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Opinión

#YoQuéVoyASaber | Tranquilidad Criminal

Yo qué voy a saber

No solo es exigir justicia para Mariana, también exigirle al gobierno que garantice la seguridad en el Servicio Social para que ni un pasante más tenga que pasar por lo que pasó ella.

Por Carolina Hernández

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“A mí en este momento, me tranquiliza, hasta cierto punto, les voy a decir por qué. Porque gracias a Dios, Mariana no sufrió algo que es vil entre los humanos…”

Esa que habla con tanta ligereza es Ana María Flores, directora de la Facultad de Medicina de la UACH.

Ana María está tranquila, hasta cierto punto, a pesar de que Mariana, de 25 años, está muerta.

Está tranquila, hasta cierto punto, a pesar de que a Mariana la violaron.

Está tranquila, hasta cierto punto, a pesar de que Mariana le pidió ayuda, y ella ignoró.

La tranquilidad de Ana María no solo es insultante, también es criminal.

“Se habla mucho de feminicidio, pero igual se mueren muchos hombres también. Y para mí también valen exactamente lo mismo”.

Nada.

Eso es lo que valen las vidas para la directora de la Facultad de Medicina, porque de otra forma uno no entiende cómo pudo ignorar las súplicas de una estudiante asustada, cómo puede decir ahora que no atendió las peticiones de Mariana porque “no le mandaron una copia”.

Cómo puede minimizar el hecho de que una muchacha de 25 años esté muerta gracias a su indiferencia y la de todo un sistema que la dejó sola.

El servicio social de los estudiantes de medicina en México no solo es anacrónico, también es peligroso.

En un editorial publicado hace cuatro años, el médico cirujano Xavier Tello, ya exhibia lo absurdo e ineficiente que es mandar a los estudiantes a comunidades rurales y marginadas bajo la falsa premisa de “devolverle a la sociedad lo que han aprendido”.

De acuerdo a datos del INEGI, en México, hay 2.4 médicos por cada mil habitantes, el promedio de los países de la OCDE es de 3.4 médicos.

Es brutal que, mientras llevamos casi un año aplaudiéndoles desde los balcones y llamándolos héroes nos neguemos a hablar de la falta de garantías que los trabajadores de la salud tienen para realizar su trabajo…

Cada año, más de 18 mil médicos pasantes inician su servicio social en el país. La mayoría pasará 12 meses en comunidades rurales alejadas y con altos niveles de violencia y pobreza.

Vivirán solos, en un pequeño cuarto y atenderán decenas de personas al día, generalmente sin material suficiente para hacerlo.

Una encuesta realizada en el 2015, reveló que el 75 % de los médicos que laboran en una zona rural han padecido algún tipo de violencia física, extorsión, secuestros, amenazas, asalto a mano armada. Y esas cifras tienen nombre.

En 2008, Laura Angélica Ávila Aguilar, egresada del Instituto Politécnico Nacional, fue asesinada a machetazos por un poblador de Huáscato, una comunidad agrícola en el estado de Jalisco, donde realizaba su servicio social.

La doctora, de 26 años, sufrió más de 14 heridas en la cabeza y el cuello, además de la mano derecha y el antebrazo, lo que sugiere que luchó contra su atacante. El asesino dijo que la mató porque ella se había negado a atender a su hijo enfermo.

En 2012, la pasante Rocío Basoco, de 24 años, fue violada y golpeada hasta quedar inconsciente, mientras realizaba su servicio social en la comunidad rural El Macho, en Nayarit.

En 2015, María Teresa Adona Ponce, fue encontrada colgada de un árbol. Realizaba su servicio social en el municipio de Romita, en la comunidad de Cruz de Aguilar en Guanajuato. Días antes de su muerte había denunciado que intentaron entrar al cuarto donde vivía.

Sí, nadie le hizo caso.

Y sí, Ana María, el servicio social para las mujeres es doblemente peligroso.

Las residentes constantemente denuncian que son víctimas de acoso, de amenazas, de violencia, porque además, en muchas de las comunidades rurales a las que son enviadas el machismo y la violencia de género es todavía más arraigada.

Pero también está el narcotráfico, los autogobiernos, la falta de material e infraestructura para trabajar, la precariedad en la que viven, las jornadas sin regulación…

No, Ana María, no deberías estar tranquila.

Ninguno de nosotros deberíamos estar tranquilos cuando a quienes estudian medicina se les pide un año completo de su vida para poder obtener su título profesional y no se les brinda ninguna garantía.

No basta con cantarles desde los balcones y escribir héroe encima de su fotos en redes.

Existen formas de cumplir la labor social y apoyar a formar médicos con vocación.

La organización internacional Compañeros en Salud es un ejemplo de ello.

Trabaja en colaboración con el gobierno para fortalecer el sistema de salud y brindar mayor acceso a comunidades rurales.

Opera en Chiapas desde 2010 y en 2018 brinda atención a más 27 mil pacientes al mes en varias clínicas en el estado.

Es responsabilidad de las autoridades buscar alternativas seguras para cubrir su incapacidad de resolver la terrible carencia de recursos para proveer a la población de servicios médicos.

Y es responsabilidad de nosotros visibilizar esas carencias.

Escucharles. No dejarles solos.

Hay que exigir al gobierno que reforme las condiciones del servicio social o que lo elimine, si les encanta eliminar cosas.

Porque Mariana no está muerta y si su muerte no cambia nada, no podemos estar tranquilos, hasta cierto punto, Ana María.

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