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5 de agosto 2024

9 de julio 2024

¡Que alguien me explique!

PRI: ¿Quién es el sepulturero?

Algunos priistas están de luto. Están convencidos de que la reelección de Alejandro “Alito” Moreno al frente del PRI es la muerte para el poderoso partido tricolor que dominó en México por siete décadas

Por Ramón Alberto Garza

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Algunos priistas están de luto. Están convencidos de que la reelección de Alejandro “Alito” Moreno al frente del PRI es la muerte para el poderoso partido tricolor que dominó en México por siete décadas. Hoy debe conformarse con ser la tercera fuerza, después de Morena y del PAN.

Y esos priistas que se desgarran las vestiduras por la falta de una democracia interna que jamás practicaron, ya están publicando la esquela de la muerte del partido del que hoy se dicen marginados.

Mas aún, ya designaron a “Alito” Moreno como el sepulturero oficial, bajo el supuesto de que su proyecto de relanzamiento y refundación del partido -bajo un nuevo nombre- dicen que nacerá muerto por la falta de consensos.

Curioso que sean personajes como el peñista Aurelio Nuño, quienes salgan a darle los santos óleos al partido en el que nunca militaron de verdad y del que ahora reclaman hasta su paternidad.

Quizás al ex jefe de la oficina del presidente Enrique Peña Nieto se le olvida que fue precisamente su jefe político -hoy viviendo su impune y plácida vida en España- a quien le asiste todo el derecho a reclamar el infinito honor de ser el sepulturero del PRI.

Y si la memoria les falla, hay que recordarle que Enrique Peña Nieto llegó en 2012 a Los Pinos, gracias al pacto del 2006 en el que Vicente Fox y el binomio Carlos Salinas/Elba Esther Gordillo, hicieron para frenar al entonces perredista Andrés Manuel López Obrador y sacar adelante el triunfo presidencial –‘haiga sido como haiga sido’- del panista Felipe Calderón. Todo, a cambio de que, en 2012, los panistas se sumaran al candidato del PRI. Y así lo hicieron Fox y Calderón apoyando a cielo abierto al gobernador mexiquense.

Lo menos que debía hacer Peña Nieto era aprovechar en 2012 que el PRI recuperaba la silla presidencial y hacer una purga en el partido para limpiarlo de culpas e impurezas y relanzarlo. Nada de eso.

En su lugar dejó que el juego político del partido en el gobierno no se diera en el edificio de Insurgentes, donde despachaba Enrique Ochoa, sino en el edificio de Bucareli donde dominaba Miguel Ángel Osorio Chong.

Y el secretario de Gobernación peñista, quien ya se sentía no sólo el próximo candidato presidencial, sino como el sucesor de Peña Nieto en Los Pinos, se dedicó a coquetear con la Oposición y a atacar el PRI que en esos días comandaba Manlio Fabio Beltrones.

Fueron los días en que el tricolor perdió en 2015 cuatro gubernaturas, incluyendo Nuevo León, Querétaro, Michoacán y Baja California Sur. Y de las 16 delegaciones en la Ciudad de México, perdieron 13. El PRI sólo pudo retener Campeche -con Alito Moreno- Colima y Guerrero.

Y en 2016, los tricolores remataron con su derrota en Tamaulipas, en donde aventajó el panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca y tropezaron en Chihuahua, en donde el panista Javier Corral se impuso.

Lo mismo ocurrió en Durango, donde la alianza PAN-PRD, con José Rosas Aispuro, le arrebató al PRI la gubernatura y también resbalaron en Quintana Roo, donde la fórmula de Carlos Joaquín González salió adelante con la alianza PRD-PAN. El descalabro se repitió con la debacle tricolor en Veracruz, donde ganó Miguel Ángel Yunes con la coalición PAN-PRD. Todo eso, en el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Para decirlo en pocas palabras, la ambición de Miguel Ángel Osorio Chong y su obsesión de sacar al entonces líder nacional del PRI, ese Manlio Fabio Beltrones, del juego de la sucesión presidencial 2018 generaron la peor debacle para el partido creado en 1929 por Plutarco Elías Calles.

Y la cereza del pastel fue coronada cuando Peña Nieto aceptó pactar la entrega de la silla presidencial a su sucesor López Obrador, en un acuerdo de la más absoluta impunidad para los más allegados al peñista, incluido el hoy feroz crítico, Aurelio Nuño.

Por supuesto que hay mucho qué debatir sobre los cambios de estatutos y la reelección hasta 2032 de “Alito” Moreno. Pero una vez que en 2018, el PRI acabó en cuarto lugar, ¿alguien levantó la mano para darle al tricolor respiración de boca a boca?

Si de verdad el PRI está muerto, para qué tanto drama por disputarse el cadáver. Y, sobre todo, ¿cuál es la urgencia de definir quién es el sepulturero?

Que nadie olvide que, en el 2000, tras el triunfo del panista Vicente Fox, se publicó la primera esquela del tricolor. Decían que ya nada lo revivía. Para la elección de medio término en el sexenio de Calderón, el tricolor recuperaba el control del Congreso, con el vigor de otros años. Pero vino Peña Nieto y lo entregó todo en bandeja de plata. Casa Blanca de por medio.

Si existen méritos para asignar el mote de “sepulturero”, ese no se le debe regatear a quien también pactó, en este sexenio, la entrega del Estado de México a Morena.

Enrique Peña Nieto le entregó a Osorio Chong la pala para cavar la tumba tricolor entre 2015 y 2018. Y la lápida la colocó ese que fue el hasta ahora último presidente priista. El televisivo esposo de Angelica Rivera. El frívolo novio de Tania Ruiz. El que, por cierto, en ambas elecciones también perdió.

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