23 de enero 2024
¡Que alguien me explique!
Solo él no ve lo que todos sí
Si algún adjetivo se ha ganado a pulso el presidente Andrés Manuel López Obrador, a lo largo de cinco años de gobierno, es el de “falsario”
Por Ramón Alberto Garza
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Falsario.- Que suele hacer falsedades o decir mentiras. Falso, mentiroso, embustero, hipócrita, fariseo, farsante, impostor.
Si algún adjetivo se ha ganado a pulso el presidente Andrés Manuel López Obrador, a lo largo de cinco años de gobierno, es el de “falsario”.
Con su cantaleta desgastada del “yo tengo otros datos”, el inquilino de Palacio Nacional barniza con una capa de teflón todas las denuncias de corrupción que abundan sobre su mal gobierno.
Y en La Mañanera de ayer, a pregunta expresa de si hubo actos de corrupción en su gobierno, el mandatario falsario volvió a la carga:
“Hemos limpiado de corrupción al gobierno… hemos ahorrado miles de millones de pesos que antes se iban por el caño de la corrupción”.
¿Algún mexicano con una pizca de realidad y sensatez le compra al presidente López Obrador que en su gobierno ya se sepultó la corrupción?
Sólo en los últimos días, dos casos con evidencias contundentes sacudieron los cimientos de la Cuarta Transformación.
Uno, la denuncia de Carlos Loret, en Latinus, sobre la corrupción de Gonzalo López Beltrán, hijo del presidente, quien se despachó en grande de la mano de sus amigos y cómplices con los contratos del Tren Maya.
Dos, las revelaciones de los teléfonos perdidos de Sergio Carmona, publicado por Código Magenta, en donde se evidencia que el huachicolero mayor utilizó la evasión al fisco por miles de millones de pesos para financiar campañas de Morena. La más reciente, la de Tamaulipas, en donde hoy gobiernan de facto su viuda y sus beneficiarias, candidatas de Morena para el 2024.
En ambos casos son videos, audios, mensajes de texto o chats, que no dejan lugar a dudas de los negocios multimillonarios que transitan desde la familia presidencial hasta la presidencia de Morena.
En el caso del Tren Maya, es vox populi cómo altos mandos de la Secretaría de la Defensa se beneficiaron con los contratos de esa obra, de la que nada se sabe, gracias a que la información está reservada bajo llave, sin acceso público, con el pretexto de la “seguridad nacional”.
En el caso del victimado Sergio Carmona, ninguna autoridad investigó el por qué de su ejecución, pero sí, en cambio, hoy se continúan cobrando las facturas políticas pendientes de los dineros que llegaron a las campañas desde paraísos fiscales en el extranjero.
Y todavía lo que es peor, que el orquestador y promotor de ese negocio fiscal, Ricardo Peralta, entonces director de Aduanas, colocó en la garita de Reynosa al hermano de Sergio Carmona -Julio-. Y cuando se descubrieron todas sus tropelías, sí, lo renunciaron de Aduanas sólo para regalarle un manto protector en la Secretaría de Gobernación. Hoy aparece en primera fila en los mítines de la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum.
¿O acaso, en La Mañanera de ayer, el presidente López Obrador padeció algún episodio de Alzheimer cuando olvidó recordar el megafraude de miles de millones comprobado por la Auditoría Superior en Segalmex, cuyo responsable -el echeverrista Ignacio Ovalle- fue enviado como protegido a la Secretaría de Gobernación sin que pese sobre él denuncia alguna?
¿Se atrevería el presidente López Obrador a invitar a La Mañanera a los proveedores de CFE y de Pemex para que le platiquen que tienen que dejar en la mesa hasta el 40 por ciento del valor de sus contratos, ya ejecutados, para que les liquiden las facturas? Los priistas y los panistas se conformaban con el 10 o el 20 por ciento. Ah, es que “no somos iguales”.
¿Por qué no podemos tener acceso a las seudo licitaciones de la refinería de Dos Bocas, entre compadres de Rocío Nahle -ex titular de Energía y hoy candidata morenista a gobernar Veracruz- a las que también les colocaron el sello de “asunto de seguridad nacional? ¿Y los 20 mil millones en contratos a las empresas del joven empresario Daniel Flores, el ahijado político de Adán Augusto López, quien también falleció en un extraño accidente aéreo, precisamente en Veracruz?
Y nos falta espacio para enlistar todo lo que pasó con los presupuestos del fracasado INSABI, con las carísimas vacunas del COVID, con el Banco del Bienestar, con el Aeropuerto Felipe Ángeles y las ocurrencias costosas como el relanzamiento estatizado de Mexicana.
Lo dicho. El presidente López Obrador puede declararlo, pero él se sabe “falsario”. La corrupción está hoy más enquistada que nunca en el gobierno en turno. Por eso, la obsesión de no perder el poder en 2024. Por eso, la urgencia de retenerlo… a cualquier precio.
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