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30 de marzo 2021

Opinión

#YoQuéVoyASaber | Brutalidad indiferente

Yo qué voy a saber

A Victoria no solo la mató la brutalidad policial. La mató la brutal falta de capacitación de los policías, pero también la brutal indiferencia de quienes pensaron que esa migrante, morena y pobre no era su problema. La opinión de @carol_hsolis en #YoQuéVoyAsaber

Por Carolina Hernández

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A Victoria Salazar no solo la mató la brutalidad policiaca.

La mató la brutal falta de sensibilidad, protocolos y capacitación de los agentes que la detuvieron.

Pero también, la mató la brutal indiferencia de todos los que se detuvieron a ver lo que pasaba con esta migrante, morena y pobre, y decidieron que no era su problema.

A Victoria también la mató nuestro fracaso como sociedad.

Cada año, la Riviera Maya se llena de extranjeros en busca de fiesta.

Tan solo de fines del 2020 a comienzos del 2021, Quintana Roo recibió 961 mil turistas.

Estos visitantes se emborrachan tanto, que ya existe algo llamado “turismo de borrachera”.

Es común verlos ebrios en las calles. Casi todos son gringos.

Nadie los detiene. Nadie llama a las autoridades porque están alterando el orden. Traen dólares y ojos verdes. No son un peligro.

Victoria no era de esos extranjeros.

Ella llegó de El Salvador a Tulum con una visa humanitaria. Irónicamente, la mujer huyó de su país con sus dos pequeñas hijas, porque pensó que acá tendría una mejor vida.

Hoy, Victoria está muerta y sus hijas huérfanas.

Su asesinato dibuja de cuerpo entero el brutal abandono que aún persiste en las instituciones de seguridad y que se refleja en la inoperancia de sus elementos.

Un documento de Human Rights Watch, en México, reveló que en este país los asesinatos cometidos por policías, las detenciones arbitrarias, la tortura bajo custodia policial y la cooperación entre policías y cárteles delictivos son algo habitual.

El informe cita el censo más reciente de personas detenidas que realizó el Inegi, en el que se detectó que casi dos terceras partes habían recibido golpes u otros maltratos al momento de la detención, y más de un tercio habían sido estranguladas o sometidas a simulacros de ahogamiento.

“El comportamiento abusivo de las fuerzas policiales de México es el resultado de múltiples factores, incluida la impunidad sistemática, la falta de claridad y cumplimiento de reglamentaciones que limitan el uso policial de la fuerza, la corrupción y la intimidación generalizadas por parte de la delincuencia organizada, y las décadas de abandono institucional”, apuntó Human Rights Watch.

Y es que también es cierto que las corporaciones policiacas trabajan en condiciones que poco aportan a la vocación de servicio.

En promedio, un policía gana al mes 11 mil 787 pesos, pero además, el 86.1% pagaron de su bolsillo el material que necesita en sus labores diarias como botas, uniformes, chalecos antibalas, e incluso gasolina para las patrullas.

Y de capacitaciones ni hablar.

De acuerdo con datos del Inegi, 2 de cada 10 policías nunca recibieron un curso de inducción antes de asumir sus funciones.

Inegi precisa que, en promedio, hay 19.5% del total de los policías en el país que no fueron capacitados para realizar su trabajo al entrar a las corporaciones.

Tampoco han sido capacitados para dar atención en situaciones de primeros auxilios, algo que habría sido de mucha utilidad en el caso de Victoria.

Pero, independientemente de todas esas limitaciones, una de las cosas que más me aterró en la escena, fue la falta de sensibilidad de todos los que participaron.

No se necesita un curso de inducción para actuar con humanidad.

Mientras Victoria está siendo sometida con brutal fuerza por la elemento de tránsito, cuatro de sus compañeros observan sin inmutarse.

Decenas de personas pasan al lado de la escena sin mostrar la mínima empatía por una mujer que, en el estado que se encuentre, está clamando por ayuda.

Luego, cuando finalmente la migrante pierde el conocimiento, nadie llama a emergencias, nadie piensa en quitarle las esposas, nadie se siente mal por arrojarla sobre la caja de la camioneta como si fuera un bulto.

Es increíblemente desolador el nivel de insensibilidad que muestran todos ante la vida de un ser humano.

Si Victoria hubiera sido una gringa, rubia, de ojos claros, ebria en las calles de Tulum ¿la habrían tratado igual?

Todos sabemos la respuesta. Y esa también es una brutalidad.

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