3 de mayo 2022
Internacional
Nayib Bukele: boceto de un dictador millennial
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha sacudido el poder en su país. Escudándose en un discurso anti-crimen, activistas y periodistas salvadoreños acusan que el joven mandatario se encuentra en un frenesí autoritario para garantizar su reelección en 2024
Por Bernhard Buntru
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En menos de 30 días, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, decretó un régimen de excepción, arrestó a unas 10 mil personas, amplió penas de cárcel y promulgó una ley que amenaza con encarcelar por 15 años a cualquier periodista que reporte sobre el grave problema de pandillas que afecta a la nación centroamericana.
De acuerdo con Óscar Martínez, director del medio independiente El Faro, luego de acabar con la división de poderes y con la oposición política, el joven mandatario está cerca de convertirse en un dictador. Y lo que se avecina, advierte el informador, es más que evidente.
«Las señales son claras: vienen por nosotros. Es el siguiente paso”, le dijo al periódico Reforma.
Sumido en una crisis de violencia mucho peor que de costumbre, la nación vecina de El Salvador atraviesa momentos complicados.
Y es que el pasado 26 de marzo se registró la cifra de homicidios diarios más alta en la historia de El Savador: al menos 62 personas murieron a causa de la violencia de pandillas.
Como respuesta, Bukele decidió suprimir los derechos humanos y desplegar una estrategia mediática para mostrar todo su músculo en contra del problema público número uno en el país: las pandillas y la violencia que las caracteriza.
Sin embargo, activistas señalan que, en realidad, el objetivo del presidente salvadoreño sigue siendo el mismo objetivo que ostenta desde que asumió el cargo en 2019: concentrar poder. Especialmente, concentrar poder para asegurar su reelección en 2024, aseguran; posibilidad inexistente hoy en día dado que la Constitución salvadoreña prohíbe los mandatos presidenciales consecutivos.
Según refiere The Los Angeles Times, desde 2019, Bukele y sus aliados en el Congreso se han hecho con el control de la Corte Suprema, han sustituido al fiscal general por un aliado de Bukele y han destituido a cientos de fiscales y jueces de tribunales inferiores.
La organización Human Rights Watch describe el proceso como “una purga” que ha dejado “prácticamente sin instituciones independientes capaces de supervisar al poder ejecutivo”.
En una nación donde la población está más que harta del asedio de pandilleros, el discurso de firmeza esbozado por Bukele ha tenido una recepción positiva.
Sobre todo considerando los avances que se lograron en la materia una vez que Bukele tomó el poder.
No obstante, un reportaje periodístico del medio El Faro, puso en entredicho el discurso presidencial, al revelar que el viceministro de Justicia de Bukele y un alto asesor presidencial habían negociado con los líderes de la MS-13, la pandilla más peligrosa de El Salvador.
Muchos en el país atribuyen el estallido reciente de la violencia a una ruptura de la tregua; una ruptura que ha sido aprovechada por Bukele para desatar una ola de detenciones sin precedentes, muchas de las cuales se han efectuado sin respetar el debido proceso, acusan defensores de derechos humanos.
No muy diferente a la que se vive en gran parte de México, la crisis de seguridad en El Salvador ha provocado una respuesta diametralmente distinta de las autoridades.
Mientras que en México el presidente López Obrador ha hecho hincapié en que la estrategia de seguridad ya no se basa en el uso de la fuerza, en El Salvador la fuerza y la violencia del Estado, promovidas a través del poderoso discurso presidencial, son la principal estrategia; una estrategia que también incluye a opositores, activistas y periodistas.
¿Se atreverá a decirle algo el presidente Andrés Manuel López Obrador a Nayib Bukele cuando se reúnan este próximo 6 de mayo en San Salvador?
Al día siguiente vamos a El Salvador, estamos también con el presidente de El Salvador. Y es que la buena relación ya la tienen.