4 de diciembre 2023
¡Que alguien me explique!
Samuel, el ilícito, y el test 2024
El cisma político que se vive en Nuevo León no es sino un laboratorio para probar hasta dónde pueden manipularse las próximas elecciones presidenciales 2024
Por Ramón Alberto Garza
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El cisma político que se vive en Nuevo León no es sino un laboratorio para probar hasta dónde pueden manipularse las próximas elecciones presidenciales 2024.
Para nadie es un secreto que Samuel García viene operando para el presidente Andrés Manuel López Obrador desde que tomó posesión como gobernador de Nuevo León. El monumental y multimillonario expediente de las atrocidades fiscales y financieras del “Gobernatore” y de las familias García Mascorro y García Sepúlveda lo convirtieron en un rehén del inquilino de Palacio Nacional. Pablo Gómez, como titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, sabe muy bien de lo que hablamos. Y del descomunal monto de lo que la familia del gobernador tiene en juego.
Por eso, Samuel García no vaciló en rentarse como esquirol presidencial para restarle votos a la candidata del Frente Amplio Opositor. Sus servicios serían ampliamente recompensados con un certificado de inmunidad y una posición de privilegio en el próximo gobierno. De ahí sus reuniones de “manita sudada” con Claudia Sheinbaum, su “opositora”.
Pero el guion original de la trama se salió de control, porque al político Fosfo Fosfo le encanta la provocación, la improvisación y se ufana de ser un muy Mirrey, presumiendo que con sus tres doctorados se las puede todas. Hoy, sin embargo, falló, derrapó y se dio de frente.
Digan lo que digan sus dueños, el presidente López Obrador, primero y Dante Delgado, después, ninguno de los dos fue avisado del regreso de Samuel a la gubernatura de Nuevo León con el suficiente tiempo para negociar. Egocéntrico y autosuficiente como es, Samuel García sólo pensó en salvar su espalda del golpe jurídico que le dio la Suprema Corte al reconocer como gobernador interino a Luis Enrique Orozco y no a su ujier incondicional, Javier Navarro.
Una hora antes de la decisión, Samuel García juraba en un video que tenía todo bajo control. Que Navarro sería el interino y que él se iría feliz a la campaña presidencial.
Nada de eso fue cierto. Ni tenía todo bajo control, ni Navarro fue su reemplazo, ni se fue a la carrera presidencial. Sesenta minutos fueron suficientes para dar un giro de 180 grados al plan que no fue comunicado a tiempo con quien debería haberlo hecho.
La prioridad para que Samuel García decidiera abandonar su sueño 2024 y volviera a la silla de gobernador fue su urgencia de cubrirse a sí mismo para que nadie -mucho menos un vicefiscal- fueran a esculcar entre todas las licitaciones, entre todas las compras que se han hecho en el gobierno Fosfo Fosfo. Algún gran temor tendría para que dejara tirado el sueño presidencial para regresar de la madriguera de dónde salió.
Pero el “Noveleón” continúa. El debate sobre si con su simple aviso podía retomar la silla estatal está al aire. Y si tenía que esperar el protocolo del Congreso para reasumir el cargo, cualquier acción que haya ordenado sábado y domingo -ninguneando al gobernador interino legítimo, Luis Enrique Orozco- califica como usurpación de funciones y se sumaría a las acusaciones de sedición por el envío de sus tropas naranjas a violentar el Congreso local. ¿Podría haber cárcel para Samuel García y corresponsables?
Las lecciones que va dejando este episodio político tan lamentable es que Nuevo León fue convertido en un laboratorio para probar las fronteras de la elección presidencial 2024. Medir hasta dónde se puede estirar la liga sin que se reviente, cómo pueden rentarse algunos jueces, lo mismo de Tamaulipas, de Ciudad de México o de Chiapas, para entregar fallos “a modo” y, sobre todo, qué niveles alcanza la capacidad de indignación de la ciudadanía frente al manejo abusivo del poder.
Para fortuna nuestra, la gallardía de la Suprema Corte para frenar lo que sería, a todas luces, una intentona golpista, frustró el capricho Fosfo Fosfo. Por eso, el presidente López Obrador insiste en renovar con candidatas incondicionales el máximo organismo para defender el Estado de Derecho. Porque si le repiten en 2024, una receta como el revés a Samuel García, su guion original estaría en peligro. Con Samuel García perdió. No midió sus ambiciones, no distinguió sus traiciones.
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