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18 de mayo 2024

18 de septiembre 2018

Política

México no quiere otro Odebrecht

Luego del escándalo de Odebrecht, las constructoras favoritas se Peña Nieto están vetadas por AMLO

Por Rodrigo Carbajal

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Andrés Manuel López Obrador está buscando socios para los grandes proyectos de infraestructura del próximo gobierno.

Por razones obvias, las constructoras favoritas de este sexenio estarán vetadas: Odebrecht, Grupo Higa, OHL, Aldesa y el resto del llamado cártel de la construcción española, un grupo de empresas que encontró refugio en México luego de haber estado sujetas de una investigación judicial por financiamiento ilegal al Partido Popular.

El sector de la construcción se convirtió en un foco rojo de conflictos de interés y acusaciones de corrupción para la administración de Enrique Peña Nieto.

Sin embargo, con el tiempo, López Obrador podría darse cuenta de que encontrar empresas que cumplan con los estándares éticos de la Cuarta Transformación no va a ser sencillo.

AMLO y el Presidente Peña Nieto tienen algo en común: ninguno de los dos tiene problema alguno en reunirse a puerta cerrada con los dueños y directores de las empresas de infraestructura que participarán en las grandes licitaciones del gobierno federal.

Los favoritos de Peña

Peña Nieto ha recibido en Los Pinos al propio Marcelo Odebrecht, que hoy está apelando una condena de 20 años de cárcel; a Juan Villar Mir, el Presidente y fundador de OHL, quién está siendo investigado en España; a Florentino Pérez, de ACS; y a Paolo Rocca, el director y Presidente de Techint, el grupo argentino que hoy se encuentra al centro de la trama de sobornos conocida como “Los Cuadernos de Bonadio”.

El cabildeo de este sexenio ha sido más que efectivo. Odebrecht obtuvo un contrato de 2,315 millones de pesos con Pemex cuya información está reservada hasta el 2021. OHL obtuvo tres contratos con la paraestatal con un valor conjunto de 2,398 millones de pesos en 2013. ACS fue el ganador de una licitación de servicios petroleros de Pemex de 1,000 millones de dólares que expira en 2030. Y Techint es parte del consorcio que consruirá la Fase II del gasoducto Los Ramones, un proyecto valuado en 1,500 millones de dólares.

AMLO y sus socios estadounidenses

La historia reciente de este sexenio no fue un argumento suficiente para impedir que Andrés Manuel López Obrador tuviera un encuentro privado con los directivos de Bechtel y Fluor, las dos mayores empresas de construcción de Estados Unidos. La reunión se llevó a cabo en la casa de transición de la Colonia Roma con el objeto de discutir la construcción de una nueva refinería.

De hecho, estas dos empresas ganaron el contrato original para la construcción de la fallida Refinería Bicentenario durante la administración de Felipe Calderón.

A diferencia de las diversas conexiones que unían a firmas como Odebrecht y OHL con miembros del equipo cercano del Presidente Peña Nieto durante el proceso de transición de 2012, no se conoce ningún nexo de Bechtel o Fluor con alguno de los integrantes del próximo gobierno.

No obstante, éstas son las dos únicas constructoras extranjeras que se han reunido con el Presidente Electo y su equipo para discutir los planes de un proyecto para el cual ni siquiera se han planteado las bases de la licitación.

Estamos hablando de un desarrollo de infraestructura de 160 mil millones de pesos en el que estarán involucradas apenas dos o tres empresas para su construcción. La refinaría costará la mitad de lo que se invertirá en la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en el que participan al menos una decena de contratistas.

El polémico historial de Bechtel

La llegada de AMLO a Palacio Nacional promete borrón y cuenta nueva en la lista de las constructoras favoritas del gobierno federal.

Sin embargo, esto no garantiza que la entrada de nuevos jugadores, como Bechtel y Fluor, va a marcar una diferencia de fondo en relación al legado que dejaron Odebrecht o Grupo Higa.

Por ejemplo, al igual que Aldesa o Techint, Bechtel arrastra acusaciones de sobornos y conflictos de interés que ponen en tela de juicio su posición como una de las constructoras emblema de la Cuarta Transformación.

El año pasado, fue vinculada por los fiscales de Reino Unido a la empresa Al Badie, un grupo de cabildeo de Medio Oriente que se declaró culpable frente a la justicia británica de repartir sobornos en los Emiratos Árabes Unidos para obtener contratos de obra pública. Bechtel utilizó los servicios de Al Badie para ganar una licitación para construir una redinería de 600 millones de dólares en Abu Dabi.

Esta investigación es paralela a otra acusación de la justicia británica sobre un esquema de corrupción en el que Bechtel habría sobornado a dos príncipes de Arabia Saudita para obtener el contrato de construcción del metro de Riad.

En el 2014, uno de los vicepresidentes de Bechtel se declaró culpable ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos de haber operado una red de sobornos de 5.2 millones de dólares para manipular licitaciones del sector energético en Egipto.

Las conexiones políticas de Bechtel

En muchos sentidos, Bechtel guarda similitudes con Odebrecht; ambas son empresas de construcción de escala global, facturan ingresos de entre 20 y 40 mil millones de dólares al año y, sobre todo, se han mantenido en un estatus privado. El hecho de que no cotizan en el mercado de valores no las exime de ser castigadas por la Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero de Estados Unidos, pero sí las hace invulnerables al escrutinio que generan las demandas colectivas de los accionistas de las empresas que operan en la bolsa de valores.

Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre Odebrecht y Bechtel. A pesar de que la primera logró cultivar relaciones políticas de primer nivel en una docena de países, no tiene, ni cerca, las fuertes conexiones con la clase política de Estados Unidos que la segunda ha desarrollado durante décadas.

Tan sólo en el ciclo electoral de 2016, Bechtel gastó 6.2 millones de dólares en contribuciones políticas y otros 6.2 millones de dólares en cabildeo.

Durante la administración de George W. Bush, Bechtel se convirtió en uno de los grandes contratistas de la reconstrucción de Iraq. En la administración de Ronald Reagan, la captura política fue todavía más profunda: el gabinete del Presidente fue conocido como “el equipo Bechtel” porque el Secretario de Estado (el célebre George Shultz)y el Secretario de Defensa eran parte del equipo directivo de la constructora.

El historial de Bechtel no implica necesariamente que habrá irregularidades en la licitación de la nueva refinería que propone Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, sí es un recordatorio de que sustituir a los contratistas de siempre por los nuevos tampoco es garantía de que desaparecerá la corrupción en las licitaciones de obra pública.

El mensaje es claro: México no quiere otro Odebrecht.

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