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21 de septiembre 2018

Política

Sufren los políticos el síndrome Huicho Domínguez

La noticia de las mansiones de los Duarte indignaron a todos, sin embargo, este asunto de comprar casas parece no ser nuevo entre los políticos que se comportan como nuevos ricos

Por Carolina Hernández

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Esta semana, la noticia de que Javier Duarte y Karime Macías tienen más de 90 casas en México y el extranjero fue el comentario de todos.

Sin embargo, la pareja veracruzana no es la única que ha invertido su dinero (o nuestro dinero) en bienes raíces, pues parece que tarde o temprano a todos los políticos les aflora el Síndrome Huicho Domínguez

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Como nuevos ricos, la mayoría de los políticos señalados por desvíos de recursos, caen en la misma tentación: grandes casas o lujosos departamentos.

De preferencia en Miami…

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A principios del año pasado salió a la luz el lujoso departamento de Alejandra Barrales.

Por el inmueble, ubicado en una exclusiva zona de Miami, la presidenta nacional del PRD habría pagado casi 700 mil dólares en efectivo más 297 mil a módicas mensualidades.

Pero para exclusividades, las de la Maestra.

En 2013, la exlideresa sindical fue acusada de orquestar una intrincada red de empresas fantasma para comprar, también en Miami, un departamento con vista a la marina, un condominio cerca de un lago artificial y no una, si no varias casas en un exclusivo suburbio

Y como exigente que es, Elba Esther fue por más y también tenía sus jacalitos en California.

Pero entre los políticos nuevos ricos, también están los que tienen arraigo por su tierra, como el exgobernador de Sonora, Guillermo Padrés.

Durante su gestión, el panista mandó construir en su rancho familiar, con superficie de 3 mil 600 hectáreas, una presa para almacenar agua.

Y para contener más de 4 millones de metros cúbicos, Padrés habría desviado el agua de un río que abastecía tres comunidades.

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Pero para casas famosas, la de la Gaviota, uno de los más arraigados escándalos presidenciales.

La infame casa blanca fue noticia en el 2014, después de que, como si fueran nuevo ricos, la pareja presidencial apareció presumiendo el caserón en una revista del corazón…

Ese momento dio pie a investigación periodística cuyo desenlace ya todos sabemos.

Solo para recordar, la casa costaba más de 100 millones de pesos, es decir, que para que un mexicano promedio pudiera comprarla tendría que trabajar mil 458 años sin descansar (y además no gastar en ninguna otra cosa en toda su vida). ¿Fácil, no?

Fue tanto el escándalo que la primera dama tuvo que salir a decir que ya no la quería…

Y como esos, hay decenas:

El departamento en Dubai del exgoberador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat.

Los ranchos y centros comerciales de Tomás Yarrington en Texas.

Las casas de Fidel Herrera en Canadá e Inglaterra.

Las millonarias mansiones de Arturo Montiel en Francia.

O los condominios en Nueva York del exgobernador de Oaxaca José Murat Casab…

A los políticos les gusta lo bueno, mientras, los mexicanos solo queremos que  si lo que quieren son propiedades, vayan a la de Andrés Manuel…

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