16 de mayo 2019
¡Que alguien me explique!
Tres urgencias de la 4T
La expectativa despertada por el presidente López Obrador es tanta, que la evaluación para hacer ajustes al cumplir los seis meses es obligada. Exhibir tras las rejas el rostro de la corrupción, acelerar el gasto público para prevenir las renuncias masivas de funcionarios y hacer los reajustes necesarios al gabinete son tres frentes en los que debería enfocarse para mantener la muy elevada confianza y la credibilidad en su gobierno. De no actuar, la sorpresa del descalabro será mayúscula
Por Ramón Alberto Garza
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Ya estamos a dos semanas de que se cumplan los primeros seis meses del gobierno de la Cuarta Transformación y la fecha exige la reflexión sobre lo que se avanzó, lo que se estancó o está atorado y lo que no funcionó.
Bajo esa óptica, el presidente Andrés Manuel López Obrador estaría obligado a enfocarse sobre tres frentes que demandan reforzar la estrategia para mantener la muy elevada confianza y la credibilidad en su gobierno.
I.- Mostrar el rostro de la corrupción.- Estamos en la semana 22 de las conferencias mañaneras, en las que se insiste una y otra vez que el gran flagelo nacional es la corrupción.
Desde ese púlpito informativo, el inquilino del Palacio Nacional y sus más cercanos colaboradores vienen exhibiendo escandalosos casos de corrupción.
Desde el huachicol, el robo abierto en Pemex o los contratos dudosos en la CFE, pasando por Odebrecht, la Estafa Maestra, las estancias infantiles, Fertinal, los hogares para mujeres maltratadas y las licitaciones de los medicamentos en el sector salud.
Pero hasta ahora, al igual que sucedió a lo largo de todo el sexenio de Vicente Fox y de Felipe Calderón, nadie puede exhibir tras las rejas el rostro de la corrupción.
Y el consenso popular es que llegó la hora de pasar de las palabras a los hechos. Que si para los primeros días de junio no caen dos o tres peces gordos, el deterioro en la imagen del gobierno comenzará a decaer aceleradamente.
II.- Acelerar el gasto público.- Los indicadores son más que claros. El gasto del gobierno federal está casi paralizado por un exceso de centralismo que coloca toda erogación bajo sospecha y congelada.
Es entendible que por el arranque del sexenio y por las prácticas de gastos superfluos del pasado, el gobierno de la Cuarta Transformación haya bajado la velocidad del gasto. Pero a seis meses de arrancado el sexenio ya es hora de soltar amarras.
Dependencia a donde se vaya, abundan las quejas en contra de los operadores de Hacienda que autorizan demasiado poco y lo que avanza es demasiado tarde.
Cientos de funcionarios y miles de burócratas que entraron con el sexenio todavía no pueden cobrar su primer quincena, y se anticipan ya renuncias masivas.
El presidente López Obrador esta obligado a exigirle al Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y a la Oficial Mayor Raquel Buenrostro, que sin detrimento de la vigilancia del gasto y el recorte programado, se expediten los procesos.
Si eso no sucede en las próximas semanas estaremos en la antesala de repetir el error de otros sexenios, aunque más agudo, porque el espacio de aprendizaje combinado con la centralización cobrarán su factura con una mayor caída en la tasa de crecimiento de la economía.
III.- Ajustes al gabinete.- Las primeras 24 semanas de gobierno deberían ser suficientes para evaluar quiénes dentro del equipo presidencial están cumpliendo, quiénes están atorados y quiénes nada más no sacan la pelota del cuadro.
Insistir en que todos los operadores que arrancaron la Cuarta Transformación son infalibles e inamovibles solo dejará un mal sabor de boca con tufo de infalibilidad.
Quizás no sean despidos, pero sí al menos enroques de posiciones que demandan más compromiso y más acción, si no se quiere que al cierre del primer año existan Secretarios o Subsecretarios que se vean como fantasmas, ausentes por falta de efectividad de la escena.
Insistimos en que la expectativa despertada por el presidente López Obrador es tanta, que la evaluación para hacer ajustes al cumplir los seis meses es obligada.
Y si se aferran a que todo está bien la sorpresa del descalabro será mayúscula. Me canso ganso.
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