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18 de abril 2025

24 de febrero 2020

Política

Nada personal

Todo lo politizamos, todo lo radicalizamos, todo lo descalificamos, todo lo banalizamos y al final, no somos capaces de ofrecer una solución.

Por Ramón Alberto Garza

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Es el eterno problema de México. Todo lo politizamos, todo lo radicalizamos, todo lo descalificamos, todo lo banalizamos y al final del gran debate, no somos capaces de ofrecer una solución.

Eso es lo que sucede hoy con el debate del paro nacional para protestar por los feminicidios, un drama que crece en México desde hace 20 años en que la nación entera se sacudió con “Las Muertas de Juárez”.

La memoria suele ser corta. Olvidamos que solo entre el 2009 y el 2012 –en pleno sexenio de Felipe Calderón- los feminicidios en Juárez alcanzaron casi las 700 víctimas.

Y desde entonces, con altas y bajas, el feminicidio en México se instaló como una de las grandes asignaturas pendientes que nos ubican en el territorio de los países con un debilitado -y en no pocas ocasiones nulo- Estado de Derecho.

Por eso es lamentable que una vez más los dimes y diretes de los extremos opaquen la discusión de fondo.

Que se convoque a un paro nacional de protesta por la falta de atención a los feminicidios y que el presidente Andrés Manuel López Obrador lo tome personal y reduzca la protesta a un intento de los “conservadores” de censurar a su gobierno.

Por supuesto que todos los mexicanos estamos en el libre derecho de protestar por los feminicidios. Y por supuesto que sobrarán quienes busquen endosarle al actual régimen un problema largamente heredado, pero que se reaviva con los recientes y estrujantes casos de Abril, Ingrid y Fátima, entre muchos que no se mediatizan.

Poco o nada se gana con radicalizar y descalificar. De uno y otro lado.

Mejor sería escuchar a voces reconocidas internacionalmente en el tema de feminicidios, como la de Rita Segato, doctora en Antropología e investigadora argentina, dedicada a estudiar el feminismo, la violencia de género y la violación. Todo en el marco de lo que ella llama “pedagogía de la crueldad”.

Segato reconoce que la violencia de género va en aumento en todo el planeta y advierte que una de las dificultades de las fallas del pensamiento feminista es creer que el problema es de los hombres y las mujeres. Ella considera que es un síntoma de la historia y de las circunstancias por las que atraviesa la sociedad.

Y la doctora en Antropología ubica el tema de feminicidios en lo que define como la precariedad de la vida.

Dice Segato que la vida se ha vuelto inmensamente precaria y que el hombre, por su mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte, de ser potente. Pero en estos tiempos y bajos las actuales circunstancias no puede más y tiene muchas dificultades para poder serlo.

La investigadora advierte que lo que precariza hoy a los hombres y los transforma en sujetos impotentes es la falta de empleo, la inseguridad en el empleo cuando lo tienen y el desarraigo de un medio comunitario, familiar y local.

Y cierra su disertación advirtiendo que por supuesto debe darse el debido castigo, pero que la sentencia no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes.

En pocas palabras, que el caldo de cultivo de los feminicidios es la normalidad que se vive de la agresión de género. Y por ahí tiene que darse la solución conjunta entre gobierno y sociedad.

Por eso insistimos en que profundicemos y no hagamos ni del paro nacional contra el feminicidio, ni de la postura presidencial que censura a los “conservadores” por alentar ese paro, el gran debate. Eso nos lleva a una peor radicalización, pero no a la solución.

Ojala que el día sin mujeres se transforme en una profunda reflexión, como la que hace la antropóloga Segato, que nos lleve a entender, para poder resolver, ese cáncer que nos denigra como nación.

En esto no debe de caber nada personal. El drama es social.

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