28 de noviembre 2016
¡Que alguien me explique!
Sin México, no hay Castro
Al margen de lo que se pueda decir de Fidel, no se puede ignorar que la palabra México va íntimamente tatuada en su biografía
Por Ramón Alberto Garza
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Digan lo que digan, para bien o para mal, nadie puede regatear que la muerte de Fidel Castro es la partida del último grande del siglo XX.
Defensores o detractores, nadie puede escatimarle el intentar consumar –desde la tiranía- el sueño de una utopía revolución Pretendía redistribuir la riqueza, pero acabó redistribuyendo la pobreza.
Pero al margen de lo que se pueda decir de Fidel, no se puede ignorar que la palabra México va íntimamente tatuada en su biografía.
A México vino Castro en los 50 a buscar los apoyos para su revolución que derrocaría al dictador Fulgencio Batista.
En Abasolo, Tamaulipas, el comandante estableció los campos de entrenamiento para planear el asalto final sobre la Isla.
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