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¡Que alguien me explique!

12 Huérfanos de la República

La indignación crece entre los mandatarios estatales porque se sienten abandonados, en la más absoluta orfandad, sin interlocución alguna con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Por Ramón Alberto Garza

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Tres días antes del décimo quinto encuentro en Guanajuato de los gobernadores convocados dentro de la llamada Alianza Federalista, se dio el drama de las 24 ejecuciones en Irapuato.

Ese trágico suceso, además de que Francisco García Cabeza de Vaca -gobernador de Tamaulipas- dio positivo en la prueba de Covid-19, boicoteó el formato en vivo de la reunión que tendría como sede la emblemática tierra de la Independencia.

Pero los ánimos para reunirse no disminuyeron. Y el encuentro semanal de coordinación de los gobernadores que se gestó para enfrentar la amenaza del Coronavirus, se dará hoy por videoconferencia en Zoom, bajo su lema “Resistir Unidos, Nuestra Mayor Fortaleza”.

Con la novedad de que desde aquel primer encuentro entre los tres gobernadores de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, el ahora llamado Club de los Huérfanos de la República ya elevó su membrecía a doce mandatarios.

La lista incluye a los gobernadores de Nuevo León, Jalisco, Coahuila, Tamaulipas, Chihuahua, Michoacán, Guanajuato, Colima, Durango, Aguascalientes, Querétaro y San Luis Potosí.

Y mas que cómico es emblemático aquello de los Huérfanos de la República. Desde hace seis meses que el presidente Andrés Manuel López Obrador no se digna a cruzar palabra con los gobernadores. Por eso semana tras semana el club gana más adeptos.

La indignación crece entre los mandatarios estatales porque se sienten abandonados, en la más absoluta orfandad, sin interlocución alguna con el jefe de la Nación, que es el custodio de la República.

En un inicio, sus quejas eran por la déspota actitud adoptada por el epidemiólogo Hugo López-Gatell, quien en medio de la crisis sanitaria ni el teléfono les levantaba.

Les faltaban recursos médicos y de equipamento, además de recursos presupuestales, para enfrentar la contigencia no programada.

Pero el enojo ya escaló al terreno de los dineros federales, porque aunque en los primeros meses de la pandemia se respetaron las participaciones, al cierre de junio se estima que el recorte alcanzó el 24 por ciento. Más gasto para enfrentar la crisis y menos presupuesto para cubrir lo urgente.

Y lo que es todavía peor, que el llamado Fondo de Estabilización del que se echaba mano para nivelar cualquier contingencia, ya les advirtieron que no operará al 100 por ciento, sino apenas al 75 por ciento o menos.

El resentimiento alcanza el nivel del desencuentro y la confrontación, cuando el presidente López Obrador y algunos de los gobernadores –como los de Jalisco, Michoacán y Guanajuato- entran en abierto conflicto por diferencias políticas o por falta de coordinación.

Tomen como ejemplo el último caso, el de Guanjuato, donde sus ciudadanos se sienten impotentes al ver como su Estado está convertido en el epicentro nacional de la inseguridad y de la lucha entre cárteles de la droga y el huachicol.

Nemesio Oceguera, alias “El Mencho”, y José Antonio Yépez, alias “El Marro”, tienen secuestrada la tranquilidad de esa entidad, en la que su gobernador, el panista Diego Sinhue Rodríguez, insiste en sostener a su muy eternizado y controvertido procurador estatal, Carlos Zamarripa.

Sobreviviente de tres gobernadores, la procuración de la justicia en Guanajuato degeneró en 11 años en los que se tienen los peores récords criminales en ese Estado.

Pero desde Juan Manuel Oliva, pasando por Miguel Márquez y ahora Diego Sinhué, todos se niegan a verlo. O de plano no les conviene.

Por incompetencia o por complicidad, el procurador Zamarripa no da resultados y el clima se enrarece por días. Los homicidios se dispararon 448 por ciento en sus últimos cinco años. Y en lo que va de este año ya fueron asesinados 40 policías en Guanajuato.

Esto sin que el gobierno estatal encuentre la fórmula para frenar las sangrientas batallas que dejan cientos de muertos en León, Irapuato, Celaya, Salamanca, Moroleón, Silao, Acámbaro y Apaseo, entre otros.

Aún así, los delitos imputados a los jefes de los cárteles ameritan una acción frontal y decisiva del gobierno federal. Pero lamentablemente eso tampoco se da.

El triste e indecoroso espectáculo del lavado de manos acaba en un tira a tira de dimes y diretes entre el presidente López Obrador y el gobernador Sinhué, y viceversa.

Un reparto de culpas que nada resuelve el río de sangre que corre por una entidad plagada de inversión extranjera, que corre el riesgo de frenarse o disminuirse si no se le pone un alto a la disputa de los cárteles.

Por eso cada día son más mandatarios estatales los que piden asiento en estos cónclaves semanales. Para buscar, como sindicato de gobernadores, exigir el respeto al Pacto Federal al gobierno de la Cuarta Transformación.

No acaban de entender cómo el presidente tiene más tiempo para ir hasta Badiraguato a saludar a la madre del “Chapo” o a responderle en La Mañanera sus sembradas preguntas a Lord Molécula, antes que sentarse con ellos para resolver juntos, de la mano, los graves problemas de la República.

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