22 de mayo 2020
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¿Qué es esto? ¿Nueva Zelanda?
Al igual que Nueva Zelanda, AMLO quiere dejar de usar el PIB como principal indicador del éxito de un país. Pero no es tan fácil.
Por Bernhard Buntru
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“Crecimiento, PIB, Producto Interno Bruto, esos términos ya también deben de entrar en desuso, hay que buscar nuevos conceptos”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador el miércoles 6 de mayo durante su conferencia mañanera.
¿Qué es esto? ¿Nueva Zelanda?
Fuera de bromas, eso es precisamente lo que está haciendo la pequeña nación oceánica.
Así es, el gobierno de la Primera Ministra Jacinda Ardern ha dominado los titulares alrededor del mundo por sus propuestas innovadoras. Como sugerir la semana laboral de 4 días para incentivar el turismo interno o dejar de lado el PIB como principal indicador del éxito.
Sí, apenas el año pasado, el hermano menor de Australia introdujo un índice de bienestar, el cual toma en cuenta aspectos como la salud mental de la población, el medio ambiente, la violencia doméstica e incluso el tiempo que la gente pasa atorada en el tráfico.
Y no solo eso. Sino que Nueva Zelanda fue más allá de solo medirlo y diseñó su presupuesto entero en torno a las prioridades de bienestar.
La idea no es nueva. Por décadas, economistas de izquierda han señalado las limitaciones del Producto Interno Bruto como referencia de desarrollo. Argumentan que el PIB se enfoca demasiado en el crecimiento económico, que no mide la redistribución de la riqueza, y que tampoco considera muchos otros factores no económicos que a final de cuentas tienen que ver con nuestro bienestar.
Y aunque Jacinda y AMLO podrán ser muy diferentes, algo que sí comparten -hoy- es esa visión.
Ahora, ¿eso significa que México debe ignorar el PIB y empezar a medir el bienestar de la población al igual que Nueva Zelanda?
El asunto no es tan sencillo. Porque así como a Suecia y a México los separa una enorme brecha, la diferencia entre las condiciones y capacidades de Nueva Zelanda y las de México, son abismales.
Empecemos por lo más obvio.
Con una población de menos de 5 millones de habitantes, realizar cualquier censo en Nueva Zelanda resulta un poco más fácil que en México.
Pero el tamaño no lo es todo. El nivel de profesionalización de sus servidores públicos también contrasta.
Mientras que en la isla del Pacífico Sur, alrededor de un 20% de los funcionarios necesitan aprobar un examen para obtener la plaza, en México solo el 2 por ciento de los burócratas obtienen un puesto a través de un examen de carrera.
Es decir, la calidad de los especialistas que llevan a cabo el censo de bienestar en Nueva Zelanda, está probada. ¿Y la de nuestros funcionarios? Ya te imaginarás.
A todo eso, agrégale las actuales políticas de austeridad que adelgazan a la burocracia mexicana, así como la tentación de usar la evaluación para propósitos electorales, y un verdadero censo de bienestar en México parece casi imposible.
Quizá por eso el gobierno federal no ha publicado la metodología de un pequeño Censo de Bienestar que realizó en 2018 y 2019.
Además, hay quienes señalan que en México las mediciones que realiza Coneval año con año ya contemplan varios indicadores de bienestar los cuales ya se usan para diseñar políticas públicas.
Seguramente, en los próximos años la idea de priorizar el bienestar sobre el puro crecimiento económico ganará tracción alrededor del mundo. Especialmente, tras el fracaso del modelo económico dominante de las últimas décadas, cuyos dogmas prometían que mayor crecimiento se traduciría en mayor bienestar para el grueso de la población. Sabemos que eso no pasó.
Pero en el México de hoy resulta políticamente conveniente ignorar los indicadores económicos que no te favorecen e idear nuevos indicadores, aunque su veracidad también sea dudosa.
“Hace falta que haya crecimiento económico para que haya empleo en el país, que haya bienestar material. ¿Podemos coincidir”, dijo el entonces candidato López Obrador en un debate con periodistas en Milenio TV.
¿Bajaron los pronósticos de crecimiento del PIB? ¿O por qué de repente Andrés Manuel López Obrador cambió de parecer?