¿Cuánto falta para la elección?

25 de abril 2024

6 de noviembre 2018

Comunidad

Terapias de conversión: «¿la mejor opción?»

Someter a tu hijo o hija a una terapia de conversión puede ser tentador para ti y para él o ella el trauma de su vida

Por Irasema Ovalle

COMPARTE ESTA HISTORIA

Hace algunos meses Mauricio Clark regresó al “camino heterosexual”, dijo que lo mejor que ha hecho en su vida es “pedir perdón a Dios y perdonarse a sí mismo…”, y se especuló que había asistido a terapias de conversión pero, ¿sabes lo que viven las personas que asisten a este tipo de lugares?

Existen testimonios de personas con diferentes preferencias o identidades sexuales que relatan que es toda una odisea, tal fue el caso de Fabiola Castillo una mujer transgénero de 22 años que contó a Animal Político que durante tres días estuvo privada de su libertad en un lugar con imágenes religiosas, en el que fue torturada.

En su caso su padre fue el que la internó en una clínica que curaba adicciones como alcoholismo y drogadicción, ella acudió por petición de él a una reunión de adictos (tipo alcohólicos anónimos), y ahí dos hombres la arrastraron hasta lo que sería su habitación, le otorgaron camisas y boxers de varón y le dijeron una y otra vez que su identidad de género estaba mal.

La despojaron de sus pertenencias, le prohibieron comunicarse y la amenazaron hasta que pudo liberarse diciendo que ella era mayor de edad, que lo que hacían era ilegal, que ella no quería estar ahí, que eso era privación de la libertad.

Pero hubo otros casos como el de Sam Briton quien declaró en una conferencia del Centro Nacional para los Derechos de Lesbianas en Estados Unidos, que sus padres cristianos lo llevaron a un campamento en el que lo torturaban físicamente cuando solo tenía 11 años, tras confesarle a su mamá que era gay.

En el lugar le ataban de manos y le colocaban hielo en ellas, lo sometían a electroshocks, lo lastimaban con bobinas de cobre caliente o agujas en sus dedos mientras le mostraban fotografías de hombres, pornografía gay, posteriormente le quitaban lo que le causaba dolor y le mostraban imágenes de hombre y mujeres dándose la mano.

Cuando ya no pudo más intentó suicidarse pero recapacitó en el último momento y mejor decidió fingir que lo habían curado, y aunque eso significaba esconder quien era también podía suponer su libertad.

Tras el encierro y la tortura él no se «curó» pero comenzó a sentir terror sobre el sexo, la intimidad y la cercanía con los humanos, él relata que hasta abrazar a su padre le traía flashbacks.

En ambos escenarios el resultado fue traumatizante pero no irreversible, pero hay otros que las personas terminan con una depresión severa y dudas sobre su identidad que terminan en problemas de drogadicción, alcoholismo y en casos más extremos el suicidio.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha declarado que la homosexualidad u otras preferencias sexuales no son una enfermedad y por ende no se pueden curar, hay personas apoyadas por grupos religiosos extremistas que prefieren recurrir a la tortura física y psicológica para “revertir” estos gustos.

Aunque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha señalado que las terapias de conversión pueden implicar actos de tortura y por ende no las aprueba, solo en Brasil, Malta y Ecuador se ha desacreditado esta práctica y mientras en países como México o Estados Unidos este tipo de mecanismos contra la comunidad LGBT siguen siendo muy populares.

Publicidad
Publicidad
Publicidad