaron las propuestas de Monreal.

El recuento final fue de 33 votos contra la permanencia de Batres, 29 a favor de que se mantuviera y dos abstenciones.

El hecho enfureció a Batres, quien en su Twitter denunció que Monreal lo persiguió y lo combatió para sacarlo de la Mesa Directiva, acusándolo de faccioso e incapaz de encabezar un amplio movimiento.

Monreal salió también con un tuit a defender la postura del Grupo Parlamentario de Morena y aceptó que existen decisiones que suscitan controversia y hasta polarización, pero dijo que no entraría en conflicto.

El hecho es que esta confrontación ya se convirtió en el preámbulo de otro choque mayor: el de la disputa por la dirigencia nacional de Morena.

Yeidckol Polevnsky salió a respaldar a Batres y en su Twitter calificó de vergonzoso que en el Senado se hagan maniobras para que en una reunión interna del Grupo Parlamentario llamen a votar al PES y no al PT.

La presidenta de Morena dijo que Monreal era un factor de división al interior del partido y le demandó mayor ética política.

Pero lo que pocos alcanzan a ver es que la disputa Monreal-Batres arrastra los jaloneos por el control del Partido en el Poder.

Con Yeidckol Polvensky cuestionada por los manejos del partido –la Ley Bonilla y los fondos del INE a los partidos– Monreal viene empujando a Alejandro Rojas Díaz Durán para ser el nuevo dirigente nacional.

Incluso Mario Delgado o Bertha Luján, quienes también anunciaron que buscarán la presidencia de Morena, podrían recibir el apoyo del líder de la bancada morenista en el Senado. Cualquiera, menos la actual líder.

Y en la otra esquina, Yeidckol Polevnsky buscando los consensos necesarios para ratificarse en la presidencia y teniendo a la corriente de Martí Batres entre sus principales apoyos para contrarrestar el bloque mornealista.

Lo que vemos hoy en el Senado no es sino un adelanto de los golpes duros y bajos que se darán en la ya inminente elección de la dirigencia de Morena, convocada para noviembre.

Pero los choques frontales que testificamos hoy no son sino la ratificación de aquello que profetizó en su momento Castillo Peraza: cuidado con ganar el gobierno y perder el partido. Morena vive hoy su primer gran crisis.

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