21 de marzo 2023
¡Que alguien me explique!
Samuel García y la Refinería
A pesar de uno que otro desafortunado desliz sobre el tema, Samuel García está frente a su segunda oportunidad de asestar un gran golpe político -y medioambiental- después del anuncio de la instalación de la gigafactoría de Tesla en Nuevo León
Por Ramón Alberto Garza
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El gobierno de la Cuarta Transformación está jugando con la salud y la vida de millones de habitantes del área metropolitana de Monterrey.
Sus tóxicas y mortales emisiones de azufre, y dióxido de carbono, que salen como erupciones volcánicas de las chimeneas de la refinería de Cadereyta son una prueba contundente del drama ambiental que se vive en aquella metrópoli.
Cínicamente, la dirección de Pemex dice que no hay nada de que alarmarse. Que esas son “labores de desfogue controlado como protocolo de seguridad” y que no le causan daño a nadie. Mentiras. Están a un paso de calificar al genocidio.
Cuestión de solicitar las estadísticas de los últimos años para certificar el incremento en las enfermedades pulmonares y del sistema respiratorio en Nuevo León, para apuntar el dedo inquisidor hacia la controvertida refinería que opera en esa región desde los años 70.
Y, a pesar de uno que otro desafortunado desliz sobre el tema, Samuel García está frente a su segunda oportunidad de asestar un gran golpe político -y medioambiental- después del anuncio de la instalación de la gigafactoría de Tesla en Nuevo León.
Cuestión de recordar que, cuando era candidato de Movimiento Ciudadano, el ahora gobernador de Nuevo León hizo del tema de la contaminación de la refinería su prioridad número dos, solo después de la promesa de buscar un nuevo Pacto Fiscal con la Federación para lograr una mejor redistribución de los impuestos.
En el primer año de su novel gobierno, Samuel no le dio prioridad ni a lo uno, ni a lo otro. De hecho, abandonó el tema fiscal y el asunto de la refinería se perdió tras una cortina de silencio.
Debieron elevarse los niveles de contaminación en la metrópoli regia para que otro personaje político, Miguel Treviño, saliera a encabezar un espontáneo movimiento ciudadano para exigir, por la vía legal, un Amparo para frenar a la contaminante refinería de Cadereyta.
La iniciativa del alcalde de San Pedro Garza García prendió entre el colectivo, sobre todo, cuando dos días después de la protesta, grandes extensiones de la zona conurbada de Monterrey fueron invadidas masivamente por pestilente olor a azufre. Se dijo que fue producto de una enorme fuga en la refinería.
Y aquí vino el resbalón de Samuel García. Al más puro estilo del presidente Andrés Manuel López Obrador, el gobernador de Nuevo León salió a recriminar en redes sociales que no le cargaran la mano a la refinería de Cadereyta. Sí, a la misma que como candidato prometió clausurar una vez que llegara a ser gobernador. En defensa de la paraestatal, Samuel García dijo que la enorme contaminación que flagela a la metrópoli regia era producto de las emisiones de las empresas, las pedreras y los autos.
Y en un lapsus idiotis, el gobernador de Nuevo León se lanzó contra los ciudadanos fifís de San Pedro bajo un razonamiento por demás estúpido. Ellos contaminan más -dijo- porque en una familia de papá, mamá y dos hijos, tienen siete carros.
Le pasó de noche a Samuel García que esa familia de cuatro puede tener 7 o 10 autos, pero solo usan, cuando mucho, cuatro. Su capacidad de contaminar no crece por tener más autos en una familia. Crece porque el Estado da un mal servicio de transporte público y entran a circular decenas de miles de autos chatarra.
Apenas se abría el debate entre las posturas del alcalde Miguel Treviño -apoyado por la ciudadanía- y del gobernador Samuel García, cuando el domingo pasado las redes sociales se inundaron de videos e imágenes de enormes erupciones de tóxicos color amarillo y negro, emitidas por la refinería de Cadereyta.
Pemex no tenía para dónde hacerse. El color amarillo intenso delataba la presencia tantas veces negada del azufre lanzado hacia los cielos urbanos donde respiran millones de regiomontanos.
Y ante lo irrefutable de las imágenes, el gobernador de Nuevo León salió en Tik Tok a modificar su postura para anunciar que tomaría medidas serias en contra de la refinería. Pemex apenas alcanzó a emitir un escueto comunicado lavándose las manos y diciendo que esas coloridas erupciones eran de vapor, no de químicos contaminantes.
La Secretaría del Medio Ambiente del Estado se aprestó a clausurar temporalmente la contaminante refinería, pero no les dieron acceso a las instalaciones. Y dudamos que se lo vayan a dar. Continuarán operando por sus pistolas.
Sería urgente que, para tomar una decisión con seriedad, el gobierno de Nuevo León contratara a firmas expertas que auditaran no solo la calidad del aire en la zona metropolitana de Monterrey, sino el origen de los contaminantes para determinar cuánto de esas mortales partículas provienen de la refinería de Cadereyta.
Confirmado está que en la metrópoli regia se respira el peor aire del continente americano y que esas crisis, aunado a la de la severa escasez del agua, generan un riesgo sanitario mayor para sus habitantes.
Sería muy lamentable acabar por presumir, al mismo tiempo, el tener un gigafactoría de autos eléctricos como los de Tesla -no contaminantes-, en la entidad calificada como la más contaminada de América. Samuel García tiene la última palabra.
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