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16 de noviembre 2021

Opinión

#YoQuéVoyASaber | El odio no es un movimiento

Yo qué voy a saber

Los ataques violentos hacia las mujeres trans son cada vez más comunes y más intensos. El argumento de un ala feminista que se identifica como radical es que su movimiento no acepta a las transexuales. Pero déjenme decirles que el odio no es un movimiento.

Por Carolina Hernández

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El pasado sábado 13 de noviembre, una mujer trans y su novia, en silla de ruedas, fueron amenazadas y golpeadas con un bate de beisbol por un grupo de mujeres quienes les impidieron el paso al Parque Revolución, un espacio público en el que se instala un bazar feminista.

Tan solo unos días antes, también en Guadalajara, una mujer trans había sido atacada con ácido por un motociclista. Luego, en el hospital, le negaron la atención.

En Twitter, había esto:

México es el segundo país en América Latina donde se cometen más transfeminicidios.

Tan solo el pasado mes de julio en 12 días se reportaron 6. Una mujer trans asesinada cada 48 horas

Y es que los crímenes de odio son precedidos por discursos de odio. 

Por eso, los mensajes de esa ala llamada feministas radicales se vuelven cada vez más peligrosos. 

Pero además, esos discursos se vuelven dictatoriales y tiránicos. Es como si necesitaran ejercer la misma opresión que las mujeres hemos vivido por años. Se convierten en algo muy similar al patriarcado. 

Afirman que la presencia de las mujeres trans pone en peligro los espacios conseguidos por el feminismo, cuestionan su existencia y buscan limitar sus derechos. Son acríticas e irreflexivas. Se convierten en algo muy similar a los panistas.

Sus discursos se vuelven intolerantes, violentos e irracionales. Se convierten en algo muy similar a la derecha más retrógrada. 

Sí, se convierten en muchas cosas, pero no “radicales”. Porque nada hay de radical hay en odiar.

El feminismo radical determina que la raíz del problema de desigualdad está enfocada en el patriarcado y busca acabar con esa estructura, no crear una estructura igual pero en poder de las mujeres. 

Además, el discurso transodiante distrae toda la energía en comprensiones esencialistas del género y el sexo y no se traducen en una crítica estructural, que es la que necesitamos.

Ese discurso divide. Y siempre que un movimiento se divide hay alguien detrás sacando ventaja. 

Por eso, hay que señalar a quienes acuñan esa narrativa y la disfrazan de feminismo radical, cuando realmente es propaganda antiderechos y discurso de odio. 

La lucha debe ser siempre para erradicar cualquier forma de abuso y opresión. Sin importar de dónde viene.

La lucha debe ser para construir un feminismo que no discrimine, un feminismo que no perpetúe la violencia, un feminismo que no incluya odio. Porque el odio no es un movimiento.

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