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22 de enero 2019

Política

Primero, salven el T-MEC

Antes de pensar en cómo cumplir la promesa del Presidente de crecer a una tasa anual de 4 por ciento, el gobierno mexicano tiene que asegurarse de que el TLCAN 2.0 será ratificado en Estados Unidos. El 38 por ciento del PIB nacional depende de eso

Por Lourdes González

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“Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. En 1994, la frase atribuida a Porfirio Díaz dejó de ser un adagio de las desventajas que representa comaprtir una frontera de más de 3 mil kilómetros con la primer potencia del mundo. Ése fue el año en el que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo que le dio a México acceso libre a una economía que hoy representa 19.3 billones de dólares.

La firma del TLCAN significó un antes y un después para la economía mexicana. Los economistas le llaman un cambio estructural. Coloquialmente, podría decirse que el TLCAN revolucionó la actividad económica nacional y dio pie al surgimiento de un sector exportador que hoy es el motor más dinámico de la economía.

Todo eso se puso en riesgo cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca. Sin emabrgo, después de meses de negociación entre México, Estados Unidos y Canadá; se llegó a un nuevo acuerdo para mantener la zona de libre comercio más competitiva del mundo: el T-MEC.

Éste es un tratado que tiene el visto bueno de la adminsitración de Trump. No obstante, aún tiene que ser ratificado por el Congreso de Estados Unidos. El consenso de analistas proyecta que este proceso podría tardar más de un año.

En estricto sentido, la ratificación del T-MEC es un proceso político interno de Estados Unidos. El contexto no es alentador: la polarización entre los legisladores demócratas y republicanos queda de relieve en el cierre del gobierno estadounidense.

Como parte de las etapas de ratificación en Estados Unidos se requiere que la Comisión de Comercio Internacional emita un informe sobre sus implicaciones, pero el plazo establecido para que lo hiciera era de 105 días, contados a partir de que el T-MEC fue firmado, el pasado 30 de noviembre, por lo que tendría que estar listo en febrero.

El Congreso estadounidense tiene la facultad de solicitar elementos para que los legisladores evalúen los acuerdos comerciales, lo que también sirve para definir el sentido de su voto.

El cabildeo mexicano en estas instancias encuentra limitaciones más dificiles de sobrepasar que el trato directo con el equipo negociador del gobierno de Donald Trump. El peor error de la adminsitración de López Obrador sería dar por sentada la aprobación del T-MEC.

Aquí es donde entra Jesús Seade, el economista que designó AMLO para acompañar al equipo negociador mexicano de la adminsitración de Enrique Peña Nieto. La primer tarea de Seade, quién ahora es Subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, es la de cerrar el proceso del T-MEC en un periodo de tiempo razonable que no sea lo suficienetmente largo como para generar incertidumbre sobre las perspectivas de la economía mexicana.

En México, ese mismo proceso está pendiente en el Senado , el cual se prevé que inicie en el periodo ordinario que inicia el 1 de febrero.

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