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15 de julio 2025

15 de febrero 2022

¡Que alguien me explique!

¿Y los ingresos del otro Carlos?

Si en esas estamos, más útil sería para los mexicanos, por ejemplo, que el presidente exhibiera los ingresos de Carlos Slim. Los personales y el monto de las utilidades de sus empresas

Por Ramón Alberto Garza

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No se puede ocultar el Sol con una Mañanera. Ni poniendo en “pausa” las relaciones con España. Ni cerrando filas con un desplegado de apoyo de gobernadores morenistas. Ni boicoteando la boda de la maestra Elba Esther Gordillo.

El tema en la calle es la llamada Casa Gris de José Ramón López Beltrán y de su esposa Carolyn Adams. Y lo será mientras la fiscalía de Wall Street -allá en Nueva York- no deslinde a la empresa Baker Hughes del posible conflicto de interés entre el contratista de Pemex y la familia presidencial avecindada en Houston.

Y aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador intente descalificar a las ahora malditas redes sociales, es un hecho que el espinoso caso destapado por Carlos Loret en Latinus fue todo un trending topic a nivel mundial durante el fin de semana.

Tanto que su hijo y su nuera -por separado- salieron a dar explicaciones que dejan más dudas que certezas.

El que se diga que José Ramón trabaja como abogado para una empresa privada que opera en Estados Unidos y que es propiedad de los hijos del empresario Daniel Chávez abre dos serios cuestionamientos que se deben aclarar.

¿Tiene el hijo del presidente una visa para trabajar en los Estados Unidos, en la empresa que apenas hace dos días dio de alta su sitio en Internet?

Si su profesión es la de abogado y ejerce como tal, ¿pasó José Ramón el obligatorio examen de la Barra de Abogados para poder ejercer en territorio norteamericano?

Y sobre lo declarado por su nuera Carolyn, quien argumenta que no conocía al arrendador de la famosa casa que rentaron, aquí solo cabe evocar una estrofa de aquella famosa canción de Alberto Escobar que dice…

“Soy vecina de este mundo por un rato, y hoy coincide que también tu estés aquí. Coincidencias tan extrañas de la vida. Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir”.

De tantas casas, en tantos barrios, con tantos espacios disponibles en Houston, venir a coincidir en rentar la del ejecutivo de Baker Hughes, contratista de Pemex. 

Pero el mandatario no escucha razones. Vuelve a dar vueltas en su retorcido laberinto en el que la Ley no tiene más valor que su palabra, en el que los hechos pueden ser torcidos a discreción, para que su verdad impere sobre sus mentiras.

Y en la Mañanera del pasado lunes insistió en exhibir los ingresos del periodista como si fueran los de un delincuente, como si fueran dineros mal habidos, como si provinieran de fondos públicos, como si fueran pecado.

Su argumento es falaz, sobre todo, frente al desmentido de Carlos Loret, quien ya dijo que las cifras no son las correctas.

Baste decir que los supuestos 11.8 millones de pesos adjudicados a Televisa no existieron, porque desde el 2019 no labora en ese medio de comunicación.

Pero lejos de recular, el inquilino de Palacio Nacional vuelve a la carga e insiste en asumir que los ingresos del periodista de Latinus, sean cuales sean, son un delito porque son muy elevados.

El presidente no entiende que el mercado laboral se rige por las leyes de oferta y demanda. Que si alguien tiene un producto valioso o escaso que ofertar, el precio se eleva. ¿Por qué cuestan más caros los chocolates que fabrican sus hijos? ¿Podemos comparar precios?

Desde las neuronas de un científico, pasando por las piernas de un futbolista estrella o las tesis de un intelectual, las perspectivas de un analista o las investigaciones de un periodista. Todos ellos y muchos profesionistas más ganan más que el presidente. Pero eso sucede aquí, en Estados Unidos y en China.

Menos entiende el mandatario que cualesquiera que sean esos ingresos, son exclusivamente de dominio privado, no público. Lo único que el gobierno tiene que constatar es que estén debidamente acreditados en su declaración de impuestos. Y si no, entonces sí, aplicar la ley.

Y que aun cuando sea el jefe de la Nación, no tiene el menor derecho a exhibir cifras -mucho menos falsas- ni a demandarle al SAT, a la Unidad de Inteligencia Financiera o al Instituto Nacional de Transparencia, para que se investiguen esos ingresos. No provienen del Erario.

Si en esas estamos, más útil sería para los mexicanos, por ejemplo, que el presidente exhibiera los ingresos de Carlos Slim. Los personales y el monto de las utilidades de sus empresas.

Esas sí son concesiones públicas y también tienen que ver con la asignación de la obra pública que, dicho sea de paso, está mal hecha, como ya se acreditó con la tragedia de la Línea 12 que enlutó a 27 familias.

Sí, estamos hablando de los ingresos y las utilidades del mismo dueño de Telmex y América Móvil, que en el libro del candidato López Obrador fue calificado como líder de la Mafia del Poder.

El mismo Carlos Slim al que rescataron del pantanoso aeropuerto de Texcoco, que colapsaba, con dinero del Erario y que ahora despacha a la diestra de la silla presidencial, entre vajillas de porcelana, purificado por el perdón presidencial y lleno de contratos insignia de las grandes obras de la Cuarta Transformación. ¿Ahí no exhibimos cifras, Señor Presidente?

Quienquiera que esté llevando al presidente López Obrador a esta pelea sin sentido, está claro que no entienden que no entiende.

Y eso será un irreparable descalabro para todos aquellos que apostaron su capital político en la llamada Cuarta Transformación.

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